"Si negamos la identidad política de los estudiantes asesinados o desaparecidos los estamos matando dos veces", dice el historiador Roberto Baschetti. El sociólogo y reconocido historiador del peronismo se propuso rescatar las historias de los movimientos estudiantiles afines a este movimiento político a lo largo de las décadas. Así surgió "Peronistas que estudian" (Editorial Jirones de mi vida), un libro cuyo plus lo marca el profuso material de fotografías y folletos que a lo largo de sus páginas permiten un acercamiento al derrotero la militancia juvenil, desde la primera Unión de Estudiantes Secundarios (UES) a las reivindicaciones de la actualidad, pasando por la convulsión universitaria durante los 60 o la Noche de los Lápices.
Sobre este último y trágico episodio, Baschetti cuestiona la mirada "edulcorada" que reduce la lucha de los secundarios de La Plata al boleto estudiantil. Dice que la puja iba más allá, que esa pelea en todo caso era lo que se veía en la superficie —"como en un iceberg", apunta— pero que en definitiva "los chicos murieron porque tenían militancia política". Reivindica la participación de los adolescentes y jóvenes en los centros de estudiantes de escuelas y facultades; y afirma que "el latiguillo de que a la escuela se va a estudiar y no a militar o hacer política es falso"
—¿Cómo analizás la experiencia de la juventud estudiantil de los 70?
—En ambos niveles, secundario y universitario, a partir de principios de los 70 comienza un período de lo que se puede llamar la peronización de la facultad, donde mucha gente que va a estudiar abraza esas ideas. Yo soy parte de esa generación y nuestros padres hacían lo posible y lo imposible para que pudiéramos ir a la facultad. Era un poco como en el libro "M'hijo el dotor", de Florencio Sánchez. La idea era que el inmigrante pudiera ver que su hijo accedía a la universidad. Pero esos jóvenes se dan cuenta que nadie se realiza en un país que no se realiza. Parecía importante hacer cambios en la universidad, que esté al servicio de lo popular y no de una elite o grupo de poder. Con los secundarios de la UES pasa algo parecido. Los secundarios entienden que son peronistas que tienen que estudiar. Y además organizar a los chicos en los centros de estudiantes, que hoy parece ser la cosa más normal pero en ese momento era una pelea dura, porque los que tenían poder en los colegios no permitían que los chicos se organizaran. Las chicas tenían que ir con la pollera debajo de la rodilla y los jóvenes no podían ir con el pelo largo. Por eso lo que hubo fue un cambio cultural que se trató de llevar a lo político.
—Este año se cumplieron 40 años de la Noche de los Lápices y muchos ex militantes entienden que se construyó una mirada "edulcorada" sobre esos años, sobre todo por la película de Héctor Olivera.
—Yo comulgo totalmente con esa crítica. Lo he he hablado con Emilce Moler (una de las sobrevivientes de La Plata) en más de una vez. Esto es como un iceberg, donde vos ves un tercio que está en la superficie, pero no el resto que está debajo. Para la famosa película de la Noche de los Lápices era mucho más edulcorado y representativo hablar de que murieron por un boleto estudiantil. Pero esa pelea les permitió a ellos también entrar a los colegios y organizarse cultural, social y políticamente. Y una manera de nuclearlos era por un pedido muy justo como el medio boleto estudiantil. Pero esa lucha no se agotaba ahí. Estaba la idea de cambiar la currícula, lo que se iba a estudiar y el para qué. O el privilegiar en el secundario aquellas disciplinas técnicas que después permitieran la industrialización del país y trabajar directamente con fábricas. Había un cambio de concepto y de sistema.
La Noche de los Lápices Trailer
—Vos también hacés siempre hincapié en la pertenencia política de esos jóvenes.
—Totalmente, por eso traté de armar en el libro un listado lo más completo posible de todos los chicos de la UES con sus fotos. Porque sino los estamos matando dos veces: cuando murieron y cuando sólo recuperamos una parte de ellos. Y los chicos murieron porque tenían una militancia política. Pero si ya la dictadura los mató a veces ocultando esa identidad y nosotros a su vez cuando hablamos de ellos no recuperamos esa identidad creo que los estamos matando dos veces. Lo mismo que pasó con Rodolfo Walsh, cuando decían "qué bien que escribe, lástima su opción política". Y Rodolfo Walsh hay uno sólo: el político y el escritor. Y eso hace un Walsh único e insuperable. Con los estudiantes pasa lo mismo.
—¿Cómo ves el resurgimiento de la participación estudiantil de los últimos años?
—Sin dudas que es importante y van ganando espacios en los centros de estudiantes, pero no es un proceso gradual. La lucha sigue, se pelea y se tratan de ganar espacios.
—¿Qué opinás cuando se dice que los alumnos tienen que ir a estudiar y no a hacer política?
—Eso siempre lo van a decir. Había un chico de la JUP que un día entra al aula de la facultad para interrumpir la clase y avisar que iba a haber un acto en media hora. Una de las chicas que estaba lo increpa y le dice que se ponga a estudiar, no a hacer política. Y el pibe saca su libreta y muestra sus buenas notas. "Vengo a estudiar pero también a cambiar esta universidad porque hay cosas injustas", le dijo. Y la piba con el tiempo empezó también a militar. Por eso ese latiguillo es falso, porque a la escuela o a la universidad se va a estudiar pero también se puede hacer política y militar para cambiar las cosas que uno crea injustas desde la participación diaria. Yo apunto a eso y creo que los jóvenes también. No necesariamente tenés que ser militante y por eso un vago. Al revés, en los 70 se exigía que los que militaban sean los mejores alumnos porque con eso daban un ejemplo. Gloria Canteloro, que era de Rosario, me contó una vez que cuando empezó a militar en el secundario de noche, porque de día trabajaba, se estaba por llevar nueve materias sobre once. Y su responsable en la militancia le dijo: "Te estás llevando nueve materias, que trabajes no es excusa, vos sos ejemplo y referente para la gente, y si te llevás esas materias qué queda para el resto". Esa era la impronta de la época y que creo que hay que recuperar. Que el que está como delegado estudiantil sea ícono y ejemplo. Si no, no sirve.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
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Cinco libros recomendados por Baschetti para jóvenes militantes Megafón o la guerra / Leopoldo Marechal (1970): "Si a un chico le gusta la literatura tendría que empezar por este libro, una metáfora de una época de resistencia".
Reportaje al pie de la horca / Julius Fucik (1945): "Un libro hermoso de un tipo que da la vida por un ideal y está convencido de su pelea contra los nazis".
Correspondencia / Perón-Cooke (1972): "Representativa de dos visiones del peronismo. Con mucha altura, y reconociendo el aporte del otro, es un toma y daca".
Operación Masacre / Rodolfo Walsh (1957): "A mi generación este texto la impulsó a militar. Indignación ante un poder que secuestró y fusiló en un descampado".
La patria fusilada / Paco Urondo (1973): "Para los del 70 fue de mucha influencia. Al igual que en Operación Masacre, hay un Estado que te agarra y te mata".