"Para eso yo canto y quiero seguir en mi oficio... hasta que ustedes me brinden su cariño, como Deus quiser, como Dios quiera", dice María Creuza y suelta una risa franca y cálida. Se refiere a la "capacidad de sorprenderse y a la emoción" que le provoca una profesión que la transformó en emblema de la música de Brasil. La cantante contó desde Río de Janeiro y con perfecto castellano, cómo será el show que dará hoy, a las 21.30, en el teatro Broadway, y al que definió como una "especie de paseo, de racconto sentimental" por los temas que marcaron su carrera con composiciones de Vinicius de Moraes y Dorival Caymmi, entre otros.
Durante la charla exclusiva con Escenario evocó además su histórica presentación en Buenos Aires en el local porteño La Fusa, se entusiasmó con la nueva generación de compositores, habló de la forma en que intenta acercar la música a las personas de menores recursos y se refirió a la compleja actualidad política de su país. También recordó otro recital histórico: el que dio en Mar del Plata donde el azar la reunió en escena con un músico cordobés, Víctor Díaz Vélez, que la acompaña en el piano y en la vida desde hace 40 años.
—Será un show de clásicos, de mi repertorio, que me acompaña hace mucho tiempo, desde la época en que yo empecé. Es un retrato muy lindo de Brasil, por supuesto con Vinicius de Moraes y con otros importantes compositores brasileños, por ejemplo como Dorival Caymmi. Ya he comprobado en otros viajes que hice, inclusive para Europa, que no se puede dejar de lado esos clásicos como "Garota de Ipanema", "Vocé abusou", todos temas que la gente identifica enseguida. Eso será una especie de paseo, de racconto sentimental, digamos así, de los temas que marcaron durante todos estos años mi repertorio. Tengo la alegría de destacar que dos músicos jóvenes argentinos en mi banda, Facundo Ciminelli, en bajo, Esteban Rotunno, en batería. De vez en cuando mezclo con músicos brasileños para que se vea que la música no tiene barreras con respecto a talento y a la forma de interpretar. Y en teclados Víctor Díaz Vélez, mi maestro, mi director musical, que es mi marido, y es argentino, de Córdoba (ríe).
—¿Por qué cree que la bossa nova y la música de Brasil, sus poetas y sus compositores encontraron siempre un público atento en el mundo, aún a pesar del idioma?
—Cada vez que canto compruebo la fuerza, la magia, por ejemplo la bossa nova, lo que dejó como legado Vinicius y Tom Jobim, tiene una armonía y una cadencia muy rica que atrapa. Realmente yo me siento muy feliz como intérprete porque la música brasileña tiene esa capacidad de conquista. Y por más que no se entienda todo el idioma, es tan rica que enseguida la persona se prende, aunque sea por el ritmo y eso es enriquecedor y gratificante para mí como intérprete. Después de tantos años que voy y vuelvo, cada vez que voy a Argentina o Chile, se da lo mismo. Y para mi alegría la gente inclusive canta.
—¿Qué recuerdo tiene de aquella grabación en La Fusa, en los 70, con Toquinho y Vinicius?
—El mejor recuerdo. Me marcó para siempre. Yo vengo de hacer una gira por España, Italia, a Beirut, en Líbano. La música abre tantas puertas, y fue justamente con la música de Vinicius. Ese disco de La Fusa sigue marcando, es una cosa muy especial, digno de una medalla, del Libro de los Récords, porque fue una marca en mi vida, en la vida de Toquinho, y el lindo legado que nos dejó el poeta que pasados cuarenta y tantos años seguimos recordando y homenajeando a ese compositor y poeta extraordinario y eso es para agradecer toda la vida. Sin dudas.
—¿Las nuevas generaciones son un relevo Considera que hubo un relevo en las nuevas generaciones?
—Hay compositores maravillosos, un montón de chicos que son herederos de la inspiración sobre la obra de Vinicius, por supuesto. Este es un país que tiene tanta influencia, tantas capitales que son referentes de la música brasileña, como Bahía, mi tierra; como Río mismo, que es otro tipo de samba . Hay mucha gente talentosa trabajando y dejan también su marca. Algunos que son de mi misma edad, como Chico Buarque de Hollanda, Edu Lobo, Ivan Lins, como otro discípulo de Vinicius que lo conocí cuando empezaba, Djavan, hasta llegar a Caetano Veloso. Y hay una generación joven, muy linda trabajando y mostrando sus cosas para suerte de ellos que además pueden trabajar en su propio lugar de residencia, por ejemplo en Bahia, que es un pueblo de arte.
—¿Está preparando nuevo material con nuevos compositores?
—Justamente todo eso nos ayuda. Yo pretendo escuchar y seguir escuchando muchas cosas nuevas para hacer un trabajo para el año que viene, un trabajo nuevo, sin abandonar mi esencia, pero dentro de lo que se está haciendo ahora. Con nuevos compositores pero todavía no puedo decir para dónde voy exactamente porque lo peor del momento de elegir es que hay que dedicarse a escuchar varias cosas que nos mandan o cosas que escucho de discos de otras personas para inspirarme y ver para qué camino voy a seguir. Es renovarse. Yo no quiero perder nunca la capacidad de sorprenderme, de la emoción. Para eso yo canto y quiero seguir en mi oficio, hasta que ustedes me brinden su cariño, como Deus quiser, como Dios quiera (ríe).
—Habla muy bien español...
—Vinicius me decía "María tenés oído de cantante".
—¿Cómo conoció al músico que además es su director musical y marido?
—Mi marido lo conocí hace treinta años cuando fui a hacer un trabajo en Mar del Plata. Yo iba con músicos brasileños al teatro del Hotel Provincial. Los productores argentinos buscaron a una persona que pudiera tocar mi repertorio. Yo tenía un amigo, un baterista basileño que vivía hacía muchos años en Argentina, Roberto Césari Junior, que lo conocía porque trabajaba en el teatro con Víctor que realmente fue una sorpresa para mí. En ese momento que lo invité quedó perfecto, me sentí perfectamente con él tocando para mí. Y hasta hoy (risas).
—Acaba de llegar de una gira que incluyó Beirut, en Medio Oriente, una zona conflictiva...
—Bastante conflictiva, cercada de guerras, pero fue un momento lindo, en un festival que se llama Byblos, estuve con Toquinho, hicimos seis shows en casi veinte días de gira, algo muy positivo, en Barcelona, Madrid, Taormina y Líbano. Y justamente cantando ese repertorio de La Fusa, que era una especie de agradecimiento y homenaje a la obra de Vinicius de Moraes.