Al día siguiente de la conmemoración del 20 de junio, la polémica se centra en si el gobernador Hermes Binner debió o no debió haber hablado en el acto del Monumento a la Bandera. Hay que decirlo crudamente: enfrentar el micrófono le hubiese significado al socialista soportar una corriente ininterrumpida de silbidos que difícilmente los esfuerzos de la presidenta hubiese podido acallar.
Imaginemos la foto: ¿sería aconsejable para un nobel candidato a presidente aparecer entrecortado mientras una dama de otros pagos y con la cual competirá solicita, a su diestra, al público, un poco de piedad como si fuese una madre?
En danza hay dos versiones y nadie sabe cuál es más cierta.
La primera indica que desde la semana pasada Ceremonial de Presidencia impuso que iba a haber una sola oradora; que debía hablar Cristina y nadie más. Y que los funcionarios de la Municipalidad de Rosario se jugaron a aceptar la condición convencidos de que amenamente le iban a poder torcer el temperamento a la primera mandataria.
La segunda afirma que Binner iba a hablar antes que la presidenta pero que consciente del público militante que tenía enfrente y la segura reacción que iba a haber, desistió.
Lo cierto es que ayer, 20 de junio, Presidencia de la Nación le ofreció a la ciudad de Rosario un acto a la Bandera "llave en mano", donde hasta la locutora era propia. ¿Nadie se acuerda que varios soleados 20 de junio contaron históricamente con la animación de Julio Cesar Orselli y Alberto Lotuff? Digámoslo claramente: ¿alguien imagina, en un año electoral y conociéndola a Cristina, dejar que la fiesta y los coros del Parque a la Bandera, en una ciudad y en una provincia socialista, se los maneje algún locutor independiente de Rosario? Eso sería no conocer el nervio que alimenta el kirchnerismo.
"Things happened", dicen los yanquis.
Hay otra cuestión: los funcionarios socialistas que estaban en el Monumento nunca sospecharon de las cerradas imágenes que transmitía la cadena nacional. Binner y Lifschitz no aparecían. El foco se cerraba en la presidenta, con Agustín Rossi, Omar Perotti y María Eugenia Bielsa estratégicamente ubicados detrás suyo cuando había que panear un poco. Eso, al socialismo, en su casa y luego de tanto mimo le resultó una cachetada. Por eso esta mañana las espadas de Alicia Ciciliani, Raúl Lamberto salieron a blandir más duramente que Juan Carlos Zabalza y Antonio Bonfatti.
Teoría arriesgada: desde el bochorno del menemista Batata Mesa (¿se acuerdan?), a la postre concejal, cuando tiró unas bofetadas a jóvenes radicales socialistas (año 93) el socialismo fue dueño del acto del 20 de junio.
Ayer el peronismo -como tanto le gusta- se le plantó.