Tienen 9 años, están en 4º grado de la Escuela Nº 150 Cristóbal Colón y terminan
de prometerle lealtad a la bandera. Pero para que la promesa no quedase en el patio escolar
salieron por el barrio a mostrar qué significa para ellos la enseña creada por Belgrano.
Como todas las ideas que se gestan a puro corazón, la experiencia empezó el año
pasado con una invitación de la profesora de música, Noemí Bahamonde, para juntar dinero y comprar
retazos de telas celestes y blancas.
En 2009 la iniciativa alcanzó los 500 metros de largo. "Los chicos trajeron
durante todo el año monedas para comprar la tela, los padres ayudaron mucho", recuerda Noemí
valorando el esfuerzo minucioso para lograr la meta deseada.
Luego los nenes y nenas cumplieron con lo que ya es casi un ritual en las
escuelas: plasmar las manos pintadas en el mayor símbolo patrio, dejando algo así como una huella
del paso por las aulas junto a sus maestras.
Para la profe Noemí, la música es vivida con todo el cuerpo y por eso es que
impulsó a sus alumnos a compartir ese abrazo a la enseña con el barrio.
Así, el miércoles 17, a media mañana, partió la fila de chicos portando la
bandera. El recorrido se inició desde la puerta de la Cristóbal Colón, en Pascual Rosas al 800,
siguió por Córdoba hasta Avellaneda y regresó por Rioja.
En esas diez cuadras se sumaron otros alumnos de la Escuela 525, de la
Biblioteca Estrada, de los jardines y talleres de la zona. También los vecinos que se asomaron a
mirar de cerca qué pasaba.
Ana Laura De Copetti, Agustina Giménez y Abigail Chávez caminaban portando la
bandera. Están entre las primeras en trasladarla, por ser de 4º grado. Se ríen, juegan y discuten
cómo llevarla mejor, casi sin darse cuenta que de eso se trata sentir la enseña.
Muy cerca está Paola, la mamá de Abigail: "Estoy emocionada, es como recuperar
la creencia en la bandera", dice. También está Norma, la mamá de Gonzalo y Mariela, la de Elián,
que no paran de sacarles fotos a sus hijos.
Vilma, la abuela de Agustina, tampoco quiso perderse la caminata. Opina que el
recorrido "es una forma de mostrarle al barrio lo que se hace en la escuela, porque a veces se
ignora lo que pasa donde se vive".
Sin embargo, el mayor orgullo de la abuela es estar junto a su nieta y lo dice
con una confesión: "Yo apenas llegué hasta tercer grado, y mi nieta está en cuarto, fijate que yo
también aprendo con ella".
Sin proponérselo, Vilma recuerda la vigencia del compromiso de Manuel Belgrano
con la enseñanza pública. Es que pensaba que era esencial fomentar la educación, que se capacitara
en un oficio a las personas y sobre todo que se ofreciera educación gratuita para todos. Y, más
todavía, le preocupaba muy especialmente la formación de las niñas.
El símbolo
A la cabeza de la marcha estaba uno de los profesores de educación física, Alejandro Ortega. "El
efecto que tiene en los chicos transportar la bandera es algo difícil de olvidar", expresa, y
resalta el "sentimiento de pertenencia" que tiene con la Colón.
Más atrás camina otro grupito de chicos. "Dale, hablá vos que sos el que más sabés", le pasan la
posta los compañeros a Agustín Casafuz, un nene de 4º grado que tímidamente responde que "la
bandera simboliza la patria".
Con él van Franco Serrano, Nahuel Lostumano y Jonás Misnievich, todos de 9 años, que cuentan
detalles de cómo fue el acto de la promesa de lealtad a la bandera, donde también el coro de la
escuela interpretó el Himno Nacional en lengua de señas, los chicos de la Orquesta de Ludueña
hicieron oír sus violines y el periodista Carlos del Frade cerró con un discurso que —al
decir de los padres— permitió hacer propio el símbolo patrio en cada uno.
Y es cierto: cuando los chicos de la Escuela Colón llevaron la enseña por el barrio,
compartieron un mismo sueño y ese día todos fueron los verdaderos abanderados.