La buena práctica de la lectura como instrumento para afianzar la democracia
Los libros han almacenado y revelado desde sus páginas la experiencia de hombres y mujeres, de aquí o de otras partes, de nuestra época o de tiempos pasados.
19 de marzo 2016 · 01:00hs
“Memoria y lectura constituyen un binomio que invita a pensar. Los libros han almacenado y revelado desde sus páginas la experiencia de hombres y mujeres, de aquí o de otras partes, de nuestra época o de tiempos pasados, por ello la lectura como práctica convoca a otras formas de vínculo social, a otros modos de recordar, compartir, socializar y sobre todo es un modo de reafirmar la imposibilidad de barrer o cubrir con alfombras de colores, los vestigios de la memoria, los sufrimientos, los placeres, avatares y todo a lo que ha marcado y da sentido a la experiencia humana”. Con esta cita de la escritora Graciela Montes, un rico plan de lectura que se implementa en el Chaco invita a abordar en las escuelas el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
La iniciativa la acerca el profesor en letras por la Universidad Nacional el Nordeste Oscar Yanisselli, ante la consulta de La Capital sobre cómo desarrollar el tema a partir de la lectura. Yanisselli hasta hace poco era referente regional del Plan de Lectura de Nación. También es un especialista dedicado a promover la buena literatura y las prácticas lectoras, además de capacitador de docentes en esta materia. El educador repasa un documento de trabajo que desde el Plan Provincial del Chaco recrean año a año en las escuelas de todos los niveles, institutos de formación docente y bibliotecas. Los aportes de los materiales ofrecidos buscan acercar una serie de propuestas pedagógicas para abordar el tema de la memoria y los derechos humanos “con los niños y jóvenes, «desescolarizándolo», resinificándolo y diversificándolo, en cada contexto institucional con el aporte de sus respectivos equipos directivos y docentes”. Y en esa tarea hay un lugar de preferencia para los libros.
“No en vano las dictaduras en las diferentes partes del mundo han intentado acabar con la lectura y las bibliotecas, porque sin dudas los libros y los lectores son y han sido eslabones claves del tapiz social y cultural y sustento imprescindible para las democracias plenas. La lectura une y abre el diálogo intergeneracional, y en este sentido la escuela sigue siendo un espacio público privilegiado para que esta práctica social y educativa (esencialmente en su modalidad compartida) asuma, entre chicos y jóvenes —guiados por docentes comprometidos— múltiples formas y experiencias, se concrete en diversos momentos, utilizando distintos géneros y soportes textuales; a sabiendas de que el acto de leer representa, para todos, un derecho cultural inalienable que puede devenir en posibilidad cierta de acceder a la verdad y a la justicia”, se argumenta en este trabajo orientado a recuperar el papel de la literatura en la construcción de la memoria colectiva. Y agrega: “Leer, no sólo en el sentido del encuentro ocasional con el texto escrito sino lectura de la realidad, de los hechos y contextos históricos, lectura del mundo, del propio mundo, del mundo del otro, lectura para posibilitar y asumir el derecho que los jóvenes tienen de conocer la historia para no repetir acontecimientos aberrantes, indignos e inhumanos; leer para ejercer en plenitud el derecho de pensar y crear escenarios de vida más justos, más dignos y más inclusivos; leer y disfrutar para educarse en un ambiente de respeto por las diferencias, por los derechos humanos y por la democracia”.
Recomendados. Entre los textos de la literatura infantil y juvenil que evocan a la memoria, mencionan: El año de la vaca, de Márgara Averbach; Los sapos de la memoria, de Graciela Bialet; El mar y la serpiente, de Paula Bombara; Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann (prohibido durante la dictadura); La casita azul, de Sandra Comino; Así en la tierra como en el cielo, también de Sandra Comino; La torre de cubos, de Laura Devetach (prohibido durante la dictadura); La rebelión de los conejos mágicos, Ariel Dorfman; Los agujeros negros, de Yolanda Reyes; Prohibido el elefante, de Gustavo Roldán; La memoria de los seres perdidos, de Jordi Serra i Fabra; La composición, de Antonio Skármeta; El negro de París, de Osvaldo Soriano, y La soga, de Esteban Valentino.