—¿Hasta qué punto se puede ser fiel a los hechos y conseguir que la película funcione para el público?
—Es un tema muy delicado. Opté por crear el universo de la evacuación e introducir en él a personajes ficticios, porque no quería poner voz a personas que ya no pueden hablar. Como guionista, sé cuánto hay que añadir a una caracterización para mostrar la verdad al público. Hasta que no hice esta película no supe lo que Werner Herzog quería decir con la verdad estática: a veces hay una mentira que cuenta la verdad. Es necesario ficcionalizar y dramatizar artificialmente para que el público comprenda la verdad que hay detrás. En esta película quería mostrar la envergadura de la evacuación y para ello me han servido más los personajes ficticios.
—La película muestra los acontecimientos respondiendo a tres niveles y tiempos. ¿Cómo concibió el guión?
—Lo hice de la misma manera en que escribí otros guiones, especialmente el de "Memento". Primero tracé un esquema de la estructura que creía que iba bien con la historia. Quería mostrar la envergadura de la evacuación sin perder de vista la mirada personal de los protagonistas, por eso muestro a políticos y generales con mapas en una sala cualquiera. Las tres líneas temporales sirven para dar al público la perspectiva humana y, a la vez, la visión de conjunto. Por tanto, creé una estructura geográfica y matemática para el guión y escribí la película que se ve ahora. Prefiero eso a escribir escenas y luego irlas colocando aquí o allá.
—La película se rodó en formato Imax y en 70 milímetros, pero no todas las salas tienen esta tecnología. ¿Qué se pierden esos espectadores?
—Cuando grabás las imágenes en el mejor formato posible, cualquier versión que se produzca después se beneficia, incluidas las digitales, en las que hemos empleado mucho tiempo. Por supuesto, los cines con proyector para 70 milímetros ofrecen una calidad especial, así que recomiendo a todo el que tenga esa opción que vea la película allí. Pero para quienes no puedan, hemos producido siete versiones digitales distintas de las que estoy muy, muy orgulloso.
—Al final, ¿todos verán la misma película?
—Bueno, en formato Imax de 70 milímetros la película tiene el mayor tamaño de fotograma y la más alta calidad de imagen que existe. Sólo disponemos de 38 copias y suponen una manera maravillosa de ver la película. En el formato en que hemos rodado, estas copias salen directamente de los negativos originales, lo que también es especial e intensifica la experiencia. Pero la historia que contamos sigue siendo la misma.
—¿Hasta qué punto puede entretener una película que narra acontecimientos bélicos reales? ¿Cómo se combinan ambos aspectos?
—El motivo por el que amo el cine es que la pantalla grande puede llevarte a cualquier lugar, esa diversidad de experiencias que calificamos como entretenimiento. Hay muchas maneras de entretenerse, por ejemplo —y esto es un extremo— las películas de terror: dan miedo, pero de alguna manera también divierten. En "Dunkerque" hemos intentado crear tensión. No mostramos nada sangriento, nada que lleve a apartar la mirada de la gran pantalla. El lenguaje de la tensión es uno de los más populares de la historia del cine. Pensemos en los grandes cineastas: (Alfred) Hitchcock seguramente estaría entre los primeros puestos de la lista. Todas sus películas giran en torno al lenguaje visual de la tensión, y ha ejercido una gran influencia sobre mí. No creo que nadie pueda negar que Hitchcock, por encima de todo, creó entretenimiento. Suena raro hablando de una película sobre un drama real, pero de ahí nace la tensión en este filme. Normalmente, en los estrenos, le pido al público que disfrute de la película, pero me daba la sensación de que no era lo correcto. Por eso, esta vez prefiero pedir que experimente la película, porque se trata mucho más de una experiencia que de disfrute. Aun así, todo entra en la categoría de entretenimiento.
—¿Le parece que la historia de "Dunkerque" sobre vivir un día más para luchar es especialmente relevante hoy?
—La de Dunkerque es y siempre será una historia extraordinariamente resonante para la humanidad porque es más o menos una especie de test de Rorschach. Lo que saco de esa historia que me hace pensar que es muy importante de contar ahora, es que creo que vivimos en una era que subraya en extremo la individualidad, a costa de lo que podemos lograr juntos. La industria estadounidense, por ejemplo, considera como un fetiche a un individuo multimillonario en vez de a un sindicato. Lo que Dunkerque te muestra es que podemos hacer mucho más con heroísmo en comunidad. Esto es lo que la hace una historia de guerra inusual, de civiles uniendo esfuerzos con el ejército. Somos más fuertes si trabajamos juntos, pero por alguna razón eso ha pasado de moda.
—¿No le sorprende que haya hecho tres películas consecutivas sobre el regreso a casa?
—El concepto de hogar, no hay nada más universal que eso. No hay nada que trascienda las fronteras internacionales o los prejuicios individuales más que eso. Como cineasta me he interesado en ideas primarias, ideas que son muy sencillas y que pueden inspirar a la gente de manera muy sencilla, pero que tienen raíces complejas.