Todo indica que Cristina Fernández de Kirchner va camino a lograr un récord: lograría la diferencia más amplia (estruendosamente amplia) entre el ganador de una elección presidencial y el segundo más votado. Será la consecuencia lógica de un escenario político caracterizado por la indubitable flaqueza del vector opositor, que sigue naufragando entre la nada y el sopor.
De los cinco sondeos nacionales a los que tuvo acceso LaCapital las diferencias a favor de Cristina no son sólo irremontables sino también históricas. Los números oscilan entre el 52 por ciento y el 58 por ciento, en todos los caso con márgenes de diferencia de entre el 35 por ciento y el 38 por ciento con el segundo, que también en estos cinco muestreos es Hermes Binner.
La campaña electoral es por estos días de cumplimiento imposible para la mayoría de los opositores que ni siquiera han podido sacar una tajada de episodios que en cualquier otro Estado jaquearían al menos por un par de semanas a los gobiernos. La inseguridad pegó un respingo en todos los centros urbanos y alcanzó notoriedad mediática con un par de casos que, increíblemente, mostró a los postulantes sin saber qué decir.
Suma cero. La absolución de culpa y cargo de Carlos Menem en el trajinado, sinuoso y extenso caso de la venta de armas -que durante todo el proceso consumió litros de tinta, miles de páginas y centenares de especulaciones- ni siquiera fue alineado mediáticamente por los dirigentes en campaña con la alianza política que se trabó en La Rioja entre el kirchnerismo y el otrora "responsable de todos los males de la Argentina". El único que esbozó una muy liviana crítica al vínculo entre la Casa Rosada y el jefe del vilipendiado "menemato" fue Binner.
Los vericuetos del sinuoso caso Schoklender muestran desde hace años una relación cuanto menos sospechosa entre Hebe de Bonafini y el parricida. Sin embargo, la única que denunció sin el diario del lunes el vínculo prohibido entre la Fundación Madres de Plaza de Mayo, Sergio Schoklender y el gobierno fue Elisa Carrió, a la postre la de peor resultado en los comicios del 14 de agosto.
Rastrear los antecedentes de Schoklender en cualquier libro que recuerde las historias de sangre que protagonizó con sus padres y su espinoso derrotero hasta llegar a convertirse en la mano derecha de Hebe de Bonafini constituye la primera objeción a la hora de darle completa entidad a quien se presenta más como un extorsionador que como un arrepentido.
Pelea en la quinta.Los opositores están hoy por hoy más empeñados en despellejarse entre sí que en convertirse en alternativa a un gobierno que después del 23 de octubre quedará a un tris de lograr lo que algunos operadores tienen fijado como objetivo de máxima: la continuidad en el poder más allá de 2015.
Ricardo Alfonsín parece estragado por una realidad interna en la que los propios radicales publicitan en algunas provincias el corte de boleta, avizorando una paupérrima elección. En las últimas semanas desde la UCR se promocionó más la pelea con Binner respecto a la verdadera vocación opositora del santafesino que cualquier disputa con la presidenta de la Nación.
Lo propio sucede en la puja de Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá por captar algún voto peronista no kirchnerista. El bonaerense tiene dificultades para poner en marcha su escudería y hasta atraviesa un momento de crisis con su candidato a vicepresidente, Mario Das Neves. "Ya casi ni se hablan", dicen cerca del ex jefe del Estado. El sanluiseño estuvo en Rosario tratando de impugnar las chances de Binner y sentó sus reales en una villa miseria del barrio Las Flores para mostrar el socialismo que no le gusta.
Si la pelea de estos protagonistas devaluados por los resultados de las primarias resulta inofensivo para las chances del kirchnerismo, peor es lo que sucede en la Coalición Cívica. Elisa Carrió ha quedado flotando en el desánimo y desde el interior de su fuerza parecen sacar turno para ir en busca de otros horizontes, posición encabezada por la eternamente nómade Patricia Bullrich.
El desafío de Binner. Sólo el gobernador santafesino parece tener ánimo y alguna adrenalina en recorrer el país y promocionarse como lo único nuevo entre los opositores de hoy. Binner necesita ganar la provincia de Santa Fe para sacarse de encima la pesada carga de sentir que los radicales provinciales le están respirando en la nuca para lograr un buen porcentaje de cargos en el futuro gobierno de Antonio Bonfatti.
Al tiempo que el mandatario socialista cada vez tiene mejores chances de quedar referenciado hacia el futuro nacional como el opositor mejor posicionado, el escenario institucional de la provincia luce complicado. El justicialismo mostró la semana pasada las uñas de lo que será la traumática convivencia en la Legislatura y prometió no bajar al recinto de la Cámara de Diputados hasta que socialistas y radicales no diriman sus diferencias intestinas.
Al calor de este contexto santafesino, Cristina bajó la orden de recargar la presencia de funcionarios nacionales en un Estado en el que necesita mantener la diferencia conseguida en las primarias. Se ha hecho una habitualidad observar a Amado Boudou haciendo campaña de la mano de Omar Perotti y otras referencias del oficialismo. La propia Cristina estará mañana en Rosario pidiendo el voto a los santafesinos. ¿Volverá la presidenta a desairar en público a Binner contándole las costillas por las obras y los fondos que la Nación depositó en la bota? ¿Si eso se repite, cambiará Binner la actitud pasiva cara a cara con la mandataria?
Se trata de uno de los pocos interrogantes que una vez develados podrían o no cambiar parcialmente una historia que parece haber quedado construida el 14 de agosto.