Dicen que el Concejo Municipal es la caja de resonancia de los problemas de los ciudadanos. Allí, sus representantes buscan dar soluciones a situaciones puntuales que afectan, en menor o mayor medida, la coyuntura de esta sociedad.
Por Diego Veiga
Dicen que el Concejo Municipal es la caja de resonancia de los problemas de los ciudadanos. Allí, sus representantes buscan dar soluciones a situaciones puntuales que afectan, en menor o mayor medida, la coyuntura de esta sociedad.
Y así, la ciudad de la convivencia en la que los homicidios crecen sin pausa y varios hacen esfuerzos descomunales para no quedar rozados por el escándalo Supergatitas.com, tiene en el Palacio Vasallo una especie de estetoscopio donde auscultar los problemas de la gente.
Es por eso que hay proyectos que no dejan de sorprender, como el que esta semana presentó el concejal del ARI, Carlos Comi.
Preocupado tal vez por la coyuntura rosarina, el edil propuso declarar al Carlito (tradicional sándwich de jamón y queso con Ketchup) patrimonio cultural y gastronómico de la ciudad. Sí, leyó bien, el hombre que preside la comisión de Servicios Públicos del Concejo parece estar más preocupado por un tostado de miga que por las frecuencias de los ómnibus urbanos, los inconvenientes de los rosarinos a la hora de conseguir un lugar dónde recargar las tarjetas magnéticas, o la espiral inflacionaria que dispara los costos del sistema y podría desembocar en un nuevo aumento del boleto.
Claro, hay que recordar que justamente cuando se discutió el último aumento de tarifa, el hombre estaba en Europa y no pudo sumar su voz a los debates.
Pero bueno, esta parece ser su revancha y sacude la modorra legislativa con un proyecto que sin dudas marcará un antes y después en la vida del común de los mortales de esta ciudad.
No sería de extrañar que en cualquier momento aparezca un proyecto para declarar patrimonio cultural a la doble fila frente a los colegios o “plato oficial” de varias reparticiones estatales al ñoqui de papa.
Mientras tanto, alejados de las preocupaciones mundanas del edil, a los rosarinos les siguen pasando cosas más graves.
El jueves pasado, y mientras los chicos de la escuela Kennedy de Grandoli y Gutiérrez pintaban un mural por la convivencia en una esquina del barrio, una balacera los obligó a regresar rápidamente a las aulas.
Una mujer de 35 años y su hijo adolescente resultaron heridos en un presunto ajuste de cuentas. A no más de 100 metros de allí, la intendenta visitaba un centro de salud.
Así, la convivencia se terminó a los balazos. Como a principios de mes, cuando provincia y municipio organizaron la maratón “por la no violencia y la alegría” por las calles de barrio Las Flores, el mismo en el que horas después una mujer fue asesinada en España al 7000 y su concubino recibió un disparo en la cabeza.
La convivencia, esa especie de objeto de deseo con el que sueña la Intendencia en tiempos violentos, parece difícil de alcanzar. Es más, se acaba de lanzar el programa “Todo comienza un día”, un segundo intento por lograr más armonía entre los vecinos que, por el bien de todos, se espera que llegue a buen puerto.
Mientras tanto, el proyecto de Comi avanza. El tradicional Carlito podría ser en breve patrimonio cultural y gastronómico de la ciudad.
Parece que gracias a los ediles del Frente Progresista, al fin llegan los buenos tiempos en la mejor ciudad para vivir.