Después de años de darle pelea personal y colectiva a la hepatitis C, la fundadora de la ONG rosarina que lucha contra la "enfermedad silenciosa", Edith Michelotti, simplemente se "curó". No fue ningún milagro, sino fruto de un tratamiento novedoso en el mundo, recién llegado a Argentina, que en un 98 por ciento de los casos logra eliminar el virus "sin efectos indeseables", confirmó el reconocido hepatólogo Hugo Tanno (ver aparte).
La medicación, un combo de cuatro pastillas que se toma por 12 semanas, representa un avance "revolucionario" frente a la hepatitis C, responsable de la mayor parte de las cirrosis y cáncer de hígado. Lo curioso es que haberse sanado impulsa hoy a Michelotti a militar más que nunca: primero, para que la gente se haga el análisis específico; segundo, para que el Estado lo promueva y universalice el acceso al nuevo tratamiento. "Ahora la hepatitis C tiene cura, el miedo no es más excusa: al que no se haga la detección, le retiro el saludo", advierte la mujer que "renació" a sus 75.
—¿Cómo y cuándo se enteró de que se había curado?
—Anteayer suena el teléfono y escucho que alguien grita: "¡indetectable!, ¡indetectable!". Digo: "¿Pero quién habla?". Y del otro lado me dice el doctor Tanno: "¡Edith, soy yo, su resultado es no detectable!".
Entonces a Edith le cayó la ficha: tras 12 semanas de un tratamiento novedoso que había iniciado el 8 de marzo pasado y otras 12 de espera, el resultado del análisis para evaluaría la eficacia de la medicación ya era radical, estaba curada.
Es que si con el tratamiento clásico la posibilidad de curarse era del 40 por ciento, con este las chances aumentan al 98.
La mujer supo que padecía la llamada "enfermedad silenciosa (por falta de síntomas) como lo descubren casi todos los pacientes: por pura casualidad". Próxima a jubilarse en un hospital, en 2005, "y casi como si fuera un juego", le pidió a una compañera médica que le practicara una batería de análisis.
Con los resultados en mano, voilà, allí figuraba el positivo para la hepatitis C. "Se lo cuento por teléfono a mi hijo, que es médico (el decano de Medicina, Ricardo Nidd) y él me empieza a decir "pero cómo puede ser, mamá", "qué mala suerte"... y ahí caigo que no era como una hepatitis A, que con 40 días de reposo y té se curaba.
—¿Sabe cómo se contagió?
—Ni idea, pero soy de la época en que un enfermero te ponía una inyección y usaba una jeringa que esterilizaba hirviendo a 100º, cuando el virus de la hepatitis C se destruye a 300º.
—¿Qué hizo entonces?
—Seguí el tratamiento clásico, con interferón y ribavirina. Fue espantoso, con efectos secundarios terribles, y duró un año. Y encima fue infructuoso: tuve alucinaciones, insomnio, prurito las 24 horas, caída del pelo, pérdida de peso, trastornos de personalidad, ideas suicidas... de terror. Pero ahora, gracias a esta nueva medicación, eso ya es historia.
—¿En qué consiste? ¿Quién lo creó?
—Se llama Viekira Pak (nombre comercial). Hoy lo producen laboratorios multinacionales, pero lo inventó el egipcio Raymond Schinazi entre en 2009, 2010. Después lo comercializaron Estados Unidos y Europa, pero tardó en llegar a Argentina, donde recién estuvo accesible en febrero de este año. Y ahí nomás lo empecé yo.
—¿Y cómo convivió con el virus mientras lo tuvo?
—Me di cuenta de que me había pescado una enfermedad que me había quedado en el hígado. El virus no quiere que las células se destruyan, las necesita para vivir, pero tu sistema inmune sí y les va tirando bombas hasta que tu hígado queda convertido en una piedra. Por eso la cronicidad que sigue un derrotero infernal: fibrosis 1, 2, 3, 4, hasta que esa cirrosis puede llegar a un cáncer de hígado. Ahora esa historia espantosa se acabó con esta medicación maravillosa.
—¿Las obras sociales la reconocen?
—Linda la pregunta. Al principio eran bastante reticentes, pero ahora la mayoría ya sí, aunque con algunas aún hace falta algún recurso legal. Y por ahora no hay tratamiento disponible para la gente sin recursos: hay que ponerle un cohete en la cola a todos los niveles de gobierno.
—¿Qué siente ahora?
—Tengo que terminar de internalizarlo, después de vivir 12 años con este karma, me parece que le pasa a otro. Quizá lo que más me conmocionó fue verlo llorar tanto a mi esposo, que fue el que siempre contuvo. Y ahora a trabajar, más que nunca: ya hay cura para la hepatitis C, vacuna para la B. Para el 2030 la enfermedad debe estar erradicada.