Todavía el olor a pintura fresca gana el pequeño salón que de ahora en más será
la dirección de la Escuela Secundaria Nº 551. La directora acomoda cajas y papeles mientras, como
es habitual en su función, atiende varios temas a la vez: una inquietud del preceptor, la licencia
de una profesora y por supuesto el llamado de un grupo de alumnos que están inquietos por hacer
conocer qué piensan sobre cómo se construye una nueva convivencia escolar, el tema que los convoca
para la nota periodística.
La charla se organiza en uno de los salones que pertenecen a la recientemente
creada secundaria, y que recibe a unos 200 adolescentes de 1º a 3º años, en dos turnos. Una línea
imaginaria (algo así como decir "de acá para allá") la separa de la Escuela Primaria Nº 6.430 de
Ayolas y Grandoli. El edificio es uno solo, el ingreso y el patio también, aunque los mismos
alumnos se encargan de explicar que "hay acuerdos para no usar todo al mismo tiempo".
Estos acuerdos son parte de la convivencia obligada y que demanda un trabajo
diario de sostenimiento. De esta tarea, la directora Mónica Evangelisti rescata como ejemplo la
idea de los alumnos de ir a leer cuentos a la primaria para recordar el 24 de Marzo: "Y no
cualquiera, fueron aquellos cuentos de la escritora Elsa Bornemann prohibidos por la
dictadura".
Pero como para el nuevo secundario la misma ley de educación nacional impulsa la
construcción de códigos de convivencia que reemplacen una idea única de disciplina atada a la
subordinación a las reglas, el trabajo en esta escuela no se hizo esperar. La directora Evangelisti
muestra entonces una encuesta dirigida a los padres, profesores y docentes donde se pretende
conocer qué esperan de la escuela, entre otras inquietudes. "Queremos que las conclusiones sean el
preámbulo del código de convivencia que estamos armando", dice.
Junto a esta consulta, los chicos empezaron a organizar un centro de
estudiantes, y aunque todavía no funciona como tal, el primer paso lo dieron con la elección de
delegados por curso, cuidando que estén representados por igual chicas y chicos.
Seguir estudiando
¿Y qué esperan los adolescentes de la escuela? En mayo próximo, Belén, de 16
años, será mamá de una nena a la que piensa llamar Iara. "Por supuesto que después seguiré
estudiando", afirma cuando se la consulta cómo influirá la maternidad en su secundario. Y, para que
no queden dudas, confiesa que le gustaría ser maestra.
Belén fue la encargada del discurso inaugural del ciclo lectivo: "Pedí que no se
discrimine a nadie, que todos tengamos una buena educación y los materiales necesarios para
aprender". Sus compañeras y compañeros asienten, y agregan sobre lo que ya están acordando:
"Buscamos respeto, no insultar, no escribir las paredes, tratarnos bien y cuidar la escuela". Hacia
el final de la charla todos coincidirán en que la meta es mayor: "Queremos cambiar la imagen de
esta escuela, todos dicen que aquí no se puede estudiar, y eso es mentira; aunque cueste creerlo,
aquí estamos todos muy bien".
De los profesores rescatan el trabajo pedagógico y el compromiso con la
educación, pero también son muy claros y aspiran a que "se organicen en los horarios", que "no
lleguen tarde" y que "no falten". Argumentos no les faltan: "A nosotros nos dicen que no hay que
llegar tarde ni faltar; bueno, nosotros esperamos lo mismo".
El diálogo en el salón es distendido, abierto y sin vueltas. El grupo de chicos
que representa de 1º a 3º año —este último curso habilitado a funcionar desde 2009—
asegura que además de una buena biblioteca "estaría bueno tener internet para estudiar".
Miguel dice que su sueño es ser profesor de educación física; junto a él está
Franco, el más locuaz del grupo y el que logra organizar la charla y el discurso de sus compañeros,
quienes coinciden en que "terminar el secundario es necesario para tener un buen trabajo".
Sin comedor
Pero a Franco no se le pasa por alto la difícil realidad social que los rodea y
agrega: "Deberían valorar más el esfuerzo que hacemos para estudiar, y no sacarnos el comedor
escolar como lo hicieron ahora", una absurda decisión que el Ministerio de Educación santafesino
tomó este año para el secundario.
Todos se unen al reclamo, dicen que "hay hambre" y piden "al menos una merienda,
un sándwich como en otras escuelas". Citan como ejemplo inmediato a un compañero que trabaja por la
mañana y llega justo al mediodía a la escuela: "Trabajo en un taller, apenas tengo tiempo para
bañarme y llegar a horario", grafica el alumno.
¿Cómo se construye la convivencia escolar? Las respuestas se orientan al diálogo
y a la presencia permanente de los adultos. Eso incluye al Estado.
Al final la fotógrafa les pide a los chicos que se organicen para una foto. La
propuesta no los convence, entonces contraofertan otra: "Nos sentamos todos alrededor de una misma
mesa, con las manos extendidas y miramos para un mismo lado", propone Franco. El resto se suma.
Después de todo, de eso se trata la convivencia escolar.