"El juego es creativo, responsable, democrático, solidario, crítico, alegre; pero, ¿qué hacemos con el juego dentro de la escuela", se pregunta un grupo de educadoras reunido por LaCapital y que reflexiona sobre la importancia de incorporarlo como herramienta para enseñar contenidos e inculcar valores. "No somos especialistas en juego", aclaran Mónica R. Garay y Nora Schujman, docentes e integrantes del equipo pedagógico de Escuela Móvil; y Judith Ghizzoni, profesora de educación física. Sin embargo, reconocen que son bastante "jugadas" cada vez que asumen el desafío de pronunciar la frase "dale que jugamos".
Mientras este grupo de docentes se anima a enseñar de otro modo, teniendo en cuenta las necesidades de sus alumnos y su condición social, otros se resisten al cambio. A contrapunto del juego concebido como un puente para enseñar contenidos, otras teorías plantean que hay jugar por el solo hecho de hacerlo, o lo vinculan con una actividad contrapuesta al trabajo, que significa pérdida de tiempo, desorden y caos.
"Somos docentes que crecimos jugando a la ronda del «arroz con leche» y con el mandato de «que sepa abrir la puerta para ir a jugar». El saber es casi todo en la escuela, pero se completa con el juego. No aprende el que se aburre o está harto", dice Mónica R. Garay, docente de 5º grado en la Escuela Carrasco, luego de treinta años de trabajo y juego en el aula.
Para estas mujeres, reflexivas y críticas de su trabajo, el juego es una condición inherente al ser humano. "Sólo hay que rescatarlo para que podamos incorporarlo en la escuela y trasladarlo también a las instituciones formadoras de docentes. El maestro de primaria tiene que animarse y darse la oportunidad, y si la escuela verdaderamente piensa en la infancia tiene que jugar, de esta manera los chicos aprenden más y mejor", aseguran.
Tarea docente. Sin embargo, al docente le cuesta cada vez más incorporar el juego como herramienta pedagógica en el aula, producto del desinterés y la falta de juego. "Los chicos no saben jugar o lo hacen mal, y a veces son el reflejo de la falta de tiempo o ganas del docente para construir pautas y tiempos de juego. Están quienes piensan que incorporando una sopa de letras están jugando o hace algo lúdico, pero nos tenemos que correr de ese didactismo", resalta Mónica.
A este planteo se suma Nora Schujman, profesora de nivel superior en las cátedras de lengua y literatura, y a punto de concluir su maestría de literatura para niños. "El docente de escuela primaria está atravesado por muchas tensiones, tiene una currícula que cumplir, y no existen mecanismos que le permitan tener otra perspectiva, apelar a la imaginación, al estudio y las ganas de jugar. Esto no es espontáneo, hay que trabajarlo porque no es fácil para el maestro salirse de la estructura que propone la escuela", admite en relación a un cambio que no se genera desde lo individual sino a partir de políticas de Estado.
Por qué. Para Judith Ghizzoni, profesora de educación física y expresión corporal, la experiencia de juego es diferente de la que proponen otras áreas cómo matemática o lengua: "Los chicos vivencian el juego a través del cuerpo y el movimiento, este recurso metodológico que se utiliza para aprender y enseñar contenidos es válido en la medida que el docente pueda plantear un por qué y para qué".
Esta docente, que tiene a su cargo alumnos de 1º y 4º grados de la Escuela Nº 660, de Biedma y Matienzo, zona castigada por la violencia y la inseguridad, afirma que a través de la educación física y el deporte como juego reglado es posible generar un cambio social y educativo. "En esta actividad también se perciben actitudes violentas de los chicos, por ejemplo cuando no reconocen al otro y lo empujan. Si no trabajamos estas situaciones a partir del juego, luego se manifiestan en la calle y otros espacios", advierte.
Los chicos celebran y esperan la hora del juego que propone la educación física. "Para ellos yo represento jugar, aunque sea grande y tenga muchos años en la escuela. Siento que en un clima de alegría los niños pueden aprender cualquier conocimiento. Pero nunca hay que dejar de jugar, sean chicos o grandes, es válido en todas las etapas de la vida", dice Judith, apasionada por su trabajo docente que también ejerce en el nivel terciario.
Para entretener. "En el aula, el juego está pensado para aprender y no como pauta de disfrute o placer, una posibilidad que también hay que ofrecerle al chico que pasa horas frente a una computadora en su casa o no puede salir a jugar a la calle, producto de la inseguridad". Frente a este contexto, las educadoras sostienen que el mejor lugar para jugar continúa siendo la escuela.
"Estamos acostumbrados a pensar que el juego es una cosa y la escuela es otra, cuando en realidad van de la mano. Es en el aula donde se enseñan contenidos y hay un lugar para la imaginación, la solidaridad y la tolerancia, a los fines de evitar que, cuando salgan los pibes al recreo peleen por el turno del metegol o por quién gana la partida", coinciden Nora y Mónica, haciendo hincapié en el docente como responsable y conductor del juego, que no debe ser un niño cuando juega sino un adulto que se atreve a jugar con los niños.
Estrategias. ¿Cuáles son algunas de las estrategias lúdicas que utilizan las docentes para captar la atención de sus alumnos en clase? Para Mónica, la docente de la escuela Carrasco, es el buen humor y el corrimiento de lo cotidiano. "Este año, comencé con el autor Luis María Pescetti y su cuento titulado «Las malas palabras», entonces las dos primeras clases fueron muy divertidas porque jugamos y nos conocimos con esta propuesta".
Para Nora, hace falta desestructurar el espacio y el tiempo, "sino seguimos acomodándonos a lo que viene siendo igual desde hace siglos. También es importante saber escuchar a los niños, que plantean cuestiones en relación al juego, y cuando menos lo pensamos nos cuestionan y nos cambian la bocha. Los docentes tenemos un rol fundamental en la educación de estos chicos que pronto se convertirán en jóvenes que no van a perdonarnos si nunca les abrimos la puerta para jugar".
Con estas reflexiones, las docentes cargaron de emotividad y entusiasmo cada palabra, y demostraron que es posible jugar en clase, mover bancos, estar alegres y replantear el modo de enseñar.