Convencidos del objetivo, presentaron su proyecto a la convocatoria de Espacio Santafesino en 2014, el programa del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe que brinda estímulo a diversas producciones culturales. Y ganaron “el premio”, como ellos suelen nombrarlo, que consistió en un monto de dinero que les permitió producir, y dotar de calidad, al proyecto.
“El objetivo —explica Patricio Irisarri, director de Canción de la ciudad— fue dar visibilidad a la intervención de los músicos de las peatonales, pero más allá de lo musical. Es decir, se buscó problematizar en las historias que esconden estos personajes que muchas veces permanecen en el anonimato o forman parte del paisaje urbano”.
Los microdocumentales, o websodios para ser más precisos, cuentan las historias de Renzo y Santiago, Marcelo, Agua Dulce, Kathleen y María Elisa y Carlos del Mar, tales sus nombres artísticos y como ellos quieren ser nombrados.
La preproducción comenzó en noviembre de 2014 y el rodaje en febrero pasado. Primero, el equipo registró quiénes intervenían musicalmente en las peatonales. Los primeros registros ubicaron a 15 músicos, pero con el correr de los días los realizadores descubrieron que muchos de ellos eran itinerantes. Así, cerraron el proyecto con los elegidos y comenzaron los contactos.
“Buscamos la manera de encontrarnos con ellos, con cuidado y respeto, no se trataba de poner dos camaritas y decirles «hola, venimos a grabarlos para hacer un documental»”, recuerda Andrés Aseguinolaza, director de fotografía de Canción de la ciudad.
Explicaron quiénes eran, que no tenían fines de lucro, que tampoco eran una productora, que la idea era trabajar las historias y no sólo lo musical y que sería un sitio en internet que podía otorgarles visibilidad.
“Cuando pusimos los equipos fue impresionante descubrir la propuesta musical de cada uno de ellos”, se sorprende aún hoy Andrés. Es que sus propuestas musicales sufren también diversas “intervenciones”. Las voces de los que pasan, los sonidos de los vehículos, los vendedores ambulantes y sus ofertas, las charlas entre los que pasean y hasta los soliloquios de los que hablan con sus celulares.
“Un poco fue como detener el tiempo al momento de hacer los registros, principalmente desde el punto de vista musical, porque Canción de la Ciudad interviene en dos aspectos: uno tiene que ver con la producción musical que se da en las peatonales y el otro, con el rol de estos personajes que lejos de resignarse a lo que el mercado de la música establece, se disponen a intervenir en las peatonales, con distintos fundamentos, diferentes motivaciones”, alega Irisarri.
Los protagonistas
El sonido nítido de dos guitarras presenta a Renzo y Santiago. “Tocar con un compañero te lleva a aprender, a estar atento a lo que hace el otro”, dice uno de los integrantes de este dúo que se ubica cercano a ritmos como el jazz, el rock y la música gitana. En su propuesta eligen fusionar ritmos o se animan con arreglos para alguna obra reconocida y no tanto.
Dicen que viven de la música, que la calle es uno de sus escenarios. “La calle te da esto de cruzarte con muchos que de otra manera no ocurriría”, dice Renzo en el documental. “Empezamos a tomar esto como un trabajo, un espacio más con el extra del vínculo bien cercano con la gente. Se acercan personas a quienes les gustó lo que escucharon, se van con una idea de una música que no tenían o con algún recuerdo revivido”, dicen.
Marcelo hace 20 años que toca su guitarra y canta temas folclóricos. El corto comienza con su voz en off, presentándose, en su casa del sudoeste rosarino, tomando unos mates. “El arte es hacer lo que uno siente, cuando dejás de hacer lo que sentís, dejaste de hacer arte”, advierte.
Dice que tuvo su primera guitarra a los siete años pero que aprendió mucho después. Y que todo comenzó un día de invierno, muy frío, con la complicidad de un amigo. “Estábamos tocando la guitarra y nos planteamos ir a la peatonal a tomar algún café con alguna señorita. Y bueno, empezamos a tocar la guitarra, no apareció ninguna chica y entró a caer moneda y ahí nos quedamos, me quedé”, cuenta, con cierta picardía. “Yo vivo de lo que a mí me gusta, que es cantar”, afirma.
La música ejecutada por un violonchelo y un violín sorprende a más de uno en las peatonales. Kathleen y María Elisa son estudiantes de música y “vierten sobre la multitud que fluye el vibrante sonido de las cuerdas, despertando la curiosidad de los que pasan”, destacan desde Canción de la Ciudad.
“La calle es todo lo opuesto que te puede ofrecer una institución, que te va a llevar al teatro, a un lugar cerrado”, dice María, violín en mano. Con Kathleen se conocieron en un ensayo de un ensamble de la Escuela Provincial de Música y comenzaron a pensar en armar un dúo. Kathleen, oriunda de Bariloche, viene de una familia con músicos callejeros y pensó en hacer su propia experiencia: “Estar en contacto con la gente, que los chicos que venden pañuelitos te dejen una moneda o que la gente se emocione”, eso es tocar en la calle. Ambas muestran orgullo de sacar sus instrumentos de sus estuches y que el escenario sea la calle y no una formación en un teatro.
Carlos del Mar nació en un barco, hace 63 años, entre Uruguay y la Argentina. Se crió y vivió en la Ciudad de Buenos Aires, en 25 de Mayo y Viamonte, “en El Bajo”, acota, “donde estaban todos los ambientes de la noche. Los de la lucecitas rojas; en ese lugar”, precisa. Su abuelo tocaba el violín, su madre era profesora de piano y su abuela cantaba zarzuela y ópera.
“Las vueltas de la vida me dejaron ciego, sabemos que la vida no es fácil pero es menos fácil si nos entregamos. A la vida no hay que entregarla nunca, hay que vivirla”, afirma Carlos del Mar que se presenta como poeta y músico.
“Ganarse la vida como músico callejero tiene mucho valor”, dice. Cada día besa su guitarra y agradece haber encontrado a Yanina, su compañera. “El hombre si es hombre se ve realmente en la calle. Pelando en la calle, pero no peleando con otro hombre, peleándole a la vida”, señala con su voz profunda, la misma que acerca coplas y recitados en la peatonal Córdoba.
“Mostrame así, fijate el espacio que yo ocupo y el que ocupan los corralitos de obras”, pide Agua Dulce a la fotógrafa de Más. Sentado en su banco, guitarra en mano, este joven rosarino no sólo toca la guitarra y canta sino que interviene su pequeño espacio con consignas. “Fuera Monsanto” dice un cartel artesanal que acomodó a su lado. Busca generar conciencia sobre la comercialización de los recursos naturales y defender el derecho al agua, que “vale más que el oro y la soja”.
Su cancionero busca recordar las luchas obreras, pero también la ternura, reclama por los que no son escuchados. Desde la zona norte llega con su bicicleta, no les teme al frío ni al calor, “tengo el agua”, que lo protege, afirma. Su atril contiene voces de protesta.
La música y los músicos, en un portal colmado de recursos, donde se cruzan narrativas, lenguajes, abierto, participativo, como la calle, esa que sueñan las canciones.
Recital
Canción de la Ciudad se presentará el sábado próximo, a las 21, en la sede de la Facultad Libre (9 de Julio 1122). Los músicos brindarán un recital. Durante la actividad se pasará “una gran gorra” para recaudar fondos y así editar un CD de Canción de la Ciudad, que será entregado a los músicos para que ellos tengan el material y lo puedan distribuir.
Créditos
Integran el equipo de Canción de la Ciudad: David Paternina (idea original), Patricio Irisarri (dirección), Giancarlo Luna (producción general), David Paternina (guión transmedia), Andrés Aseguinolaza (dirección de fotografía y montaje), Juan Ignacio Porta y Martín Pérez (camarógrafos), Agustín Pagliuca (sonido directo), Irisarri y Luna (entrevistas), Martín Pérez (posproducción de video), Jeimi Castillo (identidad gráfica, diseño y desarrollo web) y Fernando Goméz Hernandez (foto fija). Con el apoyo de Espacio Santafesino, la Facultad Libre, Cooperativa La Masa, la Maestría en Comunicación Digital Interactiva y Productora Wasabi.