Después de su paso por los festivales de Cannes, San Sebastián y Bafici, llega a los cines "La larga noche de Fancisco Sanctis". La película, que se estrena pasado mañana, es una adaptación de una obra de Humberto Costantini, transcurre en Buenos Aires en 1977 y hace foco en la decisión que debe tomar un hombre ajeno al contexto político de la época para salvar la vida de dos personas.
Aquel hombre esperanzado en lograr en la oficina un ascenso cada vez más lejano, que es de los que van "de casa al trabajo y del trabajo a casa", carga con una misión en la mochila, y siente responsabilidad pero también miedo de que su pequeño mundo se desmorone.
Para el papel central el elegido fue Velázquez, un actor marplatense que tuvo la oportunidad de encarnar a Erdosain, protagonista de "Los siete locos", en la excelente versión vista por la TV Pública en 2015, acompañado por un elenco compacto conformado por Laura Paredes, Valeria Lois, Marcelo Subiotto y Rafael Federman.
Andrea Testa contó cómo llegaron al relato de Costantini y cómo fue llevarlo al cine a cuarenta años del inicio de la dictadura cívico-militar.
—¿Pensaban que estarían en dos festivales casi al mismo tiempo?
—No estábamos pensando en festivales sino haciendo nuestro trabajo; haber ganado el concurso de óperas primas del Incaa y la posibilidad de hacer una película ya era tocar el cielo con las manos. Para nosotros era cumplir un sueño y todo lo que vino después nos siguió asombrando, primero estar en la competencia internacional del Bafici y ganar, y al mismo tiempo que nos seleccionen para Cannes, algo impensable, lo que se dice un excelente comienzo.
—¿Cómo fue adaptar el relato de Costantini contado en primera persona?
—El eludir la voz en off formó parte de la reescritura que hicimos del primer guión; una vez que volvimos a leer la novela nos propusimos confiar en las bondades del lenguaje cinematográfico, sentirlo como un desafío y confiar en la puesta en escena.
—En este sentido hay un trabajo intenso...
—Sí, en la construcción dramática desde lo narrativo, trabajando escena por escena, como este personaje se iba desenvolviendo en el espacio, y todo el tiempo nos preguntábamos qué era lo que podía no estar diciendo.
—¿Cómo se da ese cambio en lo concreto?
—Lo que aparece en la novela es el destino del personaje: lo que queríamos era que se resaltase la voluntad y la acción de él, de ir a buscar respuestas, las posibles soluciones al conflicto, y entonces en un momento, el diálogo con la novela desapareció, dijimos apropiémonos de la novela y de su historia, y toda esa voz interior nos sirvió de bagaje.
—¿Cómo fue trabajar este punto con Diego Velázquez?
—Con Diego trabajamos mucho los matices que iba atravesando el personaje en su recorrido, sus miedos, sus temores, lo que no podía decir, como rodear eso, es decir que lo que nos ayudó mucho es el trabajo integral que hicimos con él, con fotografías, y juntos fuimos construyendo esa sensación que tiene la película.
—¿Cómo aparecen esas sensaciones?
—Aparecen en sus gestos, en cómo se mueve, también en lo que decide decir, lo que quisimos es que ese personaje también fuese una persona, puntualizamos mucho en poder entenderlo, más allá de los planos elegidos, como la punta de un iceberg que estaba muy construido por debajo. Diego manejó muy bien lo gestual. Queríamos dialogar con ese hombre común y sus contradicciones y miedos, con este momento en su vida que no se siente cómodo, en su cotidianeidad, y este conflicto que se le aparece de poder hacer un acto heroico no le permite quedarse inmóvil; a partir de ahí dijimos "queremos hablarles a todos los posibles Franciscos o Franciscas Sanctis que andan por ahí".
—¿Son como dos películas en una?
—Sí, una antes y otra después de la información que recibe, que después se va ensombreciendo, y sale el terror de adentro suyo aunque esté fuera de campo, pero en todo lo previo queríamos que la puesta en escena vivenciara cómo era aquel momento, nuestra interpretación de lo que imaginamos se vivía en esa época.
—Hay un paisaje urbano de Buenos Aires funcional, nocturno y un poco de miedo...
—No es una película realista, sino que intentamos crear una sensación con todas las herramientas y en todas las áreas, puestas en función de eso, de lo que le está pasando a él, esos lugares en donde nunca se siente cómodo, que nos costó mucho encontrar en Buenos Aires, y no contábamos con presupuesto para ambientar.
—En el Bafici hubo quienes polemizaron por la elección del tema...
—Nos preguntaban por qué otra película más sobre la dictadura, y yo diría que es presente todavía, y siempre lo va a ser. Tengo un montón de preguntas sobre el tema, a mis papás, a los papás de mis amigos les pregunto cómo fue, cómo se podía vivir, sabiendo que muy cerca de la casa de uno se torturaba gente, hasta dónde las cosas se sabían o estaban también ocultas por el miedo y para eso fuimos a hablar con gente militante y no militante. Una marcha como la que se hizo el 24 de marzo es para recordar, para que no vuelva a ocurrir algo así, pero también demostrar que la lucha sigue viva.
De las letras a la pantalla grande
Humberto Costantini fue autor teatral, poeta, letrista y novelista con un compromiso social y político que lo llevó a exiliarse en México, de donde regresó en 1983. De sus obras, también fue llevada al cine "Háblenme de Funes", en 1993, con la dirección de Raúl de la Torre y con el nombre "Funes, un gran amor". Protagonizada por Graciela Borges, Gian María Volontè, Pepe Soriano, Andrea Del Boca, Moria Casán, Nacha Guevara, Rodolfo Ranni, entre otros, tiene como protagonista a Azucena Funes, a cargo de Borges, una misteriosa pianista que llega a un salón de baile y despierta todo tipo de pasiones.