Un verdadero golpe a la homeopatía ha decidido aplicar Estados Unidos: la Comisión Federal de Comercio (FTC) de EEUU aprobó una norma para que las obligaciones de la industria farmacéutica sean exactamente iguales a la homeopática. Hasta ahora, sólo la primera debía demostrar que los medicamentos eran algo más que un placebo y que tenían evidencia científica de su efectividad.
Con la nueva ley, los fabricantes de productos homeopáticos deben realizar pruebas en laboratorio mediante doble test ciego —el mismo que pasan los farmacéuticos— y a partir de los resultados establecer lo que se anunciará en la etiqueta. Por ejemplo, si el test científico de un producto para el resfrío falla, en la etiqueta no podrán poner que alivia esta enfermedad.
La Comisión Federal de Comercio explica que si no hay evidencia de cura deberán especificarlo en el envase y reconocer que las virtudes de los compuestos se basan en teorías del siglo XVIII que han sido rechazadas por "la mayor parte de la comunidad científica actual".
Cada año las ventas de productos homeopáticos alcanzan los 1.200 millones de dólares solamente en Estados Unidos.
Una situación similar se está viviendo en España, donde un colectivo compuesto por numerosos farmacéuticos llamado FarmaCiencia convoca a los científicos a pronunciarse sobre la homeopatía. Y pide acciones concretas al gobierno. La Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac), con 3.700 asociados, reiteró que no existe una sola evidencia empírica de "la supuesta eficacia de la medicina homeopática".
Las primeras reacciones provenientes del campo homeopático norteamericano han sido que la nueva disposición es producto de una "guerra de la industria farmacéutica" contra la homeopatía. Aseguran que los productos "naturales" homeopáticos, en su mayoría, sí contienen estudios científicos previos y que la evidencia de su efectividad se demuestra en que los síntomas de los pacientes desaparecen cuando los toman. "Si no fuera así, ya no existirían", explicaron.
De hecho, La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó, hace varias décadas, a la homeopatía y a otras disciplinas, entre ellas la herbolaria y la acupuntura, como medicinas tradicionales distintas a la convencional y "complementarias", explica la cadena británica BBC.
En la Argentina la homeopatía está ampliamente difundida, pero no existen medicamentos homeopáticos de venta libre. Tampoco hay laboratorios que los produzcan, tarea que queda exclusivamente en manos de los farmacéuticos con autorización para prepararlos a partir de las indicaciones del médico.
En el país hay cerca de 2.000 homeópatas diplomados, cuyo título no tiene reconocimiento oficial, más allá de que cada vez más profesionales recomiendan sus tratamientos como un complemento para la medicina clásica. Hay un gran mercado de clase media y clase acomodada —unos 300 mil argentinos, se estima— que recurren a los homeópatas; muchos de ellos incluso con el permiso del médico de cabecera.
Angel Yahbes, presidente de la Asociación Médica Homeopática Argentina, sostiene que "los pacientes se curan: si no funcionara no tendríamos pacientes". Según el médico, lo que separa a la medicina tradicional de la homeopatía es que "son diferentes enfoques. Para la medicina clásica hay un paciente con un problema que tiene que resolver. Lo saca de esa crisis y para ellos ya se curó. Para nosotros eso no es suficiente, también tiene que mejorar desde el punto de vista físico y mental. La homeopatía es una medicina integral".
Polémica. La homeopatía es un método que busca curar enfermedades a través de cantidades ínfimas de la sustancia que si se aplicara en grandes proporciones, produciría los mismos síntomas que se quiere combatir. De esa forma, para tratar una enfermedad, se diluye en agua la misma sustancia que causa el mal, pero en proporciones infinitesimales.
Un ejemplo real consiste en un remedio homeopático de cafeína para curar el insomnio. Según la homeopatía, si la cafeína se toma en proporciones mínimas, hace lo contrario: dar sueño. El preparado se obtiene mezclando un parte de cafeína con 99 de agua. Se agita y luego se vuelve a mezclar con otras 99 partes de agua, explica El País. La mezcla se consume líquida o se solidifica con sacarosa o lactosa, adquiriendo formas circulares.