He leído con mucha atención la carta del señor Miguel Faes, publicada el 16 de marzo pasado y titulada "Sin educación no se avanza", y coincido plenamente con su contenido. Hoy, después de los hechos de violencia ocurridos en la movilización de la CGT, se redobla el interés de combatir la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, pero en la política es esencial. El famoso abrazo de los dos históricos adversarios (Perón y Balbín) debió ser un preanuncio de la paz de los argentinos. La unión nacional es un factotum ineludible para este país. Si revisamos nuestra historia veremos que está plagada de desencuentros. Ello nos ha dejado marcas indelebles que culturalmente seguimos padeciéndolos. Aquellos hombres sabios bajaron su posición de combate para acercarse a su adversario e intentar buscar entre ambos un verbo común, que en definitiva dialogar es eso. Esto no es un invento de Mauricio Macri; ya lo lograron otros hombres y en otros países pero hoy en el nuestro hay sectores muy importantes que pese a todo lo divisan como un signo de estos tiempos. Ello es lo que advierto en esa carta que he leído, alguien que olfatea un céfiro que impulsa la posibilidad de que los argentinos de toda laya puedan sentarse alrededor de una mesa a resolver los entuertos generados por intereses espúreos que hay que desdeñar. No es tan importante quién gobierna hoy. Sabemos que nuestra historia reciente ha sido trágica, pero no debemos quedar aferrados a ella pues impedirá cualquier despegue. Afortunadamente, hoy y ahora vivimos en un marco donde es posible escucharnos y eso es importantísimo. Advierto, de paso, que no tengo nada que ver con el gobierno actual, y he sido un dirigente abnegado en otros tiempos. Pero hoy aquellas tempestades han pasado. Nuestros hijos y nietos deben y tienen el derecho humano de vivir en paz. Nuestros jóvenes deben tener empleo, nuestros viejos deben poder vivir el último tramo de su vida con sosiego. Nuestros niños deben poder asistir a la escuela y aprender. El conocimiento es la única solución para esta sociedad tan golpeada, utilizada vilmente por sectores que ya han sido abatidos por la fuerza que ella misma porta. Entonces, reitero, aquel abrazo fue el albor de una nueva nación que viene despertando por la lucidez de quienes lucharon por ideas que luego ellos mismos las bajaron para un encuentro que debe ser el esplendor de un país posible. Aquel abrazo fue un símbolo rector para las generaciones posteriores, y luego fue coronado cuando un viejo adversario "despidió a un amigo" junto a su féretro.