Que no juegan por la altura, que tienen una molestia y descansan, que son dos partidos en la semana y no tienen recuperación. Para Emanuel Fabrizio, de 32 años, mediocampista de Argentino, que milita en la primera D, repartidor de pan, divorciado y padre de una nene de 6 y una nena de 2 años, esas quejas son prácticamente ñañas.
"Siempre lo hablamos con Ezequiel (Piernas, también jugador del equipo salaíto) con quien hacemos el reparto mañana y tarde: uno escucha esas cosas y no podés creer la suerte que tienen de vivir de eso, de entrenar doble turno. Cuánto nos gustaría a la mayoría. Porque no nos engañemos, el fútbol es pasión, pero a los jugadores como nosotros no nos da de comer. Con este trabajo de repartidor gano tres veces más que con el fútbol, si juego de titular, porque de suplente gano menos aún" , dijo Fabrizio antes de contar cómo jugar es también ganarse el pan de cada día, como elgrueso de los futbolistas.
La mirada crítica de este jugador-repartidor no se posa sólo en las estrellas del fútbol sino también en la
AFA que está discutiendo cuando comienza oficialmente a rodar la pelota.
"Parece que empezamos a mediados de marzo, es una lástima esta demora, la Argentina vive de fútbol y la entidad madre es un circo negro que por una cosa o por otra, no puede organizar el torneo. ¿Con la plata que se gana y no empieza a jugaro? Nosotros seguimos entrenando, no queda otra, pero la pretemporada se alarga y eso no es algo sin importancia: hay fechas programadas para aflojar con la carga física y hacer más trabajo de pelota. Se hace lo que se puede", dijo Fabrizio, quien hoy aprovechará la mañana para atender a todos sus clientes y, por la tarde, viajará con el equipo albo a Elortondo, a jugar un amistoso a las 16.30.
El mediocampista se levanta cada mañana a las 6, a las 6.30 carga la chata con pan envasado (para hamburguesas, miga y criollo de campo) y pizzas. Se calza los botines y entrenará hasta las 10. Se sube a la chata, visita a algunos clientes y a la tarde vuelve al ruedo como repartidor desde las 16.30 a las 20. A la noche cena con sus hijos.
Ayer Ovación lo cruzó por las calles rosarinas de zona oeste, pero la postal no es fija: a veces, el reparto recorre el mapa de Ricardone,
San Lorenzo, Baigorria o Fray Luis Beltran.
Su padre, Roberto, es entrenador y como si el trabajo fuera algo congénito, también es repartidor de pastas. Su madre es ama de casa. Dijo que cuando tenía 18 años, un representante lo sedujo para ir a jugar a Chile. "Habló con mis padres y todo. Pero después terminé entrenando solo en el parque Alem", se lamentó antes de confesar que levantarse de esos bajones anímicos no es fácil y que el fútbol además de "capcidad ", implica una cuota importante de "suerte".
Terminó el secundario, y cursó un terciario y se formó como técnico. "Soy perito clasificador de ganos, pero no ejercí. Como técnico sí: trabajé cuatro años en el baby de Adiur y en España", dijo este "5" admirador de otros en su puesto como Fernando Gago, Néstor Ortigoza, Iván Rakitic y Andrés Iniesta.
Pero lejos de los brillos, para este "5" que comenzó a jugar a los 6 años en Adiur, que pasó por las inferiores de
Newell's, por Talleres de Córdoba, Cruz Azul de México,
Real de Arroyo Seco, Tenerife de España y varias ligas del "campo", según sus palabras, desdoblarse en varios personajes no es incomodidad.
Mucho menos una afrenta cuando se trata de ponerle el pecho al club que hoy lo cobija. "Para mí Argentino es mi casa. Cuando era chico lo iba a ver, después vestí la camiseta, fui capitán, peleé el ascenso y mantengo el sueño de ascender. Con otros jugadores nos hemos quedado a regar la cancha, limpiar los vestuarios, acomodar la utilería, colaborar en lo que se puede. Uno lo hace por cariño". Qué duda cabe.