Pablo Agri no tiene embrollo con su padre Antonio, nacido en Rosario y muerto ya hace 17 años. Pablo nació en 1968, el año que se estrenaba la operita "María de Buenos Aires" de Astor Piazzolla, obra en la que su papá tocaba el violín y ya era muy popular. Heredó su pasión por el violín. Y heredó la pasión por el tango. Pablo está seguro también de que su padre fue, junto a Vardaro y Francini, el más grande violinista del tango argentino. Dijo en una entrevista de hace unos años que cuando empezó a tocar con Piazzolla, en 1962, no había manera de diferenciarlo de Vardarito... después sí encontró la forma de parar el vibrato, de consolidar un estilo propio.
Pablo Agri nació con el violín bajo el brazo o, mejor, bajo la cuna, pero con los años desarrolló un sello propio y una historia hasta hoy más que importante. Tocó, por ejemplo, con los principales músicos de tango, desde Mariano Mores a Horacio Salgán pasando por Néstor Marconi, Susana Rinaldi y Osvaldo Berlingieri. Además, es integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional desde 1992, tomó clases con el maestro Szymsia Bajour; fue becado por la Fundación Antorchas para estudiar en el Conservatorio Edgard Varese, en Francia, con el maestro Ami Flammer, obteniendo el Premier Prix en julio de 1997. En el 99 fue violín solista del show "Tango argentino" en Broadway (Nueva York) y recientemente finalizó una extensa gira internacional. Esta noche, a las 21.30 se presentará junto a la orquesta rosarina El Mejunje, en la Plataforma Lavardén.
—¿Fue el violín desde el inicio, o hubo otro instrumento más accesible o fácil de ejecutar?
—No hubo otro instrumento, arranqué con el violín a los 10 años... Para mi cumple le pedí a mi papá que me anote en el conservatorio.
—¿Papá insistía mucho o no?
—No, nada; soy el tercero de cuatro hermanos... y el único músico.
—Empezaste con la música clásica, pero ¿lo tuyo era el tango?
—Empecé con la música clásica para diferenciarme de mi viejo... piensen que nací en el 68, año que se estrenaba la operita "María de Buenos Aires", de Piazzolla y mi viejo era muy popular. Pero sin ninguna duda lo mío es el tango desde la cuna , o antes de ella, y hasta hoy, mi mejor manera de expresarme es nuestra música.
—Pertenecés, por la edad, a una generación de músicos más atraída por el rock que por el tango... ¿Un Pablo Agri rockero hubiera sido un músico al cual los periodistas no le hubieran preguntado ni comparado tanto con el padre?
—¡Jajaja!, seguramente, si tocara el bajo eléctrico o la bata nadie me preguntaría por Antonio. ¿O sí?
—Hay nuevas camadas de tangueros muy jóvenes, ¿cómo los ves? ¿Qué te gusta y qué no te gusta?
—Me gusta mucho que haya muchos jóvenes de veintipico que estudian y se toman al tango con la seriedad que se merece. Hay cantidad de buenos instrumentistas y compositores que aún siguen estudiando, me encanta y me ilusiona para seguir aprendiendo y tocando nueva música. No me gustan definitivamente las imitaciones, las orquestas que tocan como... ¡no, eso no me gusta! Considero que hay que aprender todos los géneros pero no imitar a nadie.
—¿Cómo definirías a El Mejunje?
—Cómo jóvenes talentosos que están buscando su propio camino. Que espero romperles la cabeza, en estos días, de info para colaborar en ese desarrollo. Que con la forma en que toman la profesión van a llegar lejos. Para mí siempre es un desafío y aprendizaje , también, enseñar y tocar con gente nueva.
—Venís de una gira por el exterior, ¿Qué fue lo que más te gustó de la gira?
—Este año tuve la suerte de tocar en la Alhambra (Andalucía). Adentro de este lugar único en el mundo, por primera vez se escuchó tango en vivo, y fue increíble, una satisfacción total. Dimos clases y tocamos junto a una orquesta que funciona en la Casa Argentina en París. Una orquesta integrada por jóvenes de distintas nacionalidades. Había una chica de Bélgica, tres franceses, cuatro argentinos, una japonesa, un chino, y una violinista rusa. Esto nos dice claramente que el tango es universal y se toca en todos los idiomas.