"El primer año viví en una pensión, con otras 20 chicas. Había integración y se formaron grupos de amistad. Después me mudé con una amiga de mi ciudad a un departamento y luego viví sola", dice Macarena Rodrigo (22 años), quien llegó en 2010 de Bariloche para estudiar comunicación social, en la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Una de sus actuales compañeras de estudio, Julia Gaucht, de la santafesina San Vicente, agrega: "En la facultad, la mayoría no somos de Rosario, eso nos lleva a relacionarnos y a formar grupos". Más de la mitad de los alumnos de la UNR no son de Rosario, la mayor parte proviene de localidades santafesinas, también hay de otras provincias y en menor cantidad de otros países.
Desde distintas ciudades, provincias y hasta otros países, llegan jóvenes a cursar estudios en la UNR. "El primer paso suele ser una pensión, luego alquilan con otros compañeros o amigos de sus pueblos. Pasan por distintas experiencias y algunas suelen ser frustrantes. El proceso de aclimatación es difícil por esa situación de dependencia efectiva y económica", indica la psicóloga Ana Tossi. La investigadora trabaja en esa problemática desde su proyecto de doctorado, tras realizar una investigación sobre estudiantes de psicología, ahora abarca con otros especialistas otras unidades de observación e indagará sobre alumnos de toda la UNR.
Masivo e impersonal. "La universidad impacta por lo masivo e impersonal, hay prácticos de 150 alumnos, pero vienen de una formación en colegios donde las relaciones son más personales, casi familiares y con menos cursos de menos alumnos", señala a La Capital.
Además de las pensiones, algunos llegan a casas de familiares, como el caso de Leticia Alvarez (27 años): "Mi hermano estudiaba ciencia política y me decidí a venir tras los comentarios de un chico salteño sobre la carrera de comunicación social, aunque en Tucumán existe esa carrera".
La elección de instalarse en Rosario es tomada también por ser una ciudad más chica y tranquila que Buenos Aires, pero con marcada movida juvenil y hasta alguna salida laboral, tras acomodarse a la nueva vida. En 2008, desde Puerto Madryn llegó Nacho López (25) para estudiar historia, aunque en Trelew, a 50 kilómetros, también podía inscribirse.
"Pasé dos meses con amigos y después me mudé a un departamento cercano a la facu. Al principio me bancaron mis padres, hasta que conseguí un trabajo para pagarme el alquiler. Pero entonces comenzaron los problemas con los horarios de cursada, ya que la franja horaria no es amplia y se debe optar por la mañana o la noche", repasa el joven.
En tanto, tras graduarse en 2009, al terminar la carrera de comunicación social en cinco años, en lo que también se recibió de locutora nacional, Gabriela Ramírez (29) regresó a su Formosa natal. "La formación universitaria me sirvió en todo y regresé a mi provincia, donde también hay menos comunicadores. Trabajo en un proyecto integral educativo y de comunicación del Ministerio de educación, estoy a cargo del formato de radio (para difusión en las radios y como apoyatura sonora en el aula) trabajamos el formato radioclip, también doy clases de teoría de la comunicación en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (Uces), además pasé por un terciario de comunicación social en Tirol, y coordino talleres de radio y participo en una radio sociocomunitaria".
CaminoS Tras Graduarse. "Rosario de la Frontera tiene unos 33 mil habitantes, estamos acostumbrados a ser confianzudos. Fue bastante difícil venir, éramos tres hermanos muy unidos, regresaba sólo en vacaciones y para el Día de la Madre", dice Leticia.
Pero ahora prepara la tesina para graduarse en comunicación. "Además estudio periodismo deportivo y trabajo. Siempre me gustó rosario, mi mamá sabe que no voy a regresar. En los primeros años teníamos una beca de Salta, pero ahora no nos ayudaron ni para ir a votar. Tampoco pedí becas en la UNR", explica.
También Nacho parece afincado. "Madryn no es una ciudad chica, por lo que no fue muy complicado acostumbrarme a Rosario. Algunos conocidos me ayudaron y lo complicado fue el conseguir trabajo y el cursado en historia, hay turnos a la mañana y la noche, pero la banda horaria de la tarde no existe".
Destaca que los sistemas de becas son bastante accesibles, pero exigen un buen promedio histórico. Hay becas para transportes, uso de bicicletas y tarjetas de ómnibus; otras son para los apuntes, alimentos y hay incentivos para alumnos ayudantes, de unos 300 ó 400 pesos mensuales".
En tanto, Nacho remarca "la importancia de algunos centros de estudiantes, que además de ser una herramienta gremial de los universitario, sirven para generar nuevos vínculos y se construye nuevos lugares para la disputa académica".
Trámites a distancia. Macarena recuerda los problemas que tenía para inscribirse cuando estaba en su casa de Bariloche y el sistema informático no funciona: "Los acribillé a emails hasta que desde la Secretaría Estudiantil de Ciencia Política me tranquilizaban y nos daban más días y prioridad a los que vivíamos lejos". Por su paso por pensiones, alquileres y la cursada de materias, rescata los grupos de compañeros que formó: "Todos vivíamos lejos y nos integramos. También me ayuda mucho que mi novio estudie también aquí y sea de Bariloche, pero todo era un cambio al principio, organizarme los horarios, comidas. Mis viejos laburan y se les complica venir y yo voy dos o tres veces por año".
"Me siento una privilegiada, estoy agradecida por estudiar y vivir acá, es caro y un viaje a Bariloche sale dos mil pesos, para ir y volver. Pero no tengo la posibilidad como los que viven cerca de traerme comida de mi casa todo los fines de semana", admite risueña y cuenta más: "Casi todos los días hablo con mi mamá. Está contenta porque me ve convencida, pero sobre el futuro no tengo idea qué me deparará. No creo que vuelva, en Rosario hay muchos espacios jóvenes y creo que mis padres también se mudarán de Bariloche".
Julia, ayudante alumna en la cátedra de Redacción II junto a Macarena, llegó a Rosario para vivir con su hermano, estudiante de analista de sistema. "Vivíamos con dos amigos y luego, en 2007 alquilamos, mi hermano se fue y llegó mi hermana. Antes regresaba a San Francisco cada 15 días, luego cada mes y casi dos meses. Cuando volvemos a casa, nos manejamos con el sistema informático de la universidad o por face para poder inscribirnos. Mis amigas de mi pueblo estudian en Santa Fe", explica.
"Me gustó Rosario, tenía ganas de buscar algo nuevo, vivo a 180 kilómetros. Al comienzo volvía cada 15 días, ahora cada mes o dos meses. Mi mamá es profesora de lengua y literatura y mi papá trabaja en servicios agropecuarios".
Temores y convivencia. También admite que "algunos chicos extrañan y no se acostumbra a la nueva vida. Hay un cambio en la ciudad y se teme a la inseguridad. Además, depende con quién se viva, llegué al departamento donde vivía mi hermano y me aclimaté, luego él se fue y llegó mi hermana, ahora tomé las riendas de la casa", explica.
"Creo que el proyecto es seguir aquí o en otra ciudad, y trabajar porque ya demasiado nos mantienen", remarca al final de la charla.