La devaluación de principios de año, acompañada de un incremento de las tasas activas en el sistema financiero y la inflación en los costos de insumos para el sector agropecuario le dieron un golpe certero a la producción de maquinaria agrícola argentina. "Este no es el año que esperábamos", se sinceró el presidente de la Cámara Argentina de Fabricantes (Cafma), Carlos Castellani, para definir un escenario de desaceleración, que si bien no se puede denominar crítico, al menos genera alerta en la actividad.
—¿Cómo se encuentra el sector promediando el año?
—Este no es el año que esperábamos. Estamos bastante preocupados. Cuando nos reunimos, todos los fabricantes dicen que vendieron menos de lo esperado. En realidad, vaticinábamos un buen año porque hubo una cosecha importante, aunque se demoró un poco porque empezó a llover y eso la complicó. La realidad es que en las fábricas de maquinarias agrícolas, que en el país somos un número muy importante esperábamos poder concretar ventas que finalmente no se hicieron. Comparado con el año pasado que fue mejor que 2012 (que fue un mal año). Por eso, si la cosecha está y los precios están, creemos que el problema está en los créditos, que el año pasado explicaron el 70 por ciento de la compra de maquinaria y hoy no son ágiles. El productor no está tan interesado y cambiaron los intereses.
—¿Qué impacto tuvo la devaluación de este año en el sector?
—Creo que ese fue uno de los puntos en referencia a este escenario, porque obviamente el crédito estaba instalado y después hubo que cambiar las tasas. También creo que el gobierno se vio en la disyuntiva entre tratar de que el tipo de cambio no se siga disparando. Pero además influye la incertidumbre y el hecho de que el productor prefiere esperar un poco. Nosotros no tenemos artículos de primera necesidad. Lo que decimos es que somos fabricantes y necesitamos también los mercados de exportación. En realidad, ese punto mejoró un poco. Pero también los insumos siguen aumentando y esto es un círculo que no termina. En materia exportadora los fabricantes tampoco estamos yendo a muchos lugares. Hay casi una veintena de países que cubrimos entre distintos fabricantes (Rusia, Sudáfrica, Ucrania, Bolvia, Paraguay, etcétera). Se está intentando y algo se está vendiendo.
—¿La devaluación favoreció la presencia en los mercados externos?
—Creció un poco, pero es algo que hay que testear constantemente. Argentina vendió en su momento por un convenio con Venezuela y era el Estado el que compraba y había una cantidad importante de operaciones. Eso está frenado. Hay algunas cosechadoras, por ejemplo de la firma Vasalli, que se vendieron, pero no todas las fábricas lo hacen como antes. Y a los otros países a veces hay que ver cómo te van a pagan, si hay carta de crédito, etcétera. Son cuestiones que no hacen tan aceitada la situación.
—Europa del Este se perfilaba como un mercado con potencial ¿Cómo está ese vínculo ahora?
—Se llevaron máquinas hacia ese destino y luego se frenó un poco. Algunos problemas propios y ajenos. De todas maneras, Rusia llevó este año máquinas de algunos fabricantes argentinos, Ucrania tiene algunas dificultades y Kazajstán también, pero hay que seguir. Nuestras empresas son pequeñas y medianas, no son las multinacionales. Entonces es un esfuerzo grande. Para la gran cantidad de fábricas del sector, entre el 70 y 80 por ciento de las ventas son hacia el mercado interno y el resto es exportación.
—¿Están teniendo inconvenientes para la importación de insumos?
—Fuera de las cosechadoras y tractores, los demás implementos se hacen en el país. Son todos productos e insumos nacionales y prácticamente no hay problemas.
—¿Cómo impacta la desaceleración en el empleo del sector?
—Lo sentimos. Se está estirando el trabajo, pero no hay horas extras en esta época, cuando el año pasado para la misma fecha sí las había. Continúan sólo en sectores puntuales como el de corte, pero son pocas personas. Cómo continúa esto dependerá de lo que ocurra de aquí en adelante con la economía y el mercado ventas. Secretos no hay. Vivimos de las ventas.
—¿Los precios se mantienen o crecieron?
—Uno trata de vender, porque si vendés sin rentabilidad no es bueno, pero si no vendés, es peor, porque hay que sostener la estructura. Eso tiene un tiempo y a la larga, obviamente se siente. Nuestras fábricas están en Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires y casi todas en los pueblos y ciudades del interior y lo que menos nos gusta es achicar. Pero todo depende de la situación del productor y de la ganas que el hombre de campo tenga de comprar.
—¿Con estos números, cómo queda el mercado respecto de lo previsto?
—En tractores normalmente es un producto que se vende. Este año se va a vender, de todo, un poco menos. Porque ya estamos en junio y las fábricas necesitan para sacar un producto terminado, en el caso de las sembradoras, entre 90 a 120 días entre la compra del insumo y la fabricación. No podés hacer todo de golpe y todo es estacional porque la siembra tiene un tiempo. Normalmente en tractores habrá este año entre 5.000 y 6.000 ventas. En sembradoras bajó. En una época eran más de 4.000 y ahora se están vendiendo entre 2.000 y 2.500. Cosechadoras, se vendían 1.000 y este año será menor también. Pero siempre pasa que hay un año malo y después otro se puede recuperar.
—Los productores tienen buen precio, buena cosecha ¿A qué atribuye el freno?
—Para que nosotros vendamos tiene que haber tres condiciones: buena cosecha, buenos precios y créditos. Creo que el productor quiere usar el crédito porque le sacan el 35 por ciento de retenciones. Eso es lo que está faltando en este momento y también el tema de la confianza. La cosecha fue larga y el que compra muchas máquinas en la Argentina es el contratista que en general no tiene campo propio y no es sujeto de crédito. También es verdad que la rentabilidad en este último año del campo bajó. Es interesante aún el nivel, pero los insumos y aplicaciones y tratamientos demandaron más inversión.