La diferencia burocrática con gestionar un alquiler es sustancial. Los recién llegados muchas veces no tienen recibos de sueldo porque, si vienen a trabajar, están en período de prueba. Además, reunir el dinero que requiere comenzar a alquilar tampoco es sencillo: sellados, depósitos y mudanzas. A un hostel se ingresa sólo con DNI o pasaporte y abonando el mes.
De todos modos, no todos los hospedajes de este tipo reciben huéspedes por estadías tan largas. "Depende de cada hostel. Los que los aceptan, les destinan un pequeño porcentaje de camas, porque la mayoría las dejan reservadas para los turistas. Y además por ordenanza las estadías no pueden ser de más de un mes, que después se pueden renovar", remarcó Omar Ortiguela, presidente de la Cámara de Hostels de Rosario.
Sin embargo, en algunos hostels los dueños asumen que, en las épocas donde hay poco movimiento, esos residentes de largo plazo les aseguran un ingreso fijo mensual. Así, el beneficio es mutuo.
Franco llegó a Rosario por trabajo. Abandonó Gálvez, en el departamento San Jerónimo, porque consiguió un empleo en una imprenta con condiciones más favorables que las que tenía en la carpintería en la que solía trabajar. Tiene 28 años y los primero que hizo fue averiguar en residencias de estudiantes que le habían apuntado. Pero allí el requisito era, justamente, ser estudiante, y no lo cumplía.
"El trabajo me salió medio de repente y no tenía dónde parar. Por ahora me quedo acá, porque no se si con mi sueldo me alcanza para alquilar", contó el joven imprentero.
Además de los requisitos, el precio de los alquileres de departamentos es determinante. Un monoambiente, sin gastos, no baja de tres mil pesos. A eso hay que sumarle las expensas y los servicios. Con esos mismos tres mil pesos, en algunos hostels alcanza para acomodarse un mes completo en habitación compartida. La solución no es ideal, pero se amolda al bolsillo.
Desde Ecuador
Eduardo, de 25 años y ecuatoriano, estudia en Rosario desde hace 5 años y vive en un hostel desde hace algunos meses. Llegó allí porque no tenía trabajo ni plata para renovar el contrato de alquiler. "Vivir acá tiene cosas buenas y cosas malas. Me gusta compartir cosas con gente que no hubiera conocido. Los que están viviendo acá y los que vienen por unos días de otros lugares del mundo. Pero se hace difícil mantener el ritmo laboral cuando hay gente de joda", bromeó.
Las comodidades no son las mismas, pero las ventajas son otras: la familiaridad. "Los que vivimos acá somos un grupo muy reducido. Vivir al ritmo del un hostel tiene sus cosas. Te tenés que adaptar a los horarios de gente que está viajando, pero eso también te hace conocer mucha gente de distintos lugares, aprender cosas. Cuando no estamos trabajando o estudiando pasamos mucho tiempo juntos, se generan grandes amistades".