Hace exactamente un año, la bronca, indignación e impotencia generaron una masiva acción ciudadana. "Rosario Sangra" fue una bandera social que abrazó a miles de rosarinos que marcharon desde Tribunales hasta Gobernación para exigir seguridad y justicia. La acumulación de homicidios en pocos días empujaron a sectores medios y trabajadores a manifestarse por las calles. A doce meses, aquella expectativa inicial mutó en decepción. Los crímenes más resonantes que generaron esa movilización no tuvieron resolución y los familiares de las víctimas no recibieron ninguna contención por parte del Estado. Enrique Bertini, el empresario al que le asesinaron un hijo en una entradera en barrio Echesortu, fue taxativo: ""El Estado no está ausente, sino completamente presente para no hacer nada", sentenció.
Otra que no ocultó su malestar fue Celeste Figueroa, una de las mentoras de aquella masiva movilización popular y quien sufrió en carne propia el crimen de su padre a manos de la delincuencia. "La marcha fue una pérdida de tiempo. Todavía estoy esperando que (las autoridades) me llamen para reunirme. Pero la sangre de mi papá no se vende", le dijo ayer a LaCapital.
Los días previos al 25 de agosto de 2016, las crónicas policiales reflejaban con crudeza los niveles de violencia que sufría la ciudad. Y las familias que lloraban a sus seres queridos asesinados se vieron acompañadas por miles de ciudadanos que dijeron "basta".
"Rosario Sangra" comenzó como una página en Facebook a raíz del homicidio de Rubén Figueroa. El empleado de Cablehogar de 56 años fue ultimado de un disparo en el corazón cuando un delincuente asaltó el minimercado de su esposa, en Montevideo y Castellanos, a las 7.45 de la mañana.
Fue uno de los casos de alto impacto mediático, pero se sumó a la larga lista que lo antecedían. Aquel jueves caluroso tomó de imprevisto a las autoridades. Fue tal la convocatoria que ni siquiera hubo inspectores de Tránsito para guiar la masa de rosarinos que marchó desde Balcarce y Pellegrini hasta la plaza San Martín.
Esta manifestación popular, espontánea, pacífica, sin banderías políticas que entonó el Himno, dejó un claro mensaje: "Rosario se despertó, se cansó de tantas muertes", decían los manifestantes y rogaban a las autoridades que "hicieran algo". Su masividad no pasó inadvertida. Ni siquiera para la prensa porteña. Gobierno, municipio y Concejo lanzaron planes de contingencia y hasta se votó la emergencia en seguridad.
Transcurrido el tiempo, para quienes fueron rostros e historias emblemáticas de este reclamo colectivo, el balance no es positivo. "Está todo cada vez peor. No hay justicia por los muertos y siguen matando gente. Fue una pérdida de tiempo, una decepción. Jamás nos convocaron para ver si necesitábamos algo. Pero la sangre de mi papá, no la vendo", dijo emocionada Celeste, de 32 años, madre de una nena de 9 que se quedó sin su abuelo y desea "no vivir en Rosario".
Toda la familia Figueroa está bajo tratamiento psiquiátrico, pero no reciben ayuda del Estado. Cada día abren el comercio donde Rubén cayó desplomado de un tiro en el pecho. "La decepción vale para los tres poderes del Estado", apunta Celeste.
De espaldas
En la noche del 15 de agosto de 2014, Enrique Bertini llegaba a su casa de Lima al 800. Su hijo Mariano fue a abrirle el portón cuando dos delincuentes los abordaron. El saldo fatal fue el asesinato del joven de 22 años.
Seis días después del crimen, Enrique llegó al Monumento, donde se concentraban unas 10 mil personas para exigir seguridad, y pidió disculpas. "Les pido perdón por no haberme involucrado nunca en estas marchas". A un año de Rosario Sangra, reflexiona: "Los políticos hacen campaña de espaldas a esta problemática. La mezquindad política sigue en los partidos. No se avanzó lo suficiente porque es necesaria una estrategia desde el Estado por encima de ellos. La Legislatura aún no sancionó las reformas al Código Procesal Penal y desde abril del año pasado que están debatiendo", subraya.
Bertini remarca que la multitud que se congregó hace un año tuvo un alto componente de clase media. "Gran parte de la sociedad reacciona por impulso. No habrá otros Rosario Sangra si no ocurren hechos de esta naturaleza. Y me indigna, porque las vidas valen por igual", apunta.
Bertini, además de convertirse en un referente para los familiares de las víctimas de la inseguridad, está trabajando para potenciar la oficina de atención a los deudos que dejan los crímenes. "El Estado no está ausente, sino completamente presente para no hacer nada", remató.
La suma de malestares
Como representante de los familiares de las víctimas de la explosión en el edificio de Salta 2141, Marcela Nissoria acudió a las reiteradas marchas y Rosario Sangra no fue la excepción. Un año después, reflexiona: “Quedó una linda foto de un reclamo justo”, resumió al recordar que la génesis de Rosario Sangra venía de las marchas que se hacían los miércoles a Tribunales. “Fue una suma de malestares como nunca antes”, dijo Nissoria para coincidir con el empresario Enrique Bertini que el efecto disparador fue la confluencia de homicidios que impactaron en la clase media. “Pobres, los pobres con la Justicia. Muchos no tienen plata para el colectivo para ir a reclamar. La gente no está contenta cómo estamos viviendo”, finalizó.