A 15 años de una de sus mejores películas, "Un oso rojo", Adrián Caetano regresa otra vez al thriller y al drama policial con "El otro hermano", la película que se estrenará el próximo jueves en Rosario. El nuevo trabajo del director uruguayo —que brilló en "Pizza, birra, faso" y "Crónica de una fuga", entre otras— está basado en "Bajo este sol tremendo", primera y única novela a la fecha del chaqueño Carlos Busqued, que se convirtió en un pequeño fenómeno de ventas y fue muy elogiada por la crítica. El guión fue escrito por el propio Caetano y Nora Mazitelli, y los protagonistas son dos actores muy reconocibles para el público: Leonardo Sbaraglia y Daniel Hendler.
La historia que desarrolla la película es tan dura como sórdida. Cetarti (Hendler), un empleado público que acaba de ser despedido, viaja desde Buenos Aires a Lapachito, un solitario pueblo en la provincia del Chaco. Debe hacerse cargo de los cadáveres de su madre y su hermano que fueron brutalmente asesinados, y con quienes no tiene ningún lazo afectivo. Lo único que moviliza a Cetarti a emprender el viaje es la posibilidad de cobrar un modesto seguro de vida para poder radicarse en Brasil. En Lapachito conoce a Duarte (Sbaraglia), una suerte de capo del pueblo y amigo del asesino de su madre, con quien establece una extraña sociedad para gestionar y cobrar ese dinero. Pero la estadía de Cetarti en el pequeño pueblo no será tan sencilla. En ese lugar sin ley, Cetarti termina envuelto en los oscuros negocios de Duarte, en un submundo cada vez más degradado y macabro.
En charla con Escenario, Caetano habló de los cambios que sufrió la historia de origen en su traslado a la pantalla y del "sistema cruel" que contiene a los personajes. También analizó la competencia que se plantea entre el cine y el mundo virtual de Internet.
—¿Cómo nació la idea de llevar al cine "Bajo este sol tremendo"? ¿Qué es lo que te atrapó de la novela?
—A la novela me la presentó el productor Hernán Musaluppi hace unos cuatro años, pero entonces el proyecto no se concretó. Al principio me costó entrarle a la novela, encontrarle cuál era el costado cinematográfico. Pero lo que me atraía era un potencial policial negro que se encontraba en la trama. Eso fue lo que más me interesó.
—En el guión se introdujeron cambios con respecto a la novela. ¿Por qué pensás que eran necesarios esos cambios?
—Como toda novela, "Bajo este sol tremendo" tiene un aspecto muy literal, muy descriptivo y algo medio onírico, que a la hora de llevarlo a la imagen sólo se transforma en un complemento de lo que es el guión. Lo que había que hacer era quedarse con la historia medular más importante. Traté de quitar todo lo que en un punto me hacía la acción de los personajes un poco más morosa y preferí quedarme con la historia de acción particularmente.
—¿Por qué se cambió el final?
—Porque la novela no era precisamente un policial. Y no tenía un final tampoco. Había como un universo enorme que se contaba ahí, un universo infinito, y la novela no lo terminaba de resolver. Yo sentía que esa novela podía terminar en cualquier lado. Termina con algo abrupto, azaroso y breve, como que se interrumpía. La novela no construye un final, más bien se interrumpe la narración.
—¿Por qué elegiste a Daniel Hendler y a Leonardo Sbaraglia como protagonistas?
—Primero por la calidad de actores que son. Con Leo hacía rato que quería trabajar y componer un villano. Este es un villano despiadado y también seductor, así que él calza perfecto. Y Hendler me funcionaba muy bien por esa parsimonia que tiene el personaje, me interesaba esa cosa apática que podía llegar a generar. El representa un personaje atípico para un policial, porque se mantiene a la expectativa de los acontecimientos, sin llevar la acción adelante.
—¿El personaje de Sbaraglia fue un militar que actuó en la última dictadura?
—En realidad él no es un militar, es como el aprendiz de un militar. El habla como un discípulo de alguien que fue militar. Es como un militar de los últimos que ingresó al ejército argentino luego de la democracia. Ahí en el pueblo él es como un puntero político, está retirado y también vive del Estado, como casi todos en ese lugar.
—En una entrevista vos definiste la novela como "post apocalíptica". ¿En qué sentido lo decías?
—Es un sentido metafórico. Hay un universo que plantea la novela que tiene que ver con una realidad llevada al extremo. Es algo hiperrealista, exacerbado. A mí me parecía que llevar esta realidad al extremo hace que después no quede nada. Después de cualquier extremo no hay nada. Entonces en ese aspecto funciona como algo post civilización. La novela plantea un mundo cruel. Los personajes son crueles y las situaciones también. Pero no es que estos personajes se mueven como si fueran crueles en sí mismos, sino que el sistema que los contiene es cruel. La película deja al desnudo un sistema cruel.
—¿Encontrás links entre "El otro hermano" y otras películas de tu filmografía?
—Me cuesta mucho mirarme de afuera. Si lo hay es tarea de otro encontrarlos. En lo particular presumo que sí, son películas mías, llevan mi nombre. Pero links específicos no encuentro.
—¿Se puede hacer una lectura política de "El otro hermano"? ¿O hay cuestiones que la emparentan con la realidad argentina actual, en ciertas localidades del interior?
—Todo parte de una realidad inevitable, pero no es el afán ni el interés de la película rescatar ninguna realidad. Esas metáforas corren por cuenta de los críticos.
—¿Cómo ves el panorama actual del cine argentino? Hay estrenos de películas argentinas todas las semanas, pero muchas películas que se estrenan en Buenos Aires acá nunca llegan a las salas...
—El gran problema desde siempre es la exhibición y la distribución. Ese es un problema no sólo del cine argentino sino también del cine a nivel mundial. Ayer por ejemplo leía que el ochenta por ciento de la gente que entra a Netflix se mete a ver series. Eso es porque el sistema de distribución en línea está pensado para las series y no para el cine.
—El boom de las series y el hecho de que se puedan bajar películas libremente de Internet, ¿afectó mucho la convocatoria del cine en las salas?
—Sí, pero a esa competencia hoy la sufren todos los artistas, incluso los músicos, que venden muchos menos discos que antes, aunque algunos encuentran la manera de seguir zafando. Hay como una ilusión de que todo lo que ocurre en el mundo virtual es más accesible, y yo no creo que sea así. Tampoco creo que las cosas tengan necesariamente que competir entre sí. Compiten dentro de un sistema para que cada uno tenga el reconocimiento que se merece. También que todo esté en Internet y que uno pueda elegir entre chatear, ver una película, ver una serie o ver videos de YouTube arma como una especie de gran ensalada donde parece que todo da lo mismo. Y claramente no es así. Es como decir que es lo mismo ir a un museo, a una cancha de fútbol o a una kermesse. Son todas experiencias diferentes.