Para el PJ el fin de la boleta papel se hubiera parecido al fin del mundo. El poder feudal, casi eterno, de ciertos cacicazgos provinciales siempre fueron de la mano de la papeleta sábana.
Por Mauricio Maronna
Para el PJ el fin de la boleta papel se hubiera parecido al fin del mundo. El poder feudal, casi eterno, de ciertos cacicazgos provinciales siempre fueron de la mano de la papeleta sábana.
Sus senadores, delegados de los gobernadores, manejan la Cámara alta a voluntad y, hasta aquí, habían acompañado casi todas las iniciativas del Ejecutivo. Pero sólo por una lógica de tiempos. En el peor momento del gobierno nacional por la crisis económica, dijeron: la reforma electoral no pasará.
Antes, el gobierno desoyó todas las objeciones de los expertos respecto a los peligros y las dudas que entrañaba el voto electrónico, aunque después pasó a llamarse "boleta electrónica". El debate que surgió luego, respecto a "chip sí o chip no" y "conteo manual", pareció desvirtuar todo.
Una buena alternativa hubiera sido pasar de la boleta sábana a la boleta única papel, como el sistema que se utiliza en la provincia de Santa Fe. No hubo para eso capacidad de lobby santafesino: los legisladores nacionales actuaron de acuerdo a los intereses de sus respectivos partidos, frentes o agrupamientos internos.
Ese jugar a todo o nada de la Casa Rosada, sin contemplar el camino intermedio de la boleta única papel, dejó las cosas en el mismo punto en que se encontraban: se votará en 2017 con la boleta sábana. Y se mantendrán los mismos vicios que siempre.
"Aquí no cambiamos nada", es el mensaje que enrostraron senadores y gobernadores del PJ al gobierno de Cambiemos. El miedo a perder el poder no es zonzo.