—Sí, desde lo musical es muy joven, pero tiene una explicación: es que en este trabajo intervino mi hijo Pablo, que es quien ha hecho la producción del disco y los arreglos. El se formó en la Universidad de Berkeley y se encargó de este trabajo, que además está grabado y producido en Los Angeles con músicos americanos y con una mentalidad de un joven viviendo en Boston, lo cual explica todo. Pero lo bueno es que yo me he encontrado muy a gusto en este trabajo, me he encontrado como pez en el agua. Creo que yo también tenía ganas de cambiar un poco mi onda musical, y me ha dado un aliciente nuevo que me recuerda aquellos tiempos en que empezaba mi carrera.
—¿Ese cruce generacional, y además con tu hijo, no te daba una mezcla de placer con cierta presión extra?
—Sí, yo tenía muchas ganas de hacerlo pero a la vez era una gran responsabilidad también, yo pensaba cómo nos vamos a llevar en la producción, como será la relación siendo mi hijo, o si habría conflictos. Y la verdad es que hubo una gran empatía entre los dos, casi no hubo conflictos, hacía cuatro años desde el último disco, había mucho tiempo para escribir y 32 canciones que yo le presenté. Y fue curioso, porque cuando le presenté las 32 canciones para seleccionar las 10 que irían al trabajo final, me sentí como cuando hace muchos años iba a las compañías de discos a presentar mis temas y que estaba nervioso por saber cuál elegirían los productores y cuál me rechazaban.
—¿Y cuáles te rechazó tu hijo?
—Antes casi siempre me rechazaban alguna que me gustaba mucho, pero en este caso eso no ocurrió, tuvimos mucha comunicación con Pablo y ha sido muy fácil y muy sorprendente. Porque estas canciones las escribí en Madrid y de pronto me fui a Boston a darle las canciones, regrese a España y al mes volví a Boston para escuchar qué había hecho. Y me encontré con unos arreglos absolutamente novedosos para mí, lo que me dio mucha alegría, porque podría no haber sido así, podría haber creado tensión que me diga "esto no me gusta" o "esto no lo siento", pero me sorprendió para bien. Ha nacido con muchas ganas este trabajo.
"Calma no tiene edad ni tiene tiempo. Yo la busqué desde que tenía 15 años, siempre busqué el campo donde pensar, donde crear, donde decir cosas" / @PeralesOficial
—¿Pensás que la gente encontrará en "Calma" alguna canción que esté a la par de los clásicos de tu carrera?
—Pues fijate que en mi caso no pienso que estas canciones vayan a ser un éxito igual que los otros y te voy a decir por qué. Creo que en este momento por muy bueno que sea un trabajo, que estés muy contento con él y que te guste mucho, la pena es que en estos tiempos que corremos la radio y los medios en general se alimentan de muchas canciones, pero las compañías no venden tantos discos como antes. No se da la misma oportunidad a las canciones, y esa oportunidad pasaba a ser histórica, como la que tuvo tanta gente de mi generación. Ahora se programan en las radios menos canciones de nuestra generación, por otra parte los discos se venden menos porque muchísima gente se los bajan de internet, por lo tanto las compañías gastan menos en producción, aunque en este caso no, porque en "Calma" la producción es mía. Por eso dudo que en este caso tengan la popularidad de entonces. De todos modos no importa, porque uno es compositor y tiene la obligación, la necesidad y la alegría de ir creando cosas nuevas sin esperar nada más.
—De todos modos, la recepción que tuviste de los primeros cortes del disco es más que alentadora.
—Fíjate, lo curioso es que siempre se presentan cuatro o cinco canciones de un disco nuevo para que la gente no se canse. Pero en este caso, en mis conciertos, yo presento ocho canciones nuevas y la gente las escucha, las aplaude, las siente y vibra con ellas, lo cual es maravilloso que te pase. Eso pasa con este disco a lo largo de todos los conciertos, que desde mayo llevo más de 20 sólo en España, y ya comenzamos la gira sudamericana y sucedió igual, no se aburre la gente. Es verdad que cuando llegan las canciones históricas, como "Te quiero", "Me llamas", "El amor", "Un velero llamado libertad", "Y cómo es él" la gente aplaude mucho más porque las conoce mucho más. Pero en las canciones nuevas las escuchan con una gran atención y las adoran también.
—¿No ves a la distancia que "Sí", o algunos de los temas de amor que citaste, eran demasiado inocentes?
—Hombre, la verdad es que en muchos casos, lógicamente, uno evoluciona en el lenguaje, en el planteamiento de la historia, en el cuidado literario de algunas frases. Y en muchas canciones de las de antes, como la que citaste y otras más, es verdad que el lenguaje era como muy ingenuo, casi adolescente, muy fácil, muy asequible a todos, muy inocente. Y ahora, aunque no sea tan inocente, el lenguaje sigue siendo muy directo, quizá menos comercial. En este caso doy menos importancia a lo comercial que pueda ser una canción, para que llegue pronto o no, porque fui totalmente libre de elegir el tipo de música, de canción, de texto y la forma de cantarlo sin esperar que sea comercial.
"Nunca promovieron mis canciones con crítica social porque las de amor vendían más. Eso creó una imagen mía bastante dulce, que me molestó un poco" / @PeralesOficial
—¿Con qué temas se crean climas especiales en tus conciertos?
—Mira, en los conciertos hablo de que ya han pasado cuarenta años desde que comencé a cantar y que hay canciones que me gusta recordar. Y les digo "a ver si recordáis esta canción, porque me gusta cantarla no porque sea una gran canción, sino que como ya estoy muy viejo cuando la canto me siento mucho más joven". Y entonces canto "Celos de mi guitarra" y la gente la aplaude a rabiar, que por suerte fue el primer disco de oro que recibí y además de Argentina, creo que era en el año 75, de la compañía Microfón.
—Ese tema, incluso, por la instrumentación que tenía, era el reflejo del sonido de esa época.
—Sí, claro, creo que sí, incluso hubo una larga época en la que mi música siempre contaba con arregladores parecidos, con un mismo productor, que era Rafael Trabucchelli. Era el momento en que se grababan grandes cuerdas y la compañía no tenía ningún problema para que vayan todos a Londres a grabar con la Orquesta Sinfónica de Londres, era una época de derroche y de culto a la música y a los discos y a ese movimiento maravilloso. Ahora es todo muy diferente, no hay comunicación con las compañías, no escuchas la opinión de la compañía, importa la mía, me pago mi disco y tú lo distribuyes.
—Es bienvenida la mayor libertad e independencia para hacer un disco, ¿pero no falta a veces la mirada más especializada de un productor?
—Era muy saludable la mirada del productor, antes éramos como una gran familia, nos entusiasmábamos con una música, una canción o una forma de promoción. Era otro mundo, se vivía la música desde la parte más humana, desde las relaciones, la música era el eje, pero en torno a eso giraba la familia, la amistad, el entusiasmo por la promoción de tu trabajo, y recuerdo a esa época con mucho cariño.
—¿Cuando hay tanto descalabro social, por más que pidas calma, te tentás a hacer canciones más comprometidas o siempre el amor es tu válvula de escape?
—En ningún momento me separo de la realidad social. En el primer tema del disco y el que abre los conciertos es "Y me marché contigo" y habla mucho de lo social, de lo que es elegir el amor si quieres como protagonista de tu vida y dejar aparte la cantidad de cosas que te duelen, como los políticos que no cumplen, o a los "gobernantes desgobernando todo", como dice la canción, pero esa crítica es de una forma bastante solapada, sin hacer bandera de ella, aunque fue algo que yo también lo hice desde los primeros discos.
—¿En qué casos puntualmente?
—Por ejemplo "Un velero llamado libertad", que fue prohibida en el festival de Viña del Mar y no fui porque no me dejaron cantarla, aunque no hice difusión de eso, o "Doña Asunción" que era una crítica feroz a esa sociedad provinciana egocentrista que desprecia a un pastor, que es el marginado. O "la boda", que también tenía una crítica social feroz. Pero nunca se promovieron esas canciones, dado que las compañías promovían las canciones de amor porque eran las que más gustaban o las más fáciles de vender. Eso creó una imagen de Perales bastante dulce, bastante bucólica, bastante romántica y eso me molestó un poco. Como que hay una cara mía que no se llegó a conocer, quedó bastante oculta y tampoco protesté por ello porque la vida y los medios eran así y lo que más vendían eran mis canciones de amor. Ahora ya me conocen más, pero para eso tuvieron que pasar 40 años.