Las mujeres son la mitad de la población mundial. Sin embargo, las estadísticas muestran que las mujeres ganan menos que los varones, hacen más trabajo doméstico no remunerado, sufren más el desempleo y tienen que sortear grandes obstáculos para llegar a lugares de poder. Documentar esta desigualdad y desnaturalizarla, sin perder la calma, es uno de los éxitos de "Economía feminista", el libro de Mercedes D`Alessandro que se presentó el viernes pasado en la librería Homo Sapiens. Para la autora, suturar estas brechas entre varones y mujeres es toda una tarea, tan titánica como conquistar Marte. "Pero nosotras podemos acelerarla", asegura.
D`Alessandro se doctoró en economía en la Universidad de Buenos Aires. Y fue una de las fundadoras del sitio Economía Feminista que desde las redes sociales se encarga de divulgar temas generalmente olvidados por la teoría académica: la presencia de mujeres en los procesos productivos, su participación política y sindical o la maternidad y el mercado de trabajo. Actualmente reside en Nueva York, donde se desempeña como consultora en temas relacionados con Latinoamérica.
Su primer libro, de tapas color rojo que imitan a una coqueta cartera de mano, apareció en los exhibidores de las librerías en diciembre del año pasado, y ya va por su tercera edición. Un dato que muestra a las claras el interés que genera la actividad de los movimientos de mujeres.
Sin embargo, aclara D`Alessandro, nada de esto estaba en sus planes cuando comenzó a escribir el libro. "Fue más bien como una necesidad personal. Cuando comencé no tenía editorial y mi único objetivo era organizar todas las discusiones que se desarrollaron durante dos años de trabajo con la página web. Después vino la editorial, se armó el libro y, la verdad, no esperé que se agotara en menos de un mes, pero fue como que hubo mucha expectativa. Salió el mismo año en el cual se realizó la segunda marcha del Ni una menos, multitudinaria, y también del primer paro de mujeres. Es como que había todo un clima. Y, además, creo que la discusión sobre la situación de las mujeres ya no se limita a lo que es la violencia de genero, que es la parte más visible de todo este asunto, y empieza a abarcar otras inquietudes.
—¿Como si fuera un cambio de tema en relación a las demandas de los colectivos de mujeres?
—Creo que son temas que se van abriendo. Otro ejemplo es la paridad, este año en la provincia de Buenos Aires vamos a votar listas de cincuenta y cincuenta, eso es importante porque en las próximas elecciones vamos a tener un montón de mujeres en las listas y los temas relacionados con las mujeres van a ser una parte importante de la campaña. Creo que hay bastante curiosidad por estos temas. No obstante cuando hice la tapa y le pusimos Economía Feminista, muchos me dijeron que el título era medio como piantavotos. Pero ya ves, tiene tres ediciones en menos de cuatro meses.
—El nombre también aparece como una contestación a una disciplina tradicionalmente de varones, una ciencia machista...
—La economía no ha estudiado el rol de las mujeres en el proceso productivo. Es una disciplina que se ha focalizado en los trabajos que tienen precio y como el trabajo doméstico, que es el que hacen las mujeres mayoritariamente en todo el mundo, no está remunerado quedó fuera de la órbita de la economía durante mucho tiempo. El tema es que estas tareas sí tienen un valor y un costo para quienes las llevan adelante, pero está invisibilizado. Las estadísticas públicas no lo miden, nosotras mismas tendemos a no contabilizarlo como parte de nuestro trabajo. Hubo un abandono de esos tópicos durante mucho tiempo y ponerlos en el centro de la cuestión ilumina un montón de otros aspectos de la economía que estaban perdidos.
—¿Qué se perdió al abandonar estos temas relacionados con la producción de las mujeres?
—Por ejemplo, poder abordar la desigualdad. Nosotros vivimos en una sociedad hiperdesigual en el cual sólo el uno por cieno de la población concentra la mitad de los ingresos, y gran parte de esa desigualdad es desigualdad de género. Las mujeres son más pobres que los varones en todos los lugares del planeta. Además hay muy pocas mujeres ricas. Y esta desigualdad se reproduce porque si una mujer no puede acceder a educarse, va a conseguir un peor empleo. O las mujeres que tienen un buen trabajo y tienen hijos, generalmente tienen que dejar su trabajo o tomar trabajos de medio tiempo o precarios. Todo esto incide en los ingresos que recibe. No advertir de que este trabajo económico no remunerado es fundamental para la vida económica y social, implica perderse la explicación de una de las cuestiones fundamentales de la desigualdad.
—Todo el libro está muy documentado. En toda esa búsqueda de datos, ¿qué fue lo que más le llamó la atención?
—Una cosa que descubrí es que si bien hay muchísimos datos en el libro, estos datos estaban salpicados por todos lados. No hay un lugar donde puedan encontrarse y donde están no aparecen explicados, no hay una teoría que los unifique. Por ejemplo, en el Indec hay veces que ni siquiera publican los datos de pobreza abiertos por sexo, el dato existe pero no está publicado. Es toda una tarea sólo hallar los datos, encontrarlos, ponerlos a jugar entre sí y contar una historia a partir de ellos.
—¿Por qué esta tarea es tan importante?
—Porque una de las cosas que se ve mucho en las discusiones es la negación de la desigualdad de género. Uso muchos datos porque en las discusiones la gente suele negar estas cosas y pensar que son sólo quejas de mujeres disconformes. Vos les decís que las mujeres ganan menos que los varones y te contestan "yo conozco diez mujeres que ganan más que yo". Entonces también los datos sirven para demostrar que no son quejas, que no son sensaciones, que las cosas pasan.
En los de debates sobre economía, las cifras aparecen siempre como incontrastables. En el libro de D`Alessandro hay muchas: En Argentina, 9 de cada 10 mujeres son responsables de las tareas domésticas, trabajen fuera del hogar o no, mientras que 4 de cada 10 varones no hace nada en la casa, aunque estén desempleados. En Estados Unidos, las mujeres son cerca de la mitad de la fuerza de trabajo; sin embargo ganan 79 centavos por cada dólar que gana un hombre, proporción que se aleja si son negras (64 centavos por dólar) o latinas (apenas 56 centavos). En la Unión Europea se calcula que las mujeres deben trabajar unos 59 días extra para ganar lo mismo que sus pares varones. Sólo algunos ejemplos.
—En el libro se pregunta si estaremos más cerca de la utopía de colonizar otro planeta que de lograr un mundo igualitario entre varones y mujeres. ¿Encontró la respuesta?
—Creo que todo depende de nosotras. Tenemos la posibilidad de empezar a acelerar ese proceso. Si lo dejamos en piloto automático, seguro quedaremos detrás de la conquista de Marte, pero si nos ponemos a trabajar, podemos acelerarlo un poco. Depende de nosotras.