Cumplidos poco más de dos años desde la muerte de Osama Bin Laden, en mayo de 2011, se reabre el debate acerca de las estrategias para combatir a organizaciones como Al Qaeda y grupos afines distribuidos en todo el mundo dispuestos a llevar a cabo acciones criminales: el asesinato en masa de personas como represalia política en la búsqueda de distintos objetivos, a veces no muy claros. En general, la lucha de estos grupos islámicos radicalizados pugna por el establecimiento de gobiernos teocráticos en países con líderes laicos o más moderados, combaten contra la intervención de fuerzas internacionales que desalojaron a los talibanes, como el caso de Afganistán, o contra gobiernos aliados a Estados Unidos, como en Irak o Arabia Saudita.
El denominador común de la estrategia es impactar con el mayor número posible de víctimas en un total desprecio por la vida humana, la propia y la ajena.
Una muestra de la necesidad de un replanteo de las estrategias para contener este fenómeno es la barbarie que ha ocurrido en menos de una semana en diferentes países que son refugio permanente de estas células del terror. Lo que sigue es el detalle de los ataques cometidos sólo en los últimos días y horas.
Kenia. En Nairobi, un grupo armado asaltó un centro comercial a sangre y fuego matando indiscriminadamente a la gente que estaba de compras. Luego, sí hicieron distinción entre musulmanes y no musulmanes y continuaron la matanza por un par de días mientras se atrincheraron en el edificio. El saldo fue de al menos 72 muertos. Los autores de la masacre son parte de un grupo armado que se asoció el año pasado a Al Qaeda. Justificaron la masacre para cuestionar la participación de tropas de Kenia en Somalia, en el Cuerno de Africa, donde se pretende imponer un gobierno islámico. Kenia participa de una misión de la Unión Africana, con respaldo de la ONU, para apoyar al gobierno de Somalia, país envuelto en una guerra civil y que tiene una gran parte de su territorio bajo el control de los fanáticos radicalizados.
Nigeria. También en Africa, pero más al oeste del continente, un grupo islámico armado atacó una ciudad en el norte nigeriano asesinando a 142 habitantes. En su oleada criminal quemaron casas, edificios y dispararon contra la gente que circulaba en autos por la ruta. Los cuerpos sin vida fueron encontrados en las banquinas o diseminados en un bosque cercano. El gobernador de la región afectada condenó el ataque, al que calificó de "bárbaro y no islámico". La intención del grupo insurgente es imponer la ley islámica en el país, que tiene mayoría musulmana en el norte y cristiana en el sur.
Paquistán. En la ciudad de Peshawar, al norte del país, un doble atentado suicida a la salida de una ceremonia en una iglesia católica del siglo XIX causó la muerte de 75 fieles cristianos. Fue un infierno y una carnicería, que incluyó a niños, como en todos los ataques de este tipo. Los talibanes afganos se hicieron responsables de la acción y advirtieron que seguirán atacando a objetivos no musulmanes hasta que Estados Unidos cese sus bombardeos con aviones no tripulados en Afganistán. Así, la minoría católica paquistaní, junto a otras, tiene sentencia de muerte. El primer ministro del país condenó la masacre y dijo que los terroristas no tienen religión porque "atacar a personas inocentes contradice las enseñanzas del Islam y todas sus creencias".
Irak. Dos coches bombas, que estallaron en un complejo comercial y en un funeral en Bagdad causaron la muerte de 92 personas en un enclave de la comunidad shiita, una de las principales ramas del Islam. Nadie se atribuyó la operación criminal, pero los grupos vinculados a Al Qaeda son los que habitualmente golpean a esa etnia, que controla el gobierno central de Irak. Según un informe de la ONU, en agosto pasado unos 804 iraquíes perdieron la vida en la violencia urbana y desde principios de año la cifra llega a cinco mil.
Siria. En medio de la guerra civil, con el ya comprobado empleo de armas químicas, dos grupos que pelean contra el régimen criminal de Bashar Assad se enfrentaron a tiros con un saldo de unos cien muertos entre ambos bandos. Ocurrió cuando rebeldes islámicos radicales ligados a Al Qaeda despojaron del control del Ejército Libre de Siria a una ciudad fronteriza con Turquía. Mientras pelean contra Assad también dirimen a balazos su interna. ¿Si algún día toman el poder en Siria, qué se puede esperar?
Afganistán. En un atentado suicida frente a un banco en la ciudad de Kandahar, al sur del país, murieron 18 personas, muchas de ellas funcionarios públicos que estaban en la cola para cobrar sus sueldos. En otro distrito también del sur afgano, otras 12 personas cayeron muertas tras una emboscada en una ruta. En un tercer ataque contra una base de fuerzas militares polacas, 29 personas perdieron la vida, entre ellos 10 soldados de ese país europeo. Todas las acciones son atribuídas a los talibanes que intensifican la lucha mientras muchos de los países que participan de la operación internacional anuncian su retirada de Afganistán el año próximo.
Yemen. El grupo de Al Qaeda que opera en esa nación, al sur de Arabia Saudita, reivindicó tres atentados contra fuerzas militares y policiales con un saldo de más de 60 muertos. Atacaron dos bases militares y una sede policial. Justificaron la acción en venganza por la muerte de algunos de sus combatientes en una zona alejada de la capital del país. Yemen tiene fuerte presencia de grupos fanáticos dentro de sus fronteras.
El futuro. Con esta breve reseña de lo ocurrido sólo en los últimos días está claro que todas las estrategias para pacificar zonas conflictivas del planeta han fracasado, incluso la ilusión de que con la muerte de Bin Laden la ofensiva terrorista disminuiría. En las últimas horas hubo más atentados con bombas en Siria, Irak y Paquistán con un saldo de otras 73 víctimas fatales. Semanas sangrientas como la descripta son frecuentes, tanto que saturan y no llegan a ocupar espacio en los medios de comunicación, a excepción de golpes más llamativos como el de Kenia. Sí, en cambio, tienen amplia cobertura cuando llegan a ciudades occidentales, como el ataque a las torres gemelas de Nueva York o a los sistemas de transporte de Londres o Madrid. Si bien estos ataques son aún esporádicos en Occidente, ¿cuánto tiempo más pasará hasta que se conviertan en habituales como en Africa, Medio Oriente o Asia?
Los expertos en seguridad que intentan entender el fenómeno del integrismo islámico desde otro lado distinto al combate militar, utilizan un vocablo en inglés para definir el origen del problema: "grievance" (sentimiento de agravio, injusticia). Esa dolorosa sensación de millones de jóvenes musulmanes a lo largo del mundo, que no tienen nada que perder más que una vida llena de frustraciones porque no podrán acceder a condiciones de vida dignas, son materia dispuesta para la radicalización religiosa. El objetivo de una causa justa, divina, salvadora, es sin duda movilizadora y a la vez generadora de paz interior, no importa si se consigue haciéndose estallar en un lugar público para matar personas inocentes, niños incluidos.
La lucha contra el terror con recursos tradicionales, que también han incluido la aplicación del propio terror como metodología, es un fracaso. El camino debería ser otro, aunque sea el trabajo de varias generaciones futuras. El panorama actual conduce a más violencia mientras no se logre un mayor equilibrio global, económico y cultural, entre las naciones desarrolladas y a las que se denominan dramáticamente como Estados fallidos, es decir aquellos incapaces de proveer a sus ciudadanos las condiciones mínimas de vida.