El técnico de la selección argentina, Edgardo Bauza, volvió al tema. Para él, Mauro Icardi es el tercer centrodelantero del seleccionado nacional, más allá de lo que piensen y opinen algunos futboleros que insisten en meter las narices en la cama ajena.
Se indignan porque piensan que llamar al actual "9", capitán y goleador del Inter es cuanto menos una ignominia.
No hablan de fútbol sino de infidelidades ajenas y exigen una celosa lealtad entre amigos, semejante a la omertá siciliana. Aseguran que al equipo albiceleste no lo forman los técnicos sino dos o tres de las estrellas más cotizadas del plantel, pero cuando Bauza va en busca de Icardi lo cuestionan. ¿Se imaginan a alguien queriendo persuadir a un tipo como el Loco Bielsa para que no hable con este o con aquel?
Sabella lo convocó en las eliminatorias sudamericanas para Brasil 2014 cuando Messi estuvo lesionado. Jugó sólo 8 minutos, el 15 de octubre de 2013, en un amistoso contra Uruguay. Debut y despedida.
Los escandalizados hinchas, futbolistas y futboleros, no analizan si es mejor una delantera con Higuaín, Pratto, Tevez, Montoya, Icardi, Dybala o el Kun y con qué táctica. No. ¿De qué hablan, entonces? Eso sería interesante saber. Pero lo que se develan en este tipo de polémicas es cómo se construye gran parte de la moral futbolera.
Muchos creen que los jugadores y el cuerpo técnico deben sostener un sacrosanto espíritu corporativo. Que deben armar un muro (qué fea idea tan en boga en estos tiempos) que impida a cualquiera entrar a manchar el honor impoluto del plantel. Quieren disciplinar y rechazan que un jugador de apenas 24 años (ex Barcelona, selección Sub 17, Sub 19, Sampdoria) pruebe su capacidad en el equipo nacional. Y no porque Icardi venga dando malos pases, errando goles o esté pesado y lento como un buey. No, nada de eso.
Sería bueno en este y tantos otros casos hablar de fútbol si de eso se supone que estamos hablando. A jugadores como Icardi les pagan miles de millones por jugar, más que a usted y a mí por nuestros trabajos. Dejemos que ellos manejen su dignidad como puedan y jueguen, y nosotros, sin tilinguerías, hablemos de fútbol.