Por Diego Veiga
Esta semana Ludueña y Nuevo Alberdi siguieron marcando con violencia la agenda periodística. Bandas de delincuentes dirimen a los tiros sus diferencias y vidas inocentes quedan en el camino.
En las crónicas periodísticas aparecen con mayor frecuencia los términos "búnker", "kiosco de drogas" y "soldaditos". Y en este nuevo diseño de La Capital, con una sección "Rosario y la región" que agrupa a las viejas La Ciudad, La Región y Policiales, esta última gana páginas a fuerza de una realidad que estremece: la espiral de violencia barrial sigue creciendo.
Hay un nuevo actor en escena: el narco. Y su poder se cimenta en el miedo, el mismo que tuvieron que vencer los vecinos de Ludueña que reclamaron Justicia por la absurda muerte de Mercedes Delgado, la voluntaria que falleció tras quedar en el medio de una balacera entre bandas antagónicas. El mismo que expulsó a Ramón Ferreyra de Nuevo Alberdi dejando a la deriva un comedor que asiste a 320 pibes.
Estos días un cintillo encuadró las notas: "Agobio y dolor". Fue el mejor resumen para expresar lo que sienten miles de vecinos que no habitan entre los bulevares. Viven escuchando tiros, implorando que nos les pase nada a sus hijos, mirando con impotencia los "quioscos" de drogas. De noche el colectivo pasa cada dos horas, el alumbrado público es inexistente, las calles están destruidas. ¿Cómo no sentir agobio ante esa realidad?
Si brindar seguridad es realizar obras, como enunció la intendenta, también debería serlo mantenerlas. A Delgado la mataron en un playón que inauguró el municipio en 2005 y hoy está abandonado, al igual que la plaza de Bielsa y Magallanes.
Paradojas del destino, estas postales son de barrio Ludueña, el mismo al que llegó a vivir en 1991 Pocho Lepratti, el militante social asesinado por la policía en diciembre de 2001 y cuya figura fue clave en la campaña electoral de un encumbrado dirigente político santafesino. Si hasta "El Angel de la bicicleta", la canción que León Gieco compuso en su homenaje, se convirtió en el hit musical que dominó su campaña. Ironías, el barrio de Pocho hoy siente agobio y dolor. El mismo que en los 90, cuando recorría sus calles y colaboraba con el padre Montaldo en la contención social de los adolescentes. Muchos de esos pibes murieron por balas policiales o de bandas rivales. Algunos de sus hijos hoy tristemente siguen sus pasos.
En Santa Fe cambió el color político pero... ¿algo cambió?