Nací en Máximo Paz. Por eso digo que fue el azar del nacimiento lo que me puso en contacto con esta historia, que de otra forma jamás me habría enterado de que hubiera sucedido. Sólo quedaba de ella un hilo tenue en la memoria, en retazos que la tradición oral, como un viento lejano, apenas audible, la trajo hasta hoy. Estuvo viva y activa gracias a y en la memoria colectiva, que nosotros buscamos rearmar como un rompecabezas histórico, con el único objetivo de no arrojar al olvido ni la causa que defendió, ni el sacrificio militante del capitán Eduardo Laurent.
La memoria sobrevivió como pudo, en donde pudo, en recortes ajados, en nonagenarios memoriosos, en hemerotecas, en recuerdos borrosos de hijos que la recibieron de sus padres, pero sobrevivió. Un puñado de longevos paceños la mantuvo encendida, como si fuera... lo que de hecho es: un verdadero tesoro intangible, repleto de lecciones del pasado, lleno de dignidad y de he-roísmo, esperando que alguien lo rescatara del anonimato. Sabedores de cuán importante era y es su memoria, fueron los verdaderos protagonistas de esta sublevación contra el olvido, e impidieron que se cometiera un segundo crimen con Laurent... el de su recuerdo. Gracias a ese fuego vivo de la memoria, la justicia póstuma podrá alcanzar no sólo a Laurent, sino también a los Gallardo, al pa-dre Pascual Netri, a Francisco Netri, Francisco Capdevila, Gabino Ferrarotti, José Santos Bellini. Al menos ese es el objetivo al que aspiramos. Tanto coraje, tanta entrega, tanto sacrifico, no merecen el olvido como destino final. Es un acto de estricta justicia rescatar estas luchas democráticas fundacionales, los sacrificios de esos hombres contienen en sí mismos un extraordinario valor pedagógico para las jóvenes generaciones.
La democracia en la Argentina es una conquista, no una concesión graciosa, ni un regalo de las clases dominantes producto del diálogo evolutivo. No señor, todo lo contrario: es un gran trofeo de los sectores populares, que lo ganaron en muy buena ley; si fuera por la derecha todavía existiría el voto calificado, que aún hoy, bien entrado el siglo XXI, muchos añoran. Fue fruto de la lucha popu-lar y de militantes populares, como lo muestra esta historia. Se la tuvimos que arrancar a nuestra oligarquía agroexportadora, que siempre usó la violencia y el fraude como método para gobernar este país, al margen de cualquier práctica genuinamente democrática. Allí está la sangre derramada de Laurent, de Netri, de Gallardo, el coraje del padre Pascual, de Gabino Ferarroti, de Capdevila y Sales, como testimonio de lo que decimos; ellos construyeron los cimientos del sistema democrático. Es saludable que los argentinos tomemos contacto con esta realidad histórica próxima a cumplir 100 años. Cuánta lucha, cuánta sangre corrió en la Argentina, para que disfrutemos de estos años de poder votar y pensar distinto, sin miedo... debemos valorar la democracia reconquistada en 1983, y allí adentro está también el esfuerzo heroico, militante y anónimo de los protagonistas de esta historia.
Esto fue Máximo Paz... sí... no se extrañe ni se asombre; no exageramos ni deformamos y menos mentimos. Fue así, como lo contamos, los Rodeiro, los asesinatos de Laurent y Francisco Netri, la quema de la iglesia, el encarcelamiento de los únicos ocho presos de la rebelión agraria de 1912, conocida como "El grito de Alcorta", la prisión del padre Pascual Netri por defender a los chacareros, el "exilio" de Capdevila y Sales, la muerte de Valerio Gallardo, eran historias, que todos los que nacimos en Máximo Paz en algún momento escuchamos. Pero la verdad, en lo personal, nunca las dimensioné correctamente; en cierta medida las subestimé, hasta que me puse a escribir estas páginas. Ni bien me adentré en los archivos y documentos, tuve otra perspectiva de la magnitud y profundidad de esta historia del pago chico. Pensaba un tanto inconscientemente, tal vez por el sesgo casi cinematográfico que contenían los relatos orales, que eran exageraciones nuestras... de los paisanos. Los que habitamos los pueblos del interior profundo somos muy proclives a exagerar buenamente nuestras peculiaridades, nos gusta diferenciarnos de nuestros vecinos o jactarnos ante los citadinos con legítimo orgullo lugareño de ser distintos en algo. Cuando me decían que a Paz se lo conocía como "el pueblo 'e los matones", por la cantidad de muertes de esos años 1927-1928, nunca creí que fuera como fue. Ni bien pisé la hemeroteca de la Biblioteca Argentina Juan Álvarez, de Rosario, y pedí los diarios de 1928, empezaron a aparecer páginas y páginas dedicadas a los Rodeiro, Ferrarotti, Netri, Laurent, etcétera. Me di cuenta de que mi imaginación no había dimensionado correctamente la realidad histórica de aquel tiempo, en este lugar. La había subestimado al extremo de que hoy podría decir, parafraseando a Gabriel García Márquez, en Los funerales de la Mamá Grande: "Esta es, incrédulos del mundo entero, la verídica historia de Manuel Rodeiro". María Juana Traverso bien podría haberse llamado Mamá Grande... porque, como la mismísima Mamá Grande "vivió en función de dominio durante 92 años". Esto fue
Máximo Paz, Santa Fe, departamento Constitución, no se extrañe ni se asombre, fue así. Podría haber sido Macondo, de haber existido un García Márquez que lo retratara, pero llegamos tarde a la literatura con nuestra historia, y por supuesto, no está García Márquez para hacerla universal e inmortal. Hay que conformarse con lo que hay... y lo que hay es lo que este escriba pudo transfor-mar en texto, que el lector va a leer a continuación. Perdón por la modestia del escriba y su resultado... el texto. La historia sin duda lo supera y merece más.
El significado de la
muerte de Laurent
Buena parte de este libro tiene que ver con la sanción e implementación de la ley Sáenz Peña. Laurent fue su mártir olvidado. Preso en 1893 y 1905, torturado, degradado militarmente, dejó su vida en pos de su correcta aplicación. Laurent fue la primera víctima del terrorismo de Estado y mártir de la ley Sáenz Peña. El asesinato del capitán Laurent es uno de los crímenes políticos más y mejor disimulados en la historia argentina. Distinto, pero parecido en cuanto al intento de ocultamiento, a los fusilamientos de los basurales de José León Suarez o los bombardeos de la Plaza de Mayo. Es un crimen político, pergeñado y concebido por el poder político provincial con cobertura nacional, que en su momento tuvo una repercusión popular enorme y que hoy no tiene ni una mísera línea que recuerde el hecho y al protagonista trágico.
El asesinato de Laurent fue el primer acto del golpe de septiembre de 1930 y es el origen remoto del terrorismo de Estado en la Argentina. Al decir de Andrés Ferreyra, el presidente de entonces de la Cámara de Diputados de la Nación, en el discurso de despedida de sus restos mortales, en el cementerio de La Chacarita, en presencia de una autentica multitud, incluida la del ex y futuro presidente Hipólito Yrigoyen, amigo y correligionario del extinto: "Nunca antes se había matado así en nuestro país". Se refería a que la policía detuvo a Laurent y sus correligionarios, entre los que había un diputado nacional, Pascual Subiza, un diputado provincial, Víctor Gard, y un candidato a diputado provincial, Eduardo Sánchez, por cuestiones políticas, y en vez de garantizar su integridad física y velar por sus derechos constitucionales, lo blanquean en la comisaría, lo sacan a Laurent y lo mata un parapolicial uniformado en conjunto con la policía, aplicándole la ley de fugas; todo bajo la supervisión y orden del poder político provincial. Eso es lo que vamos a ver, analizar y descubrir, que no es ni más ni menos que el origen del Estado como terrorista en la Argentina. La muerte de Laurent fue su kilómetro cero.