en capilla. La planta de Baja California amenazada por Trump. Se equivocó de fábrica: allí no se hará el Corolla.
en capilla. La planta de Baja California amenazada por Trump. Se equivocó de fábrica: allí no se hará el Corolla.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó a Toyota con la imposición de aranceles si el fabricante japonés construye una nueva planta de vehículos en México, una advertencia similar a la que ya lanzó contra otras empresas, como General Motors, Ford y Carrier.
"Toyota dice que construirá una nueva planta en Baja (California), México, para producir autos Corolla para los Estados Unidos. ¡De ninguna manera! Construya la planta en Estados Unidos o pague un gran arancel aduanero", escribió Trump en Twitter. En abril de 2015, Toyota anunció su intención de invertir 1.000 millones de dólares en México para construir una nueva planta, en el estado de Guanajuato, en la que se ensamblarían los Corolla. Este modelo es el segundo más vendido en Estados Unidos en el segmento de compactos y hasta ahora era producido en plantas de Misissippi y en Cambridge, Canadá. Toyota tiene 13 plantas en toda Norteamérica.
Las amenazas de Trump son claramente violatorias del tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, Nafta, vigente desde 1994. Hace unos días, Toyota había dicho: "Consideraremos nuestras opciones a medida que veamos qué políticas adopta el presidente electo". Ahora ya lo saben. Pero Trump mezcló modelos y fábricas de Toyota en México. Toyota fabrica en Baja California su pick up Tacoma, de la que hace 50.000 unidades al año. Toyota comenzó en noviembre la construcción de una fábrica en Guanajuato, Estado diferente a Baja California, con una inversión de 1.000 millones de dólares con una capacidad de 200.000 vehículos del modelo Corolla. Está prevista su apertura para 2019 con unos 2.000 empleos.
Anteriormente, Trump logró que Carrier no mudara una planta desde Indiana. Y el 3 de enero logró algo parecido con Ford: la automotriz dio marcha atrás con una inversión de 1.600 millones de dólares en México y 2.800 trabajos; a GM la ha amenazado por producir en México un modelo para EEUU, el Chevy Cruze. Desde el punto de vista legal, las amenazas no tienen sustento: el tratado de libre comercio Nafta garantiza arancel cero para los vehículos fabricados en México.
El presidente electo prometió que, cuando llegue a la Casa Blanca el próximo 20 de enero, impondrá un arancel aduanero de 35 por ciento a todos los productos importados de empresas asentadas en el país que tengan su producción en el extranjero. Para hacer esto, Trump debería renunciar al Nafta. El tratado debe ser repudiado mediante una ley del Congreso.
El 1º de diciembre, apenas tres semanas después de ganar las elecciones, Trump anunció su primer gran acuerdo en línea con sus propuestas proteccionistas: Carrier suspendía sus planes de cerrar una planta en Indiana y relocalizarla en México, a cambio de recibir subsidios por 7.000 millones de dólares a lo largo de 10 años. Ese día Trump lanzó una nueva advertencia, esta vez como presidente electo. "Las empresas no se van a ir de Estados Unidos nunca más sin consecuencias. No podemos permitir que ocurra esto con nuestro país. Hay muchísimos empleos saliendo de Estados Unidos", aseguró Trump frente a los trabajadores de la planta.
Desde entonces, Trump cuestionó públicamente varias licitaciones públicas y decisiones de grandes empresas de reubicar sus negocios o ampliar su producción fuera del país. Apuntó contra la principal automotriz de Estados Unidos, General Motors, y luego se congratuló cuando la segunda empresa de este sector, Ford, anunció que cancelaba su millonaria inversión en México y al contrario reforzaba su inversión en Estados Unidos. Ford negó cualquier acuerdo con Trump; sin embargo, su decisión quedó vinculada a las amenazas del presidente electo.
A 15 días del traspaso de poder, Trump sigue defendiendo una política proteccionista y, por momentos, antiglobalización. El planteo proteccionista de Trump ha recibido elogios de parte de populistas de derecha europeos, como la francesa Marine Le Pen, pero también de dirigentes de izquierda, como el ex ministro francés de Hacienda y precandidato presidencial del socialismo, Arnaud Montebourg. En Argentina, ha recibido halagos de ex funcionarios kirchneristas.