Al Pacino vuelve al cine con el mejor traje que tiene en su placard: el de actor. Pero no llega desde el lugar de la estrella en su máximo resplandor, sino en ese momento en que el brillo se apaga cada día más. Y lo hace de maravillas, porque mutar es lo suyo, está en su ADN.
En la saga de “El padrino” era un mafioso temible; en “Tarde de perros”, un ladrón desquisiado; en “Scarface” es Tony Montana, un mercader de la droga; en “Serpico” fue un policía desafiando la corrupción; en “Cruising” es un detective que se mezcla en el ambiente gay; en “Perfume de mujer” se convierte en un no vidente entrañable y en “Frankie & Jhonny” es un ex presidiario que sucumbe ante el amor. Y esto es apenas un puñado de personajes de las decenas de películas dirigidas por figuras que van de Francis Ford Coppola a Oliver Stone pasando por Brian De Palma y Michael Mann.
Pero en “Un nuevo despertar”, Barry Levinson, otro experimentado y viejo zorro del séptimo arte (“Rain Man”, “Bugsy”, “Avalon”, “Good Morning Vietnam”) le encontró la vuelta para sacarle el jugo más histriónico. Uno de los dilemas que más atrapa en el filme es dónde termina la ficción y dónde empieza la realidad. “El mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son actores, con sus entradas y salidas”, dice frente al espejo del camarín Simon Axler, que bien podría ser el alter ego de Pacino. Esa delgada línea, la cuarta pared, que es cuando se rompe la barrera entre público e intérprete, se cruza permanentemente en esta historia.
Y mientras el tiempo pasa, y el caos se hace más profundo para Axler, y crece su enamoramiento hacia la hija lesbiana de su amiga, él también va perdiendo la sintonía fina de ficción y realidad. Y lo peor es que el calendario es inexorable. Axler se va dando cuenta que se puede ser mejor o peor actor, que habrá papeles que les caerán bien y otros no tanto, pero la vejez será una batalla perdida antes de librarla. Al final del filme, llegará algo de redención. Y Pacino volverá a ponerse ese traje de actor, que aunque parezca viejo y algo gastado, siempre luce a medida.