En medio del tetazo en el Monumento, del sí al topples y de una justificada revolución femenina, "Cincuenta sombras más oscuras" viene a romper el paradigma del feminismo para darle el poder al hombre, con látigo en mano.
Por Luciana Boglioli
En medio del tetazo en el Monumento, del sí al topples y de una justificada revolución femenina, "Cincuenta sombras más oscuras" viene a romper el paradigma del feminismo para darle el poder al hombre, con látigo en mano.
Estamos en la era feminista donde muchas personas van a una marcha contra el maltrato y después van a ver cómo un sádico le da nalgadas a su amada por haberse portado mal. Y pagan para verlo. Entonces, ¿qué es lo que genera esta contradicción y quién es el público de este producto que apenas es algo porno soft?
Primero, porque el sexo siempre despierta curiosidad, y esta historia en particular enciende las fantasías más profundas de muchas mujeres que se ven seducidas por una triada perfecta: el hombre hermoso, millonario y exitoso.
Las consumidoras de este filme podrían ser aquellas mujeres reprimidas en su vida sexual que quieren ver lo que no se animan a hacer.
En esta historia, Anastasia es la víctima perfecta para Christian. Mientras él se muestra seguro y dominante, aunque esconde traumas casi irremediables de su infancia, ella posee una autoestima baja y sed de cariño. Pero de pronto Grey empieza a sentir algo.
Y ahí entra el enigma: ¿el amor todo lo puede? ¿Puede cambiar a un hombre con problemas emocionales estructurales desde su niñez, abandonado por su madre prostituta y drogadicta, y permitirle tener una relación sana? Esa respuesta la tiene "50 sombras más oscuras" o al menos los fans de la primera parte de esta saga esperan que así sea.
Varias famosas salieron a decir que la película representaba sumisión y machismo disfrazado de romanticismo. Y más teniendo en cuenta que se estrena en la previa del día de los enamorados.
Creo que esta historia atrapa tanto a las mujeres por ese deseo femenino de domar al chico malo. Claro que del otro lado de este hombre hay una mujer que lo corresponde con sus caprichos sexuales, que incluyen desde látigos y sogas hasta un sinfín de juguetes destinados a satisfacer su sadismo.
Ambos acceden ya que firman un contrato, es decir que ella no es abusada sino que la violencia es bajo su consentimiento.
Pero acá se desprende otro conflicto: Anastasia deja de disfrutar los encuentros sexuales y lo empieza a ver como un comportamiento patológico.
Sin embargo, como toda mujer, tiene la ilusión de que el amor lo cambiará, lo cual desencadena en una relación tóxica que muestra un abuso sexual disfrazado de romanticismo, erotismo y sensualidad.
Esta película incita a uno de los peores maltratos, el chantaje emocional. No se debería confundir la perversidad con el erotismo, la patología con la fantasía y el sufrimiento con el disfrute.