El mar y las Antillas marcaron su vida y obra
Con pasiones que incluyeron desde pintar con acuarela hasta dar clases de teatro, el trabajo de Derek Walcott fue ampliamente elogiado por su uso profundo y audaz de la metáfora, y por su mezcla de sensualidad y destreza técnica. Comparaba sus sentimientos por la poesía con un pasatiempo religioso.
18 de marzo 2017 · 00:00hs
Con pasiones que incluyeron desde pintar con acuarela hasta dar clases de teatro, el trabajo de Derek Walcott fue ampliamente elogiado por su uso profundo y audaz de la metáfora, y por su mezcla de sensualidad y destreza técnica. Comparaba sus sentimientos por la poesía con un pasatiempo religioso.
El propio Walcott celebraba con orgullo su papel como un escritor caribeño.
"Soy primera y absolutamente un escritor caribeño", dijo una vez en una entrevista en 1985 publicada en The Paris Review. "La lengua inglesa no es propiedad especial de nadie. Es propiedad de la imaginación: es propiedad del lenguaje mismo. Nunca me he sentido inhibido al tratar de escribir tan bien como los más grandes poetas ingleses".
Descendiente de esclavos negros e hijo de un pintor británico blanco, el mar Caribe marcó la vida y la carrera del poeta y dramaturgo que unió la tradición antillana con la poesía. Prueba de ello es "Omeros" (1990), una de sus obras más conocidas en la que reinterpreta la Ilíada trasladada al Caribe.
De 1959 a 1976 dirigió el Taller de Teatro de Trinidad, que él mismo fundó y donde estrenó algunas de sus primeras obras teatrales.
Escribió más de 15 poemarios, entre los que destacan "Otra vida" (1973), "Uvas de mar" (1976), "El viajero afortunado" (1981), "El testamento de Arkansas" (1987) y como dramaturgo es destacable su "Sueño en la montaña del mono" (1970).
Cuando en 1992 le otorgó el Nobel de literatura, la Academia sueca explicó la elección "por una obra poética de gran luminosidad, con una visión histórica, fruto de un compromiso multicultural".
El escritor británico Robert Graves dijo que Walcott manejaba el "inglés con un entendimiento más cercano a su magia interior que la mayoría, o incluso cualquiera, de sus contemporáneos nacidos en Inglaterra".
En 2001 Walcott visitó Madrid y dio algunas lecturas públicas de su obra. Fueron recordadas en esa ocasión unas palabras de Joseph Brodsky: "La poesía de Walcott representa la fusión de dos versiones fieles del infinito: el lenguaje y el océano. Y el padre común de ambos es el tiempo". Desde un tiempo sin tiempo, el mundo le dice adiós a Derek Walcott.