En una semana en la que la intolerancia se paseó a sus anchas por las calles de Rosario, dejando su impronta fundamentalmente en las paredes de las viviendas situadas sobre avenida Pellegrini y bulevar Oroño, el gobernador Miguel Lifschitz lanzó una frase que tal vez marque un quiebre. "Tenemos que acostumbrarnos a poner límites", señaló el mandatario provincial luego de los desmanes protagonizados durante la marcha del 31er. Encuentro Nacional de Mujeres.
Al grito de consignas feministas, un grupo tapizó con pintadas cerca de 300 viviendas. Sólo para graficar el grado de violencia de este sector, al que no siguió la mayoría de las mujeres, van dos ejemplos: frente a una clínica que ayuda a las parejas a tener hijos dejaron inscripciones a favor del aborto; y sobre Pellegrini plasmaron otra pintada que bregó por abortar "por si sale rati" (en la jerga de los delincuentes así se denomina a la policía).
Con el antecedente de ir pintando todo a su paso y rompiendo algunos cristales, llegaron a la catedral. Allí esperaba, también en una actitud desafiante que debería haberse evitado, otro grupo tan fanático e irracional como el de las mujeres, que comenzó a rezar el rosario a los gritos. Una provocación innecesaria.
Hubo roces, empujones, piñas y bombas molotov contra los policías que custodiaban la catedral. Durante varios minutos (el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, habló de 30) volaron botellazos que impactaron en los efectivos. En la primera fila resultaron lesionadas mujeres policías que, inexplicablemente, estaban sin escudos ni cascos. La Guardia de Infantería respondió con postas de goma y se generó el desbande.
La Real Academia Española define a "límite" como el "fijar la extensión que pueden tener la autoridad o los derechos y facultades de alguien". Las mujeres tenían derecho a manifestarse, el límite sin dudas era que su reclamo no se hiciera pasando por encima de todo tipo de autoridad y dañando la propiedad privada y bienes de valor patrimonial.
Cuesta entender que ciertos sectores no reconozcan que en una democracia es fundamental expresarse, pero que eso conlleva respetar al otro. Cuando esa expresión muta a violencia, el Estado debe poner límites.
Puestas en escena. Durante toda la semana los rosarinos fueron testigos de discursos altisonantes de muchos concejales, algunos solicitando que los responsables de custodiar la marcha explicaran por qué hubo un imperceptible operativo de control; otros bregando por el repudio al accionar policial. Nada pasó. Show y puestas en escena. Mientras tanto, muchos vecinos damnificados ya afrontaron de su bolsillo los gastos para reponer los frentes de sus viviendas.
"Quienes organizaron la movida no se hicieron cargo de los costos de limpiar los frentes vandalizados"
En febrero de este año, cerca de 50 hinchas de la Universidad de Chile fueron detenidos tras realizar pintadas en el Monumento a los Caídos en Malvinas, situado en el parque a la Bandera. Tras ser liberados, debieron afrontar los costos de la reparación.
En la marcha de mujeres no hubo detenidos. Tampoco quienes organizaron la movida se harán cargo de los costos de limpiar los frentes que vandalizaron. Es al menos llamativo por qué se actúa tan rápido con unos y no se hace nada con otros.
Los incidentes en la marcha sin dudas podrían haberse evitado. El 25 de agosto, en la masiva movilización reclamando por inseguridad, fue la misma gente quien puso en caja a los que quisieron actuar con violencia.
Es difícil de creer que los organizadores del Encuentro de Mujeres no conocieran a estos grupos radicalizados que realizaron desmanes. Una lástima que la intolerancia de unas pocas haya invisibilizado la gran convocatoria del encuentro y las conclusiones de los 69 talleres realizados a lo largo de tres días. Tal vez el año próximo tomen nota y puedan dialogar democráticamente con estos sectores, que de democráticos no tienen absolutamente nada.