Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. La popular frase cobra cada vez más sentido por estas latitudes, donde cierta parte de la dirigencia parece no poder quitarse esa suerte de corsé o doble moral que la obliga a tener discursos y actitudes disímiles casi sin parpadear.
Y así surgen funcionarios que se atreven a colocar a Rosario como modelo a seguir en materia de control de fiestas y nocturnidad, cuando en su ciudad la noche se rige por normas que tienen más de una década y proliferan after y bares de dudoso prontuario que tienen a maltraer a los vecinos.
Al inicio de la semana que expiró, funcionarios de unos 40 municipios y comunas de toda la provincia se reunieron en Santa Fe para consensuar un protocolo de seguridad para eventos masivos. La reunión llegó como espasmo ante la fatídica fiesta electrónica que se realizó en Año Nuevo en Arroyo Seco. Allí dos jóvenes murieron presuntamente por consumir drogas sintéticas.
En ese cónclave Rosario mostró políticas al respecto como si fuese una especie de faro a seguir. Ahora bien, ¿qué ilumina ese faro? La noche rosarina está cada vez más oscura y las mezquindades políticas no logran alumbrarla. Hace meses que el proyecto para regular la nocturnidad no logra traspasar las negociaciones en la comisión de Gobierno del Concejo.
En la espasmódica reunión Rosario expuso como ejemplo la organización de una fiesta electrónica que se realizó en el salón Metropolitano pocos días después de la fatídica Time Warp en Costa Salguero, donde murieron cinco jóvenes también por consumir drogas sintéticas.
En Metropolitano hubo ambulancias, puestos de hidratación y policías de civil a la caza de dealers. Así y todo, cuatro chicos terminaron internados. Y más allá del show mediático y el infaltable espasmo tras las tragedias, hoy en la noche rosarina siguen sucediendo cosas que distan de ponerla como ejemplo.
Otra vez la misma piedra
Hace unos días fue grotesco ver cómo el presunto propietario de un after de Avellaneda al 1100 agredía a un camarógrafo que tomaba imágenes del local. "No me filmes" repetía mientras le colocaba la mano delante de la lente. En esa suerte de pub habían baleado a un muchacho y quedaron 16 vainas servidas. En diciembre de 2015, en el mismo lugar mataron a otro joven a balazos.
El after del hombre al que no se le puede conocer la cara funcionaba sin problemas. Los vecinos tienen miedo de contar lo que sucede cada noche allí. Es decir, pese a todo, el bar donde hubo un crimen reabrió y otra vez fue escenario de un tiroteo. Y su presunto propietario es tan honorable, que se enoja si le filman el rostro.
El faro también podría alumbrar las miserias que se entremezclan en el Concejo, donde no logra prosperar un proyecto para regular la nocturnidad ya que en ese debate hay pícaros que buscan sacar tajada.
"Los pibes se mueren consumiendo drogas en los barrios y los recursos para tratar adicciones son exiguos"
¿Qué lo empantana? Concejales "progresistas" que pretenden que bares sobre los que tienen lazos muy intensos sean catalogados como "culturales", lo que les permitiría zafar del pago de distintas tasas municipales.
Uno de esos "bares culturales", Nómade (Ovidio Lagos 68 bis), está clausurado desde hace dos semanas por ruidos molestos. Allí la militancia de Franja Morada iba a realizar una fiesta con Fernet, Campari y "mucho cachengue hasta las 6 de la mañana".
Abrió en abril del año pasado y en ocho meses acumuló 10 infracciones detectadas por el municipio hasta su clausura el pasado 2 de enero.
Dos caras
El doble discurso no es exclusivo de la nocturnidad. En esta ciudad se pregona la convivencia y el uso de espacios públicos en el centro mientras que a no más de 30 cuadras no se logra parar la ola de violencia que ya se cobró siete vidas en lo que va del año.
En el barrio municipal el enfrentamiento de bandas no cesa, ocupa un radio de no más de diez manzanas y sin embargo no se logra pacificar la zona.
Se trajo a Gendarmería y el gobierno provincial llevó a recorrer sus cuadras a los carabineros de Chile en una suerte de tour internacional por el barrio en el que las escuelas no tienen recreos en el patio por temor a los balazos y los chicos se mueren acribillados en medio de rencillas narco.
En el centro hay picnic y ante las muertes en fiestas electrónicas se activan protocolos. En los barrios los pibes se mueren consumiendo cualquier porquería, pero los recursos destinados al tratamiento de adicciones fue el año pasado de menos de medio centavo por cada cien pesos del presupuesto, tal cual lo denunció la diputada provincial del Frente Social y Popular, Mercedes Meier, al inicio de esta semana en el Foro de Adicciones Rosario.
Como se ve, el "faro a seguir" también alumbra otras cosas. Mezquindades, dobles discursos y desigualdad. Todo, en la misma ciudad.