En 1912 las trabajadoras textiles de Massachussetss, durante una protesta contra
los salarios de hambre y el trabajo infantil, cantaban: "En el corto tiempo de la vida la felicidad
no será más postergada. Cuerpo y alma, ambos tienen sed. Queremos el pan, pero también las
rosas".
El poeta García Lorca decía en Granada, al inaugurar una biblioteca republicana: "No sólo de pan
vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que
pediría medio pan y un libro (...) Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los
hombres sepan, que gocen todos los frutos del espíritu humano, porque lo contrario es convertirlos
en esclavos de una terrible organización social". Las dos cosas, lo urgente y lo importante. El pan
y las rosas. El pan y los libros.
Es urgente satisfacer las necesidades primarias de la población a través de ayuda humanitaria.
Sin embargo, dice el refrán que "los zapatos y las latas de arvejas no tienen cría", una vez que
las latas se consumen y que los zapatos se gastan, las poblaciones beneficiarias de la ayuda,
retornan a la situación de partida, generando la eterna dependencia y el control social. Es
importante apostar al acceso a la (in)formación y a la educación.
La educación permite recuperar identidades y patrimonios culturales, conocer derechos y deberes,
encontrar alternativas y soluciones a las situaciones críticas, y comprender el poder del trabajo
propio. Permite construir esperanzas, proyectos y anular cadenas de dependencia, dar a la vez el
pescado y la caña.
Bienes culturales
Ante tanta pobreza por todos los rincones de nuestro mundo, de nuestros barrios, es vital
asegurar el acceso a los bienes culturales. Crear espacios democráticos de encuentros con los
libros, con el arte, con nuestra cultura y con otros. Y esto es una biblioteca popular. Una
organización de vecinos que deciden no resignarse y que solidariamente prestan bienes comunes para
asegurar el derecho social al conocimiento, a la lectura, a la participación, y que aporta a
producir verdaderas transformaciones.
Por eso, hoy más que nunca, ante tantas urgencias, es necesario que circulen más y más lecturas
para salvar lo que nos queda: las posibilidades de revertir esta situación. Entonces hay que
ofrecer bibliotecas, escenarios de lectura, porque la lectura es liberadora y nadie puede contener
los procesos de pensamiento que genera en cada persona. Un pueblo que lee elige, selecciona, y no
sólo sus lecturas, sino a sus gobernantes, sus modelos de vida. Aprende a pensar. Aprende a optar.
Aprende a defender sus puntos de vista.
Como decía Graciela Cabal: "Que la solución es social y política, ya lo sabemos. Pero también
sabemos, porque nos los contaron nuestras abuelas cuando éramos chicos —y las abuelas nunca
mienten—, que los mosquitos son capaces de ganarles a los leones, que los conejos se burlan
de los lobos, que los pobres campesinos engatusan a los gigantes, y que los tontos, retontos,
requetetontos nos guiñan el ojo mientras se quedan con la más hermosa de las princesas".
Una biblioteca es eso: el acceso al saber y a la ensoñación, a imaginar para poder crear otro
futuro. Entonces celebremos que nuestros barrios se rieguen de bibliotecas populares, y que den
libros y panes para todos.
(*) Docente, coordinadora de la Biblioteca Popular Cachilo.