Se ven todos los días, y cada vez con más frecuencia. Algunos de los 2.500 haitianos que residen en la ciudad formaron hace muy poco la Asociación Civil Haitiana para promover su cultura e invitar a todos a que la comunidad los conozca. Cuatro de sus miembros cuentan cómo fue llegar a un país desconocido y abrirse paso a su estilo: con sacrificio y trabajo.
La historia se remonta a 2008, cuando Jude Etienne (31) y Nicson Agenord (36) llegaron a la ciudad junto a 24 compatriotas. Al presente, según comenta Jude, presidente de la flamante Asociación, ya son 2.500 los haitianos que viven en la ciudad. Los datos se los otorgó la Dirección Nacional de Migraciones, luego de obtener la personería jurídica. "La idea de la asociación surgió, justamente, por el crecimiento de la comunidad".
Su idea primordial es poder difundir la cultura haitiana en la ciudad. Sobre eso, Jude proyectó: "El día de mañana queremos hacer un club para enseñar francés, además de una «casa de la cultura haitiana» para poder mostrar la comida que hacemos, nuestras danzas típicas y todo lo referido a nuestra cultura".
Todo lo que hacen es a pulmón, no sólo la asociación, y sus historias los avalan. Jude llegó al país con 22 años, luego de que su familia ahorre para el boleto de avión, con un sueño: ser el segundo médico de su familia. Hoy, está a sólo cuatro materias de lograrlo: "Tengo un primo que ya se recibió, y yo sería el segundo de toda la familia. Cuando me vine, mi familia tenía miedo de que me discriminen. Pero la realidad es totalmente distinta, el argentino es amable y te ayuda". "El argentino, ni bien te conoce, te invita a comer un asado o a tomar mate", contó, con gracia.
Para entender la situación de Haití, Jude es tajante y asegura que a su país no le sobra nada: "Es muy pobre, el más pobre de América. Después de la independencia, jamás se pudo estabilizar políticamente. Y un país, para crecer socialmente, tiene que tener estabilidad". "La gente allá tiene las prioridades desordenadas: en vez de comprar agua o poner gas, se compran un televisor", se lamentó.
El presidente de la entidad aseguró que ellos llegaron al país "por sudor", luego de que sus familias hagan un esfuerzo grande, fiel al estilo luchador del haitiano. "Mi familia, como la del 80 por ciento de los que estamos acá, es básica en cuanto a la economía. Esas familias no están compuestas ni por empresarios, ni por bancarios, ni por médicos. Acá tenemos que venir a estudiar y a laburar", afirmó.
La tierra de los sueños posibles
Si se trata de esfuerzos, Nicson Agenord. Trabaja en una reconocida sala de cines de la ciudad, estudia medicina, está casado, tiene dos hijos y, como si eso fuera poco, está próximo a estrenar su primera película dirigida, producida y guionada por él, con actores haitianos y rosarinos, y que fue rodada en la ciudad (ver aparte).
"Llegamos con mi esposa, de novios, y nos casamos y tuvimos dos hijos acá", recordó Nicson, y estimó —con risas— que ellos dos fueron "los primeros haitianos en casarse acá". El flamante cineasta aseguró que para él tampoco fue fácil venir, pero que fue muy bien recibido: "Argentina da esa oportunidad a los que tienen la intención de realizar algún tipo de sueño. Por eso, para mi, Argentina es la tierra de los sueños posibles". Y consideró que "todo depende de uno, de lo que se plantea para lograr el objetivo, para conseguirlo".
Sobre el día a día, Nicson consideró que Rosario es una ciudad "muy amigable" donde "la gente te abraza. No te conoce, pero te quiere conocer". Además, comenta entusiasmado que el mate se transformó en su amigo inseparable: "¡Me hice fanático del mate! Tomo todos los días".
En consonancia con su compatriota, Nicson aseguró que "el haitiano siempre busca una salida", porque la situación de su país es complicada. "El haitiano siempre busca la oportunidad de perfeccionarse y de estudiar. Creemos mucho en la educación, en llegar a ser algún tipo de profesionales en algún ámbito; esa es la cultura que tenemos. Nos fijamos metas a realizar, como estudiar y ser alguien", dijo, convencido.
Fútbol o estudio
Otra de las 2.500 almas haitianas que recaló en la ciudad fue Losier, que tiene 25 años y llegó a Rosario hace tres años; según cuenta, sabiendo el poco español que había aprendido en la escuela.
"No fue nada fácil venir, por el tema del idioma. Lo que más me costó fue hablarlo y hacerme entender, pero con el tiempo la gente me ayudó mucho", describió este estudiante de segundo año de psicología.
Ni bien tocó suelo argentino, se fue a probar a Renato Cesarini, Argentino y Río Negro, pero tuvo que dejar el fútbol porque se inclinó, tal como hicieron sus compatriotas, por la educación. "Creo que fue la mejor elección", aseguró.
Quien también formó parte del armado de la asociación fue Maxonly, que llegó a Argentina pero, primero, desembarcó en el Chaco y luego recaló en la ciudad. Comentó que, apenas llegó, se encontró con una muy buena adaptación: "Aprendí a expresarme, y me emociona pensar que, saliendo de mi país, pensé que me iba a encontrar con otra realidad. Es ahí cuando uno se da cuenta que tiene que hacer su propia experiencia".
Y deja un final abierto, que, como pregonaron ellos con los sueños que los trajeron hasta acá, queda en cada uno aceptarlo: "Después de todo lo que nos dio Argentina, ahora es nuestro turno, desde la asociación, de invitar al pueblo argentino a conocernos", consideró.