Desde los títulos más simples a los más rebuscados, durante todo el año la mayoría de los educadores debate cómo garantizar una mejor escuela, pensar en oportunidades educativas, contemplar las distintas realidades de los alumnos de cualquier edad que llegan o no están aún en las aulas, diseñar estrategias de aprendizajes válidas para los jóvenes, además de dar peleas paralelas, no solo por las condiciones laborales sino, por ejemplo, para que los planes de estudio con los que se forman conserven lo específico de cada disciplina. La meta es siempre mejorar la calidad educativa.
Pero cuando aparecen spots publicitarios como el de Mauricio Macri invitando a terminar el secundario a distancia, algo así como tentando a probar una comida rápida, todas esas ricas discusiones pedagógicas resultan banales, desacreditadas.
La publicidad en cuestión es la que desde hace buen rato aparece en los entretiempos de los partidos de fútbol, en los horarios pico de las novelas. Se ve a un distendido jefe porteño protagonizando la propaganda que apela a "dar el primer paso al futuro", "retomar los estudios y obtener gratis el título de bachiller", y lo que es la clave de esta idea: "Sin importar en qué parte del país vivas".
Todos los programas educativos de alcance nacional se encaran en acuerdos con las provincias. Así se hace con el Plan Fines (de finalización de los estudios secundarios o primarios) o el Plan Progresar (para jóvenes que tienen entre 18 y 24 años para que estudien o completen su escolaridad). Dos iniciativas nacionales que las provincias ponen en marcha con la intervención y acompañamiento de sus gestiones, sus docentes y hasta sus presupuestos.
Sumado a esto también conviven otros programas provinciales que buscan incentivar la escolaridad, el regreso a las aulas, como el santafesino "Vuelvo a estudiar".
El plan de Macri "Terminá la secundaria" no se inscribe en nada de eso. Es la clara intención de un candidato que aspira a ser presidente en 2015 y para quien la educación es una estrategia más de marketing.
Y como toda campaña de este tipo, siempre está la letra chica. En este caso dar por válidos los títulos que no tienen validez nacional. En la página oficial del plan de Macri se afirma que los títulos (de bachiller, en este caso) tienen validez nacional. Sin embargo, el propio ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, ya se ha manifestado por diferentes medios recordando que para que sean válidos, reconocidos, aprobados, deben seguir una serie de pasos de acreditación ante Nación y las provincias. Y esa aprobación hoy no existe.
Pero como se trata de una campaña presidencial del PRO, si los planes tienen o no validez nacional poco importa. Después habrá tiempo para presionar ante la Nación y las provincias, con los estudiantes cursando y eventualmente acusando de que se les quiere quitar un derecho a la titulación. Es un juego viejo y conocido, muy propio de la educación privada para lograr autorizaciones y hasta subsidios del Estado. Y conviene agregar a este panorama que es en esta misma concepción de educación donde se puede entender la vergonzosa iniciativa del senador del PRO Alfredo De Angelis, que sin abandonar el tono simpaticón con el que se hizo conocido en el lock out del campo, pretende que se flexibilicen las leyes que protegen a los chicos menores de edad para que puedan trabajar en tiempos extraordinarios de cosecha. El argumento ofrecido es que, como en las zonas rurales donde viven no hay escuelas, mejor es que vayan a trabajar. Es evidente que jamás se le hubiera ocurrido promover la creación de escuelas donde no existen en lugar de pretender que trabajen. Para el dirigente rural, todos los niños son potenciales peoncitos.
Por lo visto, maestros y profesores deberán arremangarse un vez más y profundizar en su ya nutrida agenda de discusiones políticas y pedagógicas: hacer entender que la educación no es un trámite on line, un spot de campaña ni un beneficio de los patrones de estancia, sino un derecho humano esencial.