Todo el talento y una alta dosis de realismo mágico fueron los ingredientes que usó Gabriel García Márquez para escribir "Cien años de soledad", una de las principales obras de la literatura universal, que cumple 50 años de su primera edición.
Todo el talento y una alta dosis de realismo mágico fueron los ingredientes que usó Gabriel García Márquez para escribir "Cien años de soledad", una de las principales obras de la literatura universal, que cumple 50 años de su primera edición.
Fiel a ese estilo de fantasía y realidad que impregnó las obras que le supusieron el Premio Nobel de literatura en 1982, el escritor colombiano se encargó de rodear de anécdotas la etapa previa a la publicación del libro por parte de la editorial argentina Sudamericana, que terminó de imprimirlo el 30 de mayo de 1967.
Problemas económicos, aislamiento en el estudio de su casa de México donde escribió el libro y tristeza infinita por la muerte de protagonistas de la obra fueron relatados por Gabo a amigos y en escritos periodísticos.
El genial escritor admitió que en un comienzo no llegó a imaginar que su obra más célebre llegase a tener tal importancia.
"Pensar que un millón de personas pudieran leer algo escrito en la soledad de mi cuarto, con 28 letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal, parecería a todas luces una locura", confesó el literato en Cartagena de Indias en 2007.
La idea de relatar las historias alucinantes de la familia Buendía en la mítica Macondo empezó a rondar la cabeza de García Márquez mucho antes de 1967 a raíz de los relatos que le contaba su abuela Tranquilina Iguarán cuando era niño.
Pero ese párrafo inicial de "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo" se le apareció de repente y no pudo parar de escribir durante 18 meses.
En un artículo que publicó en 2002 en la revista colombiana "Cambio", García Márquez dijo que la idea de iniciar la obra le llegó de repente a comienzos de 1965 mientras conducía su automóvil en un paseo familiar a Acapulco.
"Me sentí fulminado por un cataclismo del alma tan intenso y desgarrador que apenas si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera", escribió Gabo, tras recordar que desde ese momento no tuvo sosiego.
La anécdota ya la había narrado en 1982 en "El olor de la guayaba", un libro de conversaciones con su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, en el que relató que el afán por sentarse a escribir el primer párrafo era tan grande que dio vuelta en la carretera para regresar a Ciudad de México.
Consciente de que no podía enclaustrarse varios meses para escribir sin ganar el sustento diario como periodista o guionista de cine, García Márquez le pidió un préstamo al también escritor colombiano lvaro Mutis. El dinero quedó en manos de su esposa Mercedes, quien tuvo que recortar al máximo los gastos y rogar al dueño de la casa un plazo prudente para pagar el alquiler.
"Lo que podía ser motivo de otro libro mejor, sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo, con nuestros dos hijos, durante ese tiempo en que no gané ningún centavo por ninguna parte. Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa", recordó el escritor en 2002.
Terminada la obra, la pareja salió al correo para enviar el borrador a Buenos Aires pero se encontró con un tropiezo: el dinero no alcanzaba para pagar el flete. La solución de urgencia fue enviar la mitad para ver después cómo conseguir dinero para el otro envío.
"Sólo después caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la primera sino la última parte. Pero antes de que consiguiéramos el dinero para mandarla, ya Paco Porrúa, nuestro hombre en la editorial Sudamericana, ansioso de leer la primera mitad del libro, nos anticipó dinero para que pudiéramos enviarla", dijo el escritor, quien murió en 2014.
La primera edición del libro de 471 páginas se agotó en tres semanas. Se vendieron 8.000 ejemplares y la editorial tuvo que preparar rápidamente la segunda edición, según narró el escritor Eligio García Márquez, hermano de "Gabo"en "Tras las claves de Melquíades". Ahí llegó "Cien años de soledad" a la cúspide de las letras castellanas.
"Fue un contrato con 500 dólares de anticipo"
La editora argentina Gloria Rodrigué fue testigo cercana de la publicación de "Cien años de soledad". Había empezado a trabajar en 1965, a los 16 años, con su abuelo Antonio López Llausás, quien dirigía el sello Sudamericana. En diálogo con DPA, Rodrigué dijo: "Fue un contrato con un anticipo de 500 dólares, que hoy parece absurdo. Pero en esa época era un autor colombiano desconocido acá absolutamente, que no había tenido éxito con ninguno de sus libros".
La primera edición de la saga de los Buendía en Macondo se "vendió volando". "No había pasado ni un mes y ya tuvimos que reeditarla, increíble. Fue como un milagro, porque tampoco hicimos publicidad. El boca a boca es lo que funciona, en esa época y siempre", analizó la reconocida editora.
Fue el legendario asesor de Sudamericana Francisco Porrúa quien descubrió a García Márquez, así como a Julio Cortázar y tantos otros autores. Paco Porrúa leyó "El coronel no tiene quien le escriba", "La hojarasca" y "La mala hora" —también de García Márquez— y le escribió a García Márquez para manifestarle interés en editar sus obras. El colombiano le contestó que "justo acababa de hacer un acuerdo con una editorial uruguaya, Arca, para una novela que estaba terminando ("Cien años de soledad") pero que le gustaba tanto la idea de publicar en Sudamericana, porque era una editorial que él siempre había admirado, que si podía deshacer los compromisos les iba a volver a escribir y se los iba a mandar", indicó Rodrigué.
La confirmación del futuro Nobel de literatura no tardaría en llegar a la editorial. Dejó sin efecto esos acuerdos y le envió a Porrúa el primer capítulo de "Cien años de soledad", "para ver si le gustaba". "Porrúa lo leyó y al toque le mandó el contrato y le dijo que sí, que la hacíamos, y que hacíamos todos los otros libros que ya habían aparecido. Eso fue a finales del '65", rememoró Rodrigué.
Rodrigué también aclaró ciertos mitos en torno a la obra cumbre, como el que señala que varias editoriales la desestimaron. "Dijeron que Carlos Barral la rechazó y también otros decían que Losada la había rechazado. Siempre hay mitos de que la novela anduvo dando vueltas, pero la verdad que no".