Tres embriones fecundados in vitro y congelados, un papel que expiró y una mujer dispuesta a dar una batalla judicial por ellos. Es la historia de la británica Samantha Jefferies, de 42 años, cuyo marido, Clive, murió repentinamente de una hemorragia cerebral, cuando los dos se sometían a un tratamiento de fertilidad en el condado de East Sussex, Reino Unido.
Samantha dice que los embriones representan su "última oportunidad" de tener un hijo de su marido muerto. Sin embargo, la ley establece que los embriones no pueden ser almacenados una vez que el consentimiento ha expirado.
Clive, un veterano de la guerra de las Malvinas, murió antes de renovar el acuerdo para mantener los embriones congelados. "Estos son mis embriones y creo que debería estar facultada para decidir lo que les pasa", se queja Samantha. "Si los destruyen, voy a tener que vivir un segundo duelo".
Clive Jefferies sirvió en el cuerpo médico del Ejército Real. Tras la guerra en e Atlántico Sur y después de dejar el ejército, trabajó como enfermero. La pareja se casó en 2007.
En Reino Unido, los embriones (óvulos fecundados a través de la técnica in vitro), como el esperma y los óvulos, se pueden almacenar durante un máximo de 10 años antes de que las parejas deban renovar su consentimiento por escrito. Pero los Jefferies tenían financiación del sistema público para los tres ciclos de fecundación in vitro (FIV) que cubrían los costos de almacenamiento de embriones durante dos años, desde julio de 2013.
A principios de 2015, Samantha recibió una carta de la clínica diciendo que el consentimiento para el almacenamiento de embriones vencería en agosto. Pero la viuda asegura que no deberían negarle la última oportunidad de tener un hijo de su difunto marido por un "trozo de la burocracia".
La Autoridad de Fertilización Humana y Embriología de Reino Unido les pidió a todas las clínicas que no restringieran el almacenamiento de embriones a lo que establece el servicio nacional de salud.
James Lawford Davies, el abogado que representa a Samantha Jefferies y al Centro de Fertilidad Sussex Downs, le dijo a la BBC que es "de sentido común que se le permita a Samantha utilizar los embriones". Señaló que Clive Jefferies dio su consentimiento para el uso póstumo de los embriones, por lo que "no hay duda de que quería que estuvieran disponibles después de su muerte".