Un territorio no se conoce en un día, ni en varios. Tampoco se funda ni se crea entre un par de soles y lunas. Necesita de acuerdos, disputas, pactos. Necesita una geografía, habitantes, una historia o varias. Necesita la palabra, ser narrado. Ciudades, campos, pueblos, islas es una suerte de biblioteca portátil, que incluye un libro papel con textos de doce autores y un cedé con once libros, que funciona como un territorio que, sin dudas, es físico, material, pero también es una creación artística. La cuidada lectura de primeras ediciones de narradores clave de Santa Fe fue el inicio de esta publicación, producida por el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe.
Ciudades, campos, pueblos, islas reúne relatos de Mateo Booz, Alcides Greca (ver pág. 11), Jorge Riestra, Luis Gudiño Kramer (ver pág. 11), Lermo Balbi, Carlos Eduardo Carranza, Gastón Gori, Leonardo Catellani, Velmiro Ayala Gauna, Diego Oxley, Abel Rodríguez y Juan José Saer.
El libro a primera vista atrae. Como objeto, parece querer ser parte de aquellas colecciones de la Editorial Biblioteca, de la Vigil. Su tapa dura, los textos dispuestos claramente para la lectura y una cuidada edición e investigación son una invitación a recorrerlo.
Un texto introductorio de Agustín Alzari conduce al lector sobre lo que podrá disfrutar. Oficia de guía para ingresar a ese territorio que propone el área editorial de Espacio Santafesino pero también a la geografía que los narradores describieron sin ingenuidad.
Porque está claro, se trata de narradores, no sólo escritores. Los autores reunidos buscaron contar, describir esos paisajes, hacerlos protagonistas, ponerlos en juego casi como un personaje más. Ese territorio, que en la propuesta es santafesino porque esa es su geografía física, es hablado de determinada manera.
"La precisión geográfica es un rasgo inherente de los libros de la colección. En un juego de espejos, aquello que los escritores buscaron en la realidad de las islas, de los campos, de los pueblos, de los caminos, de los arroyos, de los ríos y también de las ciudades santafesinas, retorna en la forma de un genuino mapa de la provincia elaborado a partir de su propia narrativa", señala Alzari.
La colección que ofrece el libro y la biblioteca digital despliega 170 relatos que ofician como piezas de un rompecabezas que a cada lector le permitirá dibujar su propio mapa. Porque no hay una sola lectura. Hay lecturas.
En diálogo o en discusión, los textos que se ofrecen son descriptos por Alzari como "legendarios" o que "esperan ser descubiertos". Pero "todos aportan un rasgo distintivo —el cruce entre el relato moderno y un interés decidido por el propio territorio— que atraviesa las cuatro décadas donde se forja el espíritu de la narrativa clásica santafesina, desde comienzos de 1930 hasta fines de 1960".
La selección
Allí están, entonces, Mateo Booz y un bar de marineros en el puerto de Santa Fe; Alcides Greca y un día en la agenda de un diputado en su despacho rosarino; y Jorge Riestra jugando su narrativa al empuñar el ya clásico taco de ébano. Ellos narran la ciudad.
Luis Gudiño Kramer desliza su mirada social sobre la linea costera que llega a San Javier. El campo lo nombra a él en esta colección al igual que a Lermo Balbi y su territorio mágico. Eduardo Carranza acerca un drama en un obraje.
En el capítulo pueblos, Gastón Gori hace foco en un francés que se entusiasma con la fundación de una colonia; Leonardo Castellani acelera el pulso con un policial, acompañado por Velmiro Ayala Gauna con un texto donde la intriga se disuelve en una mirada oportuna.
Una fuga con el río como escudo y como condena llegan con Diego Oxley, en el capítulo que reúne textos referidos a la isla. Allí también se acercan Abel Rodríguez con historias descubiertas entre riachos y Juan José Saer con "Palo y hueso", donde lo áspero se hace cotidiano.
La biblioteca digital ofrece casi todos los libros que contienen los relatos, para extender el territorio, para mirarlo de cerca, recorrerlo, para recordar miradas, personajes, paisajes. Para reconocer y descubrir.