"Atajaba Roma. Los laterales eran Ferreiro y Marzolini y los zagueros Perfumo y Albrecht, dos leones. El Rata (Antonio Rattín) bien parado adelante de los centrales (cinco típico), yo de 8-7 y Gonzalito (Alberto González) a la izquierda a la misma altura que yo. Ermindo (Onega) de enganche y arriba Artime y el Mono (Oscar, también conocido como Pinino) Más. La defensa era muy buena y el ataque picante. Yo cuando podía llegaba...".
El 23 de julio de 1966, hace exactamente 50 años, Argentina e Inglaterra escribían en el estadio de Wembley la primera página de una rivalidad futbolística que con los años derivaría en una relación mucho más compleja por la guerra de Malvinas. Veinte años después llegarían la mano de Dios y el gol del siglo de Diego.
Medio siglo pasó desde que criollos e ingleses chocaron por los cuartos de final del Mundial de Inglaterra. Ese día, un árbitro alemán, Rudolf Kreitlein, de la ex Alemania Federal, fue el protagonismo de lo que hasta hoy se considera un despojo: expulsó a Antonio Ubaldo Rattín, el capitán argentino, quien pidió un intérprete tras una infracción fuerte de Perfumo sobre un delantero inglés. En realidad, el alemán reconocería después que lo había echado por su forma de mirar. "Aquí estuvo el nudo argumental del encuentro y la razón decisiva de nuestra eliminación de la Copa. Con Rattín en la cancha era un partido. Sin Rattín fue una parodia de fútbol", escribió Julio César Pasquato, Juvenal, en El Gráfico.
Rattín se fue de la cancha y se sentó en la alfombra roja de la Reina Isabel hasta que fue sacado de allí envuelto en la reprobación de más 90 mil europeos que vociferaban desde las tribunas. Cuando se retiraba, el mítico "centre half" de Boca estrujó un banderín del córner con los colores de Gran Bretaña mientras el entrenador inglés, Alf Ramsey seguía protestando por la violencia, según él, con la que jugaban los argentinos. "Animals", fue el calificativo que usó. No necesita traducción.
Hoy se cumple medio siglo de aquel acontecimiento histórico y Jorge Solari, el Indio, a un puñado de meses de cumplir 75 años, cuenta lo que sucedió ese día. El era el 8-7 de aquella selección.
"La historia es así. Nos dijeron que tuviéramos cuidado con los árbitros y que habláramos lo menos posible. Cuando los designaron para los cuartos de final, a Alemania-Uruguay le tocó un inglés (James Finney) y a Inglaterra-Argentina un alemán. Los cruzaron. Nosotros habíamos jugado en la fase de grupos con Alemania y ya nos habían expulsado al tucumano Albrecht. Y la verdad es que nos llenaron tanto la cabeza con el arbitraje que entramos a la cancha predispuestos. Entonces Rattín paraba el juego a cada rato. El alemán no entendía un corno de castellano y Rattín, que no entendía de castellano, menos de alemán. La tercera vez que paró el juego, vino el árbitro y lo echó".
—¿Y estuvo bien expulsado?
EM_DASHNooo, fue una barbaridad. Y encima, es triste contarlo, pero el referí recibió coscorrones, patadas en los tobillos, de todo. Fue vergonzoso.
—¿Ustedes le pegaron?
EM_DASHSí, patadas por abajo... Fue cualquier cosa eso. Pero el árbitro aceptó todo. Porque si lo echó a Rattín por lo que lo echó, después podría haber echado a 14, 15, 20... A todos.
La narración del Indio no para y no hay por qué interrumpirla. "Rattín se fue cabrero, enojado, mal, y cuando salió se encontró con la alfombra de la Reina que era el lugar más cómodo que había para sentarse. Si hubiera habido césped mullido, se hubiera sentado ahí. Y después cuando se fue de la cancha, pasó por el córner y estrujó un banderín. Un banderín de los de antes, chiquito. Hoy diríamos que es un banderín piojoso".
Repleto de ademanes, gesticulador compulsivo, Solari cuenta su historia, la historia de aquel Mundial, en un bar de San Martín y Centeno, su barrio. Le da un poco de descanso a Renato Cesarini, a la residencia de Alvear, allá vive, y se enfoca en el recuerdo de hace ni más ni menos que 50 años. Y regresa al partido por los cuartos de final de la Copa del Mundo de 1966.
"El árbitro empieza a hablar con Rattín en alemán y Lorenzo (Juan Carlos, el entrenador) le había dicho al Rata «tranquilo, no nos apuremos». Entonces Rattín hacía todo lento y el alemán quería que corriéramos", repite con otras palabras.
—¿Quería que jugaran como a él se le antojaba o lo de ustedes era antirreglamentario?
EM_DASHNo, no, no. Con la designación del árbitro ya habíamos quedado todos tocados. Los dirigentes de la AFA llegaron al sorteo y les dijeron que ya se había hecho. Y ahí se enteraron que un inglés dirigía Alemania-Uruguay y un alemán Inglaterra-Argentina.
—¿Pudo volver a ver el partido?
EM_DASHUn par de veces, tengo un video en casa.
—¿Y qué se siente?
EM_DASHMe queda el recuerdo de una posibilidad desaprovechada. Si pasábamos, nos quedaban nada más que dos partidos y con el país organizador afuera.
—¿Les dolió que los trataran de animales?
—Y... Era verdad... Nosotros jugábamos fuerte, no nos gustaba perder. Había mucho roce. Acuérdese que en ese época los partidos de la Libertadores terminaban todos a las trompadas. Nosotros jugábamos fuerte.
—¿Pero fuera del reglamento?
EM_DASHAhí, al límite. Pero el árbitro está para cobrar. Y si tiene que echar, echa. A Rattín lo echaron y no pegó una sola patada eh.
—¿Y cómo fue ese vestuario?
EM_DASHEl comentario fue que nos habían afanado, que nos pasaron por arriba. Cuando lo echaron a Rattín, ellos nos empezaron a dominar, nos cansamos un poco y nos quedamos sin llegada.
Aquel Mundial, el octavo de la historia, necesitaría de otros hechos bochornosos para lograr el objetivo. Y Alemania, beneficiada an-tes, fue la víctima en aquella final recordada por el gol fantasma de Geoff Hurst en la prórroga. Habían terminado 2 a 2 los 90 minutos, pero al final Inglaterra se impuso 4 a 2 en el alargue el 30 de julio de 1966 y ganó, a su manera, su único título Mundial.