"Sos mi jugador preferido, y me gusta que nunca se te subieron los humos a la cabeza por ser famoso", le dijo emocionada ayer Tati Ramírez a Maxi Rodríguez, cuando la estrella de Newell's fue a visitarla para hacer realidad el deseo de la abuela que cumplió 105 años, el 24 de marzo pasado. Además la sorprendió con dos camisetas de lujo: la del número 11 del capitán rojinegro, y otra especial que la dejó sin palabras, Tati 105, que el mismo club se encargó de confeccionar con la misma rapidez con que se multiplicaron unos nueve mil pulgares arriba sobre la nota.
Mientras tanta energía crecía, la cumpleañera no salía de su asombro, por la inevitable trascendencia que tomó su cumpleaños 105. "Yo quería algo discreto", llegó a decir la abuela entre risas. Pero, como hizo público su deseo, la noticia corrió por toda la ciudad y así se enteraron miles de personas, también su ídolo Maxi Rodríguez.
La Fiera y su esposa Gabriela llegaron a las 14.30 y estuvieron compartiendo gaseosas y masas hasta las 16. La conexión fue inmediata. Hubo rápidas coincidencias en cuestiones como la humildad, el bajo perfil y la forma de pararse frente a la vida.
"Hay que tomar la vida con tranquilidad, con pausa. Hay que ver siempre el lado positivo", recomendó Tati en tramos de la charla. Y le contó que sigue los partidos de Newell's por televisión, y también los de otros equipos porque le gusta mucho el fútbol. Toda una declaración de sus predilecciones.
Maxi quiso saber sobre la vida de su fan más longeva, de los días de la infancia en el campo correntino, y de las estampas de aquella vida cotidiana de principios del siglo pasado. Tati volvió a contar, gustosa, frente a un interlocutor privilegiado.
A esa altura, la visita se había convertido en un cálido lugar de anécdotas y afecto compartidos. Tal como lo soñó Tati tantas veces,y que cautivó con el relato de su vida a los lectores, desde los campos solitarios de Corrientes hasta su viaje a Rosario en barco, para buscar trabajo que encontró en casas de familias.
Respetuosa y prudente
"Rosario era muy distinta entonces, había mucha pobreza", contó Tati en la nota, que llegó a la ciudad en la década del 30. Sobria, casi adusta, la abuela rompió una lanza a favor del respeto y la prudencia. En aquellos días tempraneros de su vida, simples y montaraces, los mandatos paternos fijaron un rumbo que ella cumplió y que hoy es el orgullo de su familia.
Activa, se mueve como cualquier miembro de la familia en la casa, "lectora" y "sabia", como le dicen los suyos. Tati soñó que quería conocer a un joven que ella imaginaba con la misma humildad, y ayer se le cumplió su gran deseo, a los 105 años, Maxi se sentó a su lado y la charla los divirtió a los dos. La pasión por los colores y estas camisetas, quedarán grabadas a fuego en el recuerdo de ambos.
Silvia Carafa
Especial para La Capital