Con aceptable cantidad de público, María Creuza volvió a Rosario para mostrar "Clásicos" en el teatro Broadway. En este show, la artista bahiana tributó a grandes creadores brasileños como Vinicius de Moraes, poeta fundamental, cuya obra toma alto vuelo con su voz.
Relajada, recién llegada a la Argentina luego de una estada en Río de Janeiro, un breve set instrumental dio marco musical al celebrado ingreso a escena de María Creuza.
Víctor Díaz Vélez (su esposo, cordobés de Villa María), aporta desde hace cuarenta años la dirección musical y su swing en el piano. La sólida base rítmica la aportan los jóvenes y talentosos Facundo Ciminelli (bajo) y Esteban Rotunno (batería).
"Como dijo el poeta (Vinicius), hoy es sábado y todo va a funcionar", saludó en correcto español e invitó a cantar con ella. Había iniciado el recorrido con "Onde anda vocé" y "A felicidade", en donde el público aceptó sumarse y cantó con ella una de las obras cumbres de la dupla Jobim-Vinicius.
Creuza interpretó con solvencia "Garota de Ipanema", en una nueva versión, mejorada, algo nada sencillo con una obra de tal magnitud y trascendencia, demostrando como siempre estar a la altura de ese nivel de creaciones.
"Salud y saravá, por un mundo mejor" propuso en un imaginario brindis con la gente y "como buena bahiana, pienso que las personas que han sido importantes en nuestras vidas, están siempre con nosotros, él andará por acá", agregó de modo introspectivo refiriéndose a Vinicius.
Con su mágica voz transportó a un mundo exquisito cantando "Tarde em Itapuá". En el final de este tema, quiso seguir hablando de Vinicius, pero la emoción la dejó sin palabras.
Dedicó un tramo al recuerdo de La Fusa, rescatando "Eu sei que vou te amar", una de las primeras que cantó «de y con» Vinicius en aquel célebre disco grabado en Buenos Aires en 1970. Cada canción era introducida por una anécdota. "Vinicius estaba siempre enamorado, en esta ocasión quería recuperar el amor de su séptima mujer", contó antes de interpretar "Tomara", un samba, una de las pocas a las cuales Vinicius también le puso música.
Con el mismo clima, intimista, dedicó la siguiente "a las parejas presentes, que piensen en sus amores con esta canción del inspiradísimo Vinicius, el poeta del amor". El exquisito repertorio continuó con un tema que en aquel momento de su vida definió su carrera. Fue durante aquella visita a la casa de Vinicius en Río de Janeiro. Después de presentarle a su sexta mujer, embarazada, esperando a su última hija (María), el poeta la escuchó cantar a capella "Manhá da carnaval" y ahí se selló el inicio de la relación artística y personal entre ambos.
Volvió a emocionarse dedicando "Dindi/Por causa de vocé" a Mayra, su nieta mayor que el viernes cumplió veinte años. Tenía otro motivo para resaltar su afecto por esta obra, ya que con ésta ganó un importante concurso en Bahía.
Cambió de clima y propuso levantar el ánimo. "Somos muy hermanos, tenemos problemas similares", dijo antes de subir el ritmo con "Marcha da quarta" y "Vocé abusou", tras lo cual comenzó a despedirse cantando con la gente "Tristeza".
Volvió dos veces para recordar nuevamente a Toquinho con "Qué maravilha" y, con algunos ya en la vereda del teatro yéndose, para regalar un bonus: "Se todos fossem iguais a vocé".
La contundente poesía de Vinicius De Moraes y la belleza estética de Toquinho, Jobim y los demás compositores la instalaron en el universo de estos grandes creadores. Lo hizo con la autoridad que le dan su historia como cantante y el privilegio de haber convivido con semejantes músicos y poetas.