(*) Alumno de la Escuela Media Mariano Moreno. Integrante de la UES
Tiene que haber un lugar donde vayan a parar todos nuestros sueños, y los que quedan por soñar. Tiene que existir el lugar donde puedan respirar tranquilos, llenarse de cielo los pulmones, cambiar la lágrima, la sangre, el fusil y la rabia, aunque sea por un instante de paz.
Pero el segundo de paz no existe, el olvido no existe y el perdón no existe, ante los hechos tan necesariamente nombrados que hasta puede resultar repetitivo volver a nombrar.
Muchas veces se confunde el recuerdo con el rencor ¿Con qué sentimientos habríamos de recordar lo más triste, pálido y perverso de nuestra historia? El recuerdo no es recuerdo si no es sincero, y no es recuerdo si no es completo.
Y lo que hoy vengo a recordar no es precisamente un hecho feliz, por eso no es rencor, y está muy lejos de serlo. El recuerdo asesino y encallado es noción, y aunque no podamos respirar tranquilos ni llenarnos de cielo los pulmones ante ese recuerdo que anuda la garganta, sí podemos estar vivos, en la lucha, en el amor y la tristeza, sí podemos transitar la vida o lo que queda de ella con calma, siempre y cuando conservemos la noción, el recuerdo completo, la imagen nítida. Porque eso, junto con la lucha, las ideas y el amor (no sólo a la patria sino a la humanidad) es el único fusil que tenemos, y el único fusil que vendrá, el único fusil que puede soportar nuestras manos blandas y delicadas, pulidas y aceitadas por el nuevo milenio y la nueva confusión. Ese es el ejemplo que hay que recordar. Algunos lo harán con tristeza, otros con calma, otros con resignación o felicidad, y otros con odio. Pero el sentimiento con el que se recuerda el recuerdo _sea el que sea_ está muy lejos de ser rencor.
A pesar del tiempo
Ese es, a pesar del tiempo, de los largos y angustiosos años de impunidad, que de a poco van llegando a su fin, el único fusil heredado, el ejemplo que nos dejaron, el ejemplo que si lo seguimos, tarde o temprano, aunque no podamos respirar la vida del recuerdo tranquilos, sí nos hará, algún día, y después de la lucha que nos toque, aunque sea una nueva lucha, distinta a su lucha, menor a su lucha, aunque sea una lucha cotidiana, aunque sea contra un molino o contra las palabras, el ejemplo que nos hará morir y vivir el resto de la muerte tranquilos, con los pulmones rebalsados de aire y de cielo, con los ojos ciegos bien abiertos, y la voz más fuerte que nunca.