Es un día de semana, una noche de 2017. A la estación Fluvial de Rosario se acercan a los gritos inmigrantes que hablan distintos idiomas: italiano, alemán, francés, español e idish. Embarcarán en el buque Princesa y escapan de la Europa del hambre y la miseria de 1920. Entre las decenas de inmigrantes vienen dos mujeres, Hada y Mignón. Así comienza "Varsovia", la obra que forma parte de la trilogía "Las polacas". El Princesa es el barco Ciudad de Rosario 1º; los inmigrantes, 25 actores, y el Paraná será por una hora el océano en el que el transatlántico Princesa los llevará hacia la árida de esperanza de la tierra encantada. Detrás de las dos mujeres se develará el peor secreto. Una de ellas es parte de la Zwi Migdal, la mafia que trajo engañadas a cientos de polacas para prostituirlas en los lupanares de Buenos Aires y en el viejo barrio Pichincha, en los arrabales rosarinos.
La autora de la trilogía es Patricia Suárez, dramaturga rosarina radicada en Capital Federal, y el proyecto se integra con "Casamentera" y "Desván". La primera parte: "Varsovia", se pone en escena en el barco Ciudad de Rosario en un arriesgado juego del director de la obra, Damián Ciampechini. Se monta sobre dos escenarios simultáneos en los dos niveles de la embarcación, lo que genera un clima particular entre los espectadores y un desafío actoral estupendo.
Los actores se sientan entre el público en un esquema de un escenario semicircular. Allí cada personaje desplegará su conflicto y la dramaturgia la resolución. Desfilarán por esa cubierta de locos la mujer embarazada que busca el padre de su hijo; el matrimonio italiano que vuelve a la Argentina; el cafisho porteño y el hombre de la Zwi Migdal que vende y compra mujeres de los pueblos más remotos de Polonia.
El Paraná es parte de la escenografía, por momentos es un océano, por momentos se asemeja a los mares europeos. A medida que el barco navega, porque de eso se trata, de navegar y ser testigos de la memoria ancestral de la pampa, los actores entran y salen de sus personajes en el juego de los escenarios simultáneos. "Es muy difícil porque mientras terminamos una escena en un nivel la misma escena empieza en el otro. El presente es permanente", comenta uno de ellos.
El vestuario de Lucas Miró está cuidado al extremo, con zapatos de época y tapados de Bisón. Hasta una revista Fray Mocho de los años 20 es leída por Mignón mientras transcurren los 24 días de travesía. El río es también parte del tiempo escénico durante la hora de navegación, cuando la Rosario nocturna toma otras formas en la ribera iluminada.
Las actuaciones son parejas y medidas, con personajes que marcan los tempos escénicos y los tiempos horarios de la puesta. Los textos son claros y contundentes. La tensión se agiganta con cada conflicto y el final es inesperado y de un profundo dramatismo. La sensación del espectador es que la obra podría terminar en cualquier instante, pero lo hace en el momento exacto.
Ciampechini es consciente de los desafíos y tiene como meta: "Asombrar al público de Rosario. Los actores ensayan permanentemente, ya que son tres obras en dos espacios teatrales".
La trilogía, que sigue en cartel durante agosto y septiembre en sala Amma y el Barco Ciudad de Rosario, se completa con "Casamentera" y "Desván", en la que se repiten personajes y algunos de los más de 50 actores que integran el proyecto.