Augusto Pérez Lindo es filósofo y profesor universitario. Autor de numerosos libros sobre educación y universidad, en su rico currículum cuenta un doctorado en filosofía por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). También fue uno de los disertantes en las Cuartas Jornadas de Ingreso y Permanencia en Carreras Científico-Tecnológicas realizadas en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Su exposición no pasó inadvertida, quizás por su mirada escéptica sobre el rendimiento de los estudiantes, quizás por disentir con otros discursos inclusivos que han ganado terreno en el campo educativo. No fue extraño entonces que asevere, en charla con LaCapital, que "el ingreso a la universidad debe ser universal pero no irrestricto".
"De cada 100 mil estudiantes universitarios 80 mil fracasan o van a fracasar". Con ese dato comenzó su conferencia "Competencias de profesores y estudiantes para asegurar el éxito de los aprendizajes en la universidad". Enseguida recordó que por difundir estos números lo han calificado de "tremendista". Sin embargo, considera que esta opinión se apoya en que en el sistema educativo "la cuestión pedagógica no es algo central, como lo es en Europa y en Estados Unidos".
Sin titubear aseguró que "el problema central de la universidad argentina es el fracaso académico". Y propuso contemplar tres miradas sobre esta problemática para analizarla: la del alumno, la de los profesores y la institucional. Dijo entonces que el fracaso de los alumnos se debe básicamente a dificultades de competencias cognitivas, lingüísticas, a la falta de motivación y de autodisciplina, entre otras. Y a los profesores, por no tener motivación para enseñar, interés por los alumnos y a la falta de capacitación pedagógica.
Posgrados. Un guiño positivo lo tuvo al rescatar la creación de más de 20 posgrados, en los últimos 15 años, orientados a las didácticas y la pedagogía: "Es bueno porque muestra una preocupación por el tema. Ha habido una gran resistencia de parte de los profesores a la formación pedagógica. La Argentina ha avanzado mucho en esta línea. Lo más preocupante igual es la falta de interés por las dificultades de los alumnos".
Además señaló como factores que condicionan la capacidad de aprendizaje de los ingresantes universitarios "la deficiente formación de las escuelas primaria y secundaria" y "la influencia negativa de las Tics", entre otros. Vaticinó un futuro nada prometedor para las carreras de ingenierías y científicas: "Vivimos en un país que en las últimas décadas ha desmantelado la industria, donde el entorno conspira contra la intención de estudiar".
Pérez Lindo puso en duda la efectividad de los programas de articulación escuela media-universidad, salvo aquellos que comienzan en el último año de la secundaria y son parte de este nivel, además de mostrarse a favor de un ingreso universitario restrictivo.
En el cierre de su presentación el acento lo puso en afirmar que "la cultura del conocimiento no está en el centro del proyecto del desarrollo argentino".
—En la escuela secundaria se da el debate de cómo incluir a las nuevas generaciones de alumnos, esos que antes no ingresaban a este nivel y ahora lo hacen. ¿No considera que en la universidad deba darse una discusión similar?
—No, para nada. Cuando Sarmiento creó las escuelas normales también había nuevos alumnos, que venían con botas, analfabetos, brutos y se convirtieron en maestros. Yo escuché este planteo en otra oportunidad y pienso que ignora nuestra propia historia. La Argentina, desde que surgió el sistema educativo, tuvo alumnos del campo, gringos analfabetos que no conocían el idioma y la escuela fue ejemplar. La Argentina fue durante décadas un ejemplo de alfabetización y de inclusión con nuevos alumnos que no sabían nada.
—En su disertación puso en duda el principio que rige el ingreso a la universidad. ¿No está de acuerdo con que sea irrestricto?
—No, el ingreso no puede ser irrestricto. Considero que el acceso debe ser universal, pero no irrestricto. Si yo quiero estudiar medicina debo dar un examen para ver si puedo hacerlo, no porque quiera entro a la carrera. Si no es un derroche de plata, una pérdida de tiempo para la persona y para los profesores. Si dejamos el ingreso irrestricto en todas las facultades de medicina podríamos tener 100 mil alumnos, mucha gente que se hace ilusión. Pero hay que tener condiciones, paciencia, motivación para bancarse 6 años de estudio. No todos están dispuestos a hacer el esfuerzo.
—Usted rescató los programas de preingreso universitario que arrancan en el último año de la secundaria...
—Es lo que se hace en Europa. De manera exagerada en los países escandinavos comienzan a fines de la escuela primaria. Luego, en el ingreso a la universidad, primero deben admitirlo para pasar un examen. Creo que es bueno ir creando desde el primer año de la secundaria las expectativas para ser ingeniero, tecnólogo, científico.
—Sin embargo también afirmó que el contexto no acompaña para pensar en esas profesiones...
—La descalificación del conocimiento en todas partes, en la administración pública inclusive, en la industria, conspira contra la motivación para estudiar. Insisto con el hecho de que la cultura y la valoración del conocimiento son muy importantes para que los chicos en la escuela y luego en la universidad valoricen lo que están estudiando. Para que no perciban que a nivel de la sociedad da lo mismo un burro que un gran profesor...