Hay ejemplos que resultan elocuentes. Situaciones que ponen blanco sobre negro realidades disímiles y dejan al descubierto la predisposición de quien las atraviesa para transitarlas. Algo de eso se plasmó esta semana. Historias de vida que dejaron al desnudo que no a todos los inunda la vocación y la pasión a la hora de emprender una tarea. Obviamente, los resultados de ambos serán diferentes.
Lisandro es un treintañero que abrazó la ciencia como vocación. Su historia se cuenta en la página 11 de esta edición. Esta semana su trabajo traspasó las paredes del laboratorio del Instituto de Biología Molecular de Rosario (IBR Conicet UNR) en el que deja largas horas de su vida, allí en La Siberia.
Este joven investigador, que ni siquiera es planta permanente del Conicet y se las arregla para llegar a diario en colectivo al laboratorio, es uno de los integrantes del equipo que descubrió cómo ponerles freno a las superbacterias, organismos multirresistentes a los antibióticos que causan miles de muertes en todo el mundo.
El descubrimiento fue elegido entre los diez más importantes de este año en el Congreso Mundial de Microbiología que se realizó en Boston, Estados Unidos.
Lisandro estaba detrás de los microscopios que investigaron a estas superbacterias. Es uno de los becarios que desde hace más de un año esperan titularizar. Cabe recordar que en 2015, 850 investigadores y becarios del Conicet ganaron concursos, pero el flamante Ministerio de Modernización está realizando una nueva instancia de control para evaluar los ingresos a la administración pública.
Es más, el Conicet tampoco se salvó de los tarifazos y la devaluación, que impactó de lleno en el precio de insumos y repuestos. Y a pesar de los descubrimientos internacionales, sus autoridades apenas tienen una promesa de readecuación del presupuesto, que hoy es igual al del 2015.
No obstante, con fondos que cada vez cubren menos y becarios apasionados, la ciencia local deslumbra al mundo. A estos investigadores los mueve la pasión, esa llama sagrada que no todos tienen.
De llama a chispa. Con sólo alejarse algunos kilómetros se percibe cómo ese fuego se puede transformar en una mísera chispa.
Esta semana, la Fundación para los Estudios Internacionales (Funpei), una institución creada en 1994 que tiene, entre otros objetivos, el de formar recursos humanos para desempeñarse en distintas áreas políticas, sociales y culturales, dio a conocer un informe en el que reveló la producción de los diputados provinciales.
En ese marco, también se conoció que hace un mes los legisladores cerraron un acuerdo político para sesionar cada 15 días. Pero eso no es todo, hay diputados que faltaron más de la mitad de las sesiones y en lo que va del año no presentaron ni un proyecto.
En ese grupo se encuentran muchos de los admiradores del "cambio" que pregona el gobierno nacional. Diputados macristas de la primera hora y radicales enamorados de la ola amarilla a la que el gobernador Miguel Lifschitz comenzó a poner fuertes reparos esta semana.
Según desnudó el informe, los referentes de Cambiemos a nivel provincial no parecen muy apegados al trabajo legislativo. La nula producción y los faltazos son una constante en este arco político. Tal vez la ansiada reactivación del segundo semestre los ponga en marcha. Pero a juzgar por los indicadores económicos, todo indica que continuarán hibernando. Eso sí, con salarios muy dispares a los de Lisandro, el becario que maravilló al mundo.
Estos legisladores no trabajan, pero tienen tiempo para criticar al gobernador por tener miradas contrapuestas con el presidente.
Cambiemos debería entender que una democracia no es obediencia debida. Y que el combo tarifazos más devaluación impacta de lleno en pymes y asalariados. Es saludable que el gobernador marque sus diferencias con este cambio. Por más que no les guste a quienes buscan afianzarlo.
Reclamar lo que le corresponde a la provincia no es ni más ni menos que proclamar por el federalismo que pregona la Constitución. El centralismo porteño debería formar parte del pasado.
Se trata de cumplir con las deudas de coparticipación que avaló la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Desviar la mirada de allí y proferir discursos de amor y paz y trabajo en equipo son casi eslóganes de campaña. Una campaña que terminó hace más de siete meses.