El socialismo ha demostrado que tiene una excelente radiografía y control de todo el territorio de
la ciudad, y eso quedó a la vista en las últimas elecciones en las que Lifschitz ganó en todos los
barrios. Pero tras 18 años de gobierno municipal y el reciente triunfo a nivel provincial, se
escucha en boca de algunos novatos (y otros no tanto) funcionarios locales una suerte de discurso
exitista que puede llegar a convertirse en un búmeran para el oficialismo.
Porque los excesos de confianza relajan y los microclimas enceguecen. Perder el
tacto a las demandas de la gente y el pulso a la cotidianidad urbana y al día a día es uno de los
grandes riesgos que tiene por delante el socialismo en esta ciudad.
Ni está todo bien, ni está todo mal en Rosario. Al lado de la Ciudad de los
Niños está la ciudad de los chicos de la calle, al lado de la Ciudad Digital está la ciudad de la
falta de oportunidades para muchos jóvenes, al lado de la Ciudad de la Cultura está la ciudad de
los sectores que no tienen acceso precisamente a los bienes culturales, al lado de la ciudad de los
atractivos parques y paseos está la ciudad del tránsito feroz, de los minibasurales y de los
problemas de transporte; al lado de la ciudad del boom económico está la ciudad que carga con el
índice de desempleo más alto del país.
Rosario es una ciudad muy compleja, como cualquier otra gran urbe de
Latinoamérica. En ella conviven una suerte de Barcelona con Calcuta. El socialismo siempre tuvo
presente esto, y es de esperar que no lo pierda de vista.