Érica Rivas paseó su talento por la televisión, el cine y el teatro. Y brilló siempre. Todavía se la puede ver en la pantalla chica con su inolvidable María Elena de "Casados con hijos", y la foto más icónica de la taquillera "Relatos salvajes" pertenece a ella: esa novia que estalla en plena fiesta de casamiento. Ahora la actriz vuelve a Rosario con otro éxito, la obra "Escenas de la vida conyugal", que protagoniza junto a Ricardo Darín. Después de sus funciones a sala llena el año pasado, la pieza escrita por Ingmar Bergman en los años 70 —que fue miniserie, película y obra de teatro—, regresa a la ciudad para presentarse desde el próximo miércoles 1º de junio hasta el domingo 5 en el teatro Auditorio Fundación, Mitre 754.
En la obra dirigida por Norma Aleandro, Rivas y Darín encarnan a Mariana y Juan, un matrimonio que vive una rutina cómoda, con buenos empleos, dos hijas y sendas agendas repletas de compromisos sociales. Pero poco a poco los dos verán cómo la relación se derrumba. La puesta prendió tanto en el público que ya lleva más de 300 funciones en Argentina y fue vista por más de 150.000 espectadores.
Antes de llegar a Rosario, Érica Rivas habló con Escenario sobre el suceso de "Escenas de la vida conyugal", dijo que su personaje cambia todas las noches y se mostró muy crítica con el matrimonio como institución. "Es imposible meter las relaciones en un esquema institucional", aseguró.
—"Escenas de la vida conyugal" se transformó en un fenómeno de público. ¿Por qué creés que la obra genera tanto interés, más allá de la popularidad de los actores?
—En primer lugar hay que decir que Bergman es uno de los autores más importantes del siglo pasado. Y la obra tiene esa característica de los clásicos: está hablando de un problema de una manera muy sencilla y muy honda al mismo tiempo. La obra encierra una pregunta que sigue abierta y que por suerte no tiene ninguna respuesta, que es cómo se sostiene el amor a través del tiempo, de las instituciones, de los hijos, de las edades, de la diferencia entre los sexos, en este mundo y en este momento. Esa es una pregunta que todo el tiempo nos estamos haciendo, al menos los que queremos tener pareja, los que no queremos estar solos. La pregunta no sólo tiene que ver con el amor de pareja sino con el amor en sí, porque en la obra también se habla del amor por los hijos. Es una obra que de una manera muy sencilla toca un tema muy complejo. Todo está dicho de una manera que parece fácil de comprender. El misterio es cómo se hace, cómo se mantiene el matrimonio (risas).
—¿Cómo describirías a Mariana, tu personaje?
—Primero te diría que todos los días Mariana es bastante distinta (risas). Todas las noches, cuando termino la función, me digo: "Esta Mariana es distinta a la anterior" (risas). Pero ella tiene algo básico que es que ama a ese hombre, y es consecuente con ese amor. Cuando digo que es consecuente me refiero a que no importan un montón de cosas que se supone tendrían que importar para sostener una relación, y sin embargo el amor no desaparece. El dilema es qué se hace en esa situación. Pero ella después tiene un arco de transformación.
—¿Con qué tipo de marido le toca lidiar a Mariana?
—Juan es un hombre que también tiene una transformación muy grande. Al principio es un buen marido, un buen padre, es todo lo políticamente correcto, hasta que en un momento decide salirse de los esquemas y vivir de otra forma. Es una forma que puede ser condenable o medio antipática, pero creo que él también es víctima de este sistema institucional. Es un hombre que trata de ser feliz y que ama profundamente. Son personajes muy fáciles de entrar en la gente.
—Tu mirada sobre los personajes, ¿fue cambiando con el paso del tiempo?
—La mirada del que actúa el personaje es muy distinta, porque lo que se vive actuando es muy especial. Cuando uno lee una obra o mira un cuadro lo hace desde afuera, pero cuando uno está adentro no podés prever lo que te va a pasar. Para mí todas las noches van cambiando los personajes. Y tienen pequeñas cosas que se van a agregando noche a noche, o que van mutando. Hay cosas que desde afuera yo pensaba que eran importantes en mi personaje y después cuando estaba arriba del escenario no tenían la menor relevancia (risas). O al revés: cosas a las que no le prestaba atención para nada después terminaron teniendo una intención muy fuerte. Lo interesante también es lo que pasa con el público, que te completa el sentido. Cada público te enseña algo distinto.
—La obra maneja un tono satírico, el humor está más presente que en la película de Bergman. ¿Creés que eso aliviana un poco los problemas que se muestran?
—Yo no siento que el humor aliviane algo. Siento que en el humor hay una hondura más grande que en las formas que tienen los relatos dramáticos. La intención con respecto a la obra original cambia porque es muy distinto el momento histórico que estamos viviendo. Hace 40 años, cuando Bergman concibió la serie y la película, el mundo era muy distinto. Las mujeres ahora no somos iguales y también hay muchas diferencias entre las latinas y las mujeres nórdicas. La temática es la misma, la angustia es la misma, pero las maneras de abordarlo son diferentes. Quizás acá aparece algo que tiene que ver con lo cómico o con lo gracioso, pero sin intención de nuestra parte. Incluso muchas veces nos sorprendemos de que la gente se ría. A veces te reís de angustia, o de nervios. Desde el escenario muchas veces escucho risas de nervios. Para mí el teatro es un lugar de expresión tanto de los actores como de los espectadores. Es fabuloso que haya un espacio donde podamos sentirnos libres de hacer lo que queremos.
—¿Por qué creés que hay tanto conflicto entre el matrimonio y el paso del tiempo?
—(Pausa) La institución matrimonial implica una relación que tiene que ver con la convivencia y con la fidelidad. Yo creo que el matrimonio es el corset del amor. Además se supone que el matrimonio tiene que ser igual para todos. Hay gente que puede vivir tranquilamente bajo los parámetros del matrimonio, pero otros no. La institución encorsetó la manera de vivir un amor para que podamos funcionar en una sociedad de consumo. Eso hace que nosotros nos sintamos muy infelices en el tiempo porque el ser humano cambia, no es siempre el mismo, afortunadamente. Hay tantas parejas como personas y hay muchísimas formas distintas de encontrarse. Fijate todos los cambios que hay ahora con la diversidad sexual. Eso antes traía mucha angustia. Ahora por suerte no. Pero las instituciones no nos hacen libres, todo lo contrario. Es muy loco vivir con ciertos parámetros para algo que es tan libre, inasible, hondo, distinto para cada persona y nuevo en cada encuentro. Es imposible meter las relaciones en un esquema institucional. Este esquema además fue hecho por hombres para meternos en una sociedad de consumo. Las mujeres estamos totalmente afuera de eso, padeciendo situaciones, y ni siquiera fuimos las que lo armamos. Sin embargo nos metemos igual en esa situación, y la padecemos, la sufrimos, la criticamos y encima nos criticamos entre nosotras. Y también criticamos a los hombres (risas).
—Darín parece estar siempre de buen humor. ¿Es realmente así o a veces se enoja?
—No, es realmente así. No se puede creer el carácter que tiene ese hombre. Y Florencia, la mujer, es igual. Los dos son divinos.
—Ahí tenés un matrimonio que ha funcionado...
—Sí, totalmente (risas). Ellos todo el tiempo salen de los parámetros del matrimonio típico, encuentran su manera, lo van armando minuto a minuto. No se sabe cómo es. Los dos son geniales y Ricardo es un sol. Nunca lo vi de mal humor, ni agresivo ni mal con la gente, todo lo contrario. Es un tipo que siempre está pensando en los demás, siempre está llamando, preguntando. En el escenario encontramos una dinámica en la que siempre aparecen cosas nuevas. Eso es hermoso y es lo que nos hace seguir divirtiéndonos.
—¿Tenés proyectos en televisión?
—Por ahora no. Mi problema con la televisión son los tiempos. Las tiras tendrían que ser más cortas. Tengo muchas propuestas para hacer cine, y me encanta y me comprometo mucho con los directores. El cine tiene tiempos largos y en la tele los tiempos son indefinidos. Te dicen hasta diciembre y después es hasta febrero. Y no podés hacer todo junto. Postergo la tele porque me gusta mucho hacer cine. Además no sé si tengo la fluidez y la simpatía de los actores de televisión, que pueden resolver situaciones en el momento. Yo soy una actriz más de texto, me gusta mucho el texto.
—Vos estudiabas Psicología y dejaste para ser actriz. ¿Qué fue lo que te inclinó para la actuación?
—Yo toda la vida sentí un llamado hacia la actuación. Lo sentí desde muy chica. Pero mi familia no tenía nada que ver con la actuación, entonces yo no tenía a nadie que me ayudara a pensarme como actriz. Todos me decían: "Hay un montón de actores pero a nadie le va bien. Tenés que pensar en otra cosa por las dudas". Mi padres eran profesores en la Facultad, no me podían ayudar económicamente, y no sabían cómo responder a ese monstruo que era yo, que quería ser actriz y con tanta vehemencia. Al final me impuse porque era inevitable, no podía hacer otra cosa. No sé exactamente cómo pasó, pero era lo que tenía que ser. Tenía la vocación muy marcada. Si no me convertía en actriz me iba a volver loca.